Capítulo 3

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Desperté, porque mi teléfono sonó. Aunque odié el sonido de aquel mensaje, lo que decía alegró mi día. Fui al baño entonces llamé a Ashley quien me había escrito; "Anoche estuvo fabuloso, ¿qué te parece si faltamos a la escuela y vienes a mi casa?". Su teléfono sonaba y ella no contestaba. Se me hizo un poco extraño, porque no había pasado ni un minuto desde que me había enviado aquel texto. Luego contestó.

-Hola chico sexy ¿Me extrañas?

-No te imaginas. Extraño tu hermoso trasero recostado en mi sofá.

-Es obvio que lo haces.- reí.- ¿llamas por el mensaje que te dejé?

-Sí, y la verdad es que aunque no resisto la oferta que me hiciste. Hoy hay entrenamiento y necesito asistir. El próximo juego será en una semana y debemos mejorar. Tú entiendes preciosa.

-Claro que lo hago, es solo que quería toda una mañana con mi chico.- dijo sensualmente, me encantaba que lo hiciera y ella lo sabía.

-Lo lamento bebé, hoy no será, tal vez mañana. Solo tú y yo solos, en tu casa o tal vez en la mía ¿qué dices?

-De acuerdo, es una promesa. Nos vemos...Besos ¡Mua!

-¡Adiós preciosa!- y le corté ¡Cómo me gustaba!

Bajé las escaleras y fui a la cocina, esta vez no tenía el desayuno preparado, pero había una nota que decía; "Cuídate, mamá". Noté que al parecer estaba molesta por lo que había pasado más temprano. No me importó. Solo tomé de la botella jugo de naranja, y unas tostadas que los hice en el momento. Luego fui al garaje y subí al auto. Salí de la casa, e iba más rápido de lo normal y con música a todo volumen. Las ventanas abiertas para que todos escuchen. Un par de chicas iban caminando por la acera entonces comencé a gritarles.

-¡Qué preciosas!- Una de ellas se acercó a mí y detuve el auto. Debo admitir que eran muy sexys.- ¿Algún problema?- ella sonrió.

-No, todo lo contrario.- se mordió el labio y miró el interior del auto.- No veo ninguna chica en el asiento del acompañante.- Sonreí.

-¿A no?

-No.- sonrió.

-Yo la estoy viendo ahora.

-Ah, me gusta ¿cómo te llamas, lindo?

-Taylor y ¿tú hermosa?

-Taylor es un nombre muy sexy. Qué tal si te doy mi número, y lo averiguamos en la pista de baile. Claro si quieres sacarme a bailar.- Sonreí

-No te imaginas, cómo te haré bailar.- Sacó un papel de su bolso al igual que una pluma. Escribió su número y me lo dio.

-Si puedes conseguir un acompañante para mi amiga, sería mejor. Es que necesita una salida, pues hace poco rompió con su novio y digamos que el muy idiota la dejó destrozada.-miré a su amiga y era muy sexy, pero no tanto como ella. Pero de igual manera la miré pervertida mente. La que estaba junto a mi auto, con su dedo llevó mi cabeza para que la mirase a ella.-Disculpa, pero tienes algo al costado del labio, ¿te lo puedo quitar?- acercó su rostro al mío y rosó mi labio con los suyos. Le sonreí y aunque las ganas de tirármela a la cama aparecieron, solo resistí la tentación y contesté.

-Te aseguro, que tu oferta es una de las mejores cosas que me pasó en el día, pero...- estuve a punto de decirle que no porque, obviamente tenía novia y al parecer la cosa iba seria. Pero de repente un mensaje apareció en mi teléfono nuevamente.- disculpa un segundo- Abrí el mensaje (anónimo) y no era nada más y nada menos que una foto tomada, desde fuera de la casa de mi novia, besándose con un chico a quien no conocía.- ¡Carajo!- dije molesto.

-¿Qué sucede precioso?- aunque el mensaje me impactó algo, lo ignoré y volví a lo mío.

-¿A qué hora te paso a buscar belleza?- Ella me sonrió.

-A las siete, anoté mi dirección y mi teléfono en el papel que te di. Nos vemos, esta noche.- recordé que tenía práctica. Pero por el mensaje que me habían enviado solo quería salir con alguien esa noche. Asentí me despedí y me fui.

En el camino escuchaba música un poco más baja, pensando quién me podría enviar aquella foto. Aun así no le tomé mucha importancia. Cuando llegué, mis amigos y mi novia me esperaban como siempre en el estacionamiento. Saludé a todos mis amigos y a mi novia le tocaba lo mejor. Comencé a besarla tan locamente que podría decir, que hasta le había prendido fuego.

-¡Oye amigo!- dijo Jerry- Hay personas aquí. Consíganse un cuarto.- Reí y caminé dejándolos atrás.

Mientras ellos me veían desaparecer, pues lo hacía rápido. Estuve a punto de llegar a la puerta de entrada, pero, vi que unas chicas estaban molestando a alguien que estaba estacionando su bicicleta. Quería ignorarlas pero era inevitable. Me acerqué, y noté como comenzaron a golpearla, empujándola de un lado a otro, mientras ella pedía que la dejaran en paz. Sabía que no debía meterme en aquella situación, entonces di media vuelta y regresé a mi camino. Pero luego...

-¡Déjenme! ¡Por favor!- prácticamente en llantos.

-¡Eres una patética chica inútil! ¡No vales nada! Eres una pobre, muerta de hambre. Mira la ropa que usas se nota que lo conseguiste en caridad. Por qué no nos haces un favor y te matas.- Y tiraron su bicicleta mientras ella lloraba desconsoladamente. Entonces volteé.

-¡Oigan!- grité. Todas me miraron y salieron corriendo. Ella levantó su bicicleta. La miré y...de algún lado la conocía.- ¿Estás bien?

-Sí, gracias.- y se fue, tapándose la cara ocultando su llanto. Miraba cómo corría. Hasta que poco a poco la fui perdiendo entre todos los estudiantes.

Entré nuevamente a la escuela y me topé con Jerry. Él me miró con un gesto de qué sucede. Pues me había alejado de ellos sin ninguna explicación. Fui a mi casillero y él me seguía.

-¿Qué demonios te pasa amigo?- hice un gesto de que estaba harto.

-¿Qué pasó con Rebecca anoche?- su cara cambió al poco tiempo.

-Digamos que la cosa no funcionó. Pues resultó que le provoco náuseas y que solo aceptó la invitación porque le di lástima. Es todo. Ahora ¿y a ti qué diablos te sucede? Me refiero a que vienes con una cara larga, besas con tanta violencia a tu novia y luego te vas dejándonos solos, como si no te importara en lo más mínimo nuestra presencia.

-¿Qué te parece esta noche salir con unas niñas que encontré por ahí?- lo miré muy travieso. Él quedó totalmente sorprendido.

-¡Claro!- felizmente- ¡Oye pero hoy no tenemos práctica?- le lancé una mirada de que me importaba poco. Entonces cerré mi casillero, él sonrió y sonó la campana. Comenzamos a caminar-¿Y cómo se llaman las suertudas de esta noche?- entonces le tuve que explicar toda la situación.

TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora