Tiempos difíciles

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IX

California, Estado Unidos, 1957.

Era un capullo, un completo capullo. Bailaba con esa idiota de Sally mientras le dedicaba esas miradas y sonrisas seductoras que hacían derretir el corazón de la chica. Todo eso le hacía apretar el puño de una manera que los nudillos se le ponían blancos. Frankie sabía que Johnny se había dado cuenta que estaba siendo observado por él, y por eso exageraba sus movimientos y fingía a la perfección su interés por Sally, cosa con que la chica estaba encantada aunque ella no era de importancia, tan solo era una victima entre los juegos de aquellos dos chicos.

Great Balls of Fire de Jerry Lee Lewis sonaba des de la jukebox del restaurante de Peggy. Todos los jóvenes siempre iban a pasar el tiempo allí, ya fuera para comer, beber algo o bailar. Des de que la guerra había terminado, la sociedad avanzaba y la música también cambiaba, los adolescentes empezaban a rebelarse, a tomar las cosas menos enserio y a disfrutar de la vida, a causa del mal sabor que siempre dejaba una guerra. Siempre cuando todos terminaban las clases iban al "Peggy's Dinner" para divertirse un rato, y claro, poner música y bailar era ya casi obligatorio en ese lugar. 

Pero hoy Frankie lo estaba pasando mal, se estaba muriendo de celos por algo que no le debería importar, sin embargo, le importaba. Y esos celos iban mezclados con un miedo e impotencia. Pero todo eso que sentía era nada menos que por el gran afecto que tenía por Johnny. Lo que había pasado hoy en la salida del instituto eran tan solo una pantomima para hacer creer a todos que era todo un hombre y callar todos los rumores que corrían en los pasillos. Odiaba a Mary Day, la muchacha que había besado en frente de todos sus compañeros, pero la había besado porque era la chica que más cerca tenía en ese momento. Ahora la tenía pegada a él como una garrapata, intentando acaparar su atención y besarle de nuevo, pero Frankie solo tenía ojos para su chico. 



La sangre de Johnny había hervido al ver el espectáculo que todos estaban comentando con gran pasión en la entrada del instituto, apretó su mandíbula y se fue. Cuando llegó al restaurante y vio que Frankie también estaba allí, coqueteando con Mary y dedicándole sonrisas que siempre se las dedicaba a él, no dudó en poner en marcha la jukebox, agarrar a Sally, una dulce chica que le había pedido salir, y ponerse a bailar con ella lo más cerca posible de donde estaban. Y había funcionado, ahora el celoso era Frankie.

Cuando Johnny consideró que tenía que poner fin a todo ese teatro, dejó a Sally con sus amigas, las cuales la comenzaron a atacar con preguntas y halagos. La chica todavía seguía recuperándose de lo que había pasado. Johnny salió del restaurante y se apoyó en un banco para comenzar a fumar. Él no era de hacer esas estupideces y además tampoco quería hacer daño a la pobre Sally, bastante tenía con que le hubiera dicho que no para salir juntos. Sin embargo, cuando vio como Frankie besaba a Mary, los celos le nublaron el juicio. Pero, ¿por qué tenía que sentirse así? Él no tenía ningún derecho a reclamar nada a Frankie. No podía, en frente de todos, decir que le quería y que por qué estaba besando a esa chica, eso sería condenar a los dos.

Estaba mal, pero se sentía tan bien. ¿Si tan mal estaba eso, por qué le hacia sentir así? No quería dejarlo, quería estar con él y con nadie más.Se había acostumbrado que ahora todo lo que tenían iba más allá del sexo que eran ambos. Solo sabía que quería a esa persona con locura y que quería estar con él, sin esconderse y poder demostrar su amor a todo el mundo.

De repente Frankie salió con ímpetu y se paró delante de Johnny. Los dos se miraron. Eran miradas que lo decían todo y que se clavaban en la mente. Frankie dejó salir el aire que estaba conteniendo y hizo un movimiento con la cabeza indicando a Johnny que se veían detrás del edificio. Primero se fue él y cuando se terminó el cigarro, Johnny lo siguió. Cuando llegó se lo encontró de espaldas, no se atrevía a decir nada así que solo carraspeó. Frankie se dio cuenta, se giró y sin dejar que Johnny hablara, lo besó con mucha pasión.

Al principio Frankie es solo quien sigue el beso, pero al instante Johnny también pone de su parte. Se besan con muchas ganas, casi desesperados. Desfogan todo su amor, rabia y celos. No paran de tocarse y cuando paran, tan solo lo hacen para coger aire y seguir besándose. Johnny es un poco más bajito que Frankie por lo cual tan solo puede agarrarlo de la cintura y explorar con sus manos su espalda, mientras que Frankie lo agarra de las mejillas con mucha ternura. 

Aveces no hablaban de lo que pasaba entre ellos, pero es que no hacía falta. Con las miradas, sonrisas y besos que se daban ya lo demostraban todo y las palabras en esos casos sobraban. Se necesitaban mutuamente y ahora lo único que les importaba era dejar toda esa tontería que había ocurrido y quererse. Porque en esa vida que les había tocado no tenían más remedio que cubrirse las espaldas uno al otro hasta que los tiempos no fueran tan difíciles para ellos.

Los dos dejaron de besarse pero no se separaron, se miraban a los ojos mientras respiraban dificultosamente. Frankie apoyó su frente con la de Johnny y cerró los ojos.


–Te quiero, joder.








Relato dedicado a TyGwyn, por dedicarme un capítulo de su  historia "¡Io, Saturnalia!". Una escritora muy maja y con historias muy originales (osea que estáis obligados a pasaros).

De pequeños todos matamos hormigasWhere stories live. Discover now