Capitulo 2.

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Una vez más desperté sola. Raffe salía todas las mañanas a realizar su vuelo de rutina para que sus alas no le molestaran, mi madre estaba quién sabe dónde y Paige aún dormía.

Me levanté y preparé el desayuno para mi hermana y salí en busca de más alimento. Algunos supermercados no habían sido saqueados por completos, así que aproveche y salí con la mochila que alguna vez supo cargar las bellas alas de Raffe.

Llegué al supermercado más cercano y de ahí pude rescatar latas de conservas, pastas y cereales. Recorrí dos, tres, cuatro veces los estantes y heladeras para ver si no encontraba algo que fuera útil.

Las heladeras estaban atestadas de bolsas y papeles. No fue hasta la ultima vez que revisé que me percaté de que en el segundo estante de una heladera caía a gotas una sustancia marrón. Seguramente las bolsas de arriba tendrían aceite podrido o algo parecido. Con los dedos en pinza y cubriéndome la nariz agarré la primer bolsa negra, que por el peso estaba vacía, la segunda y la tercera igual, pero me sorprendí cuando corrí la última bolsa. Allí detrás de todo habían escondido dos botellas de gaseosa, una de ellas medio abierta y caída, perdiendo su contenido, cereales, un paquete de carne, chocolates y huevos.

Alguien, muy estratégicamente había escondido sus reservas de energía. Rápidamente comencé a sacar las bolsas de las otras dos heladeras para encontrar: leche, yogurt, caramelos, más chocolates y otras dos botellas de gaseosas. En el último estante de la tercer heladera encontré otro chocolate, pero este no estaba entero, tenía una pequeña mordida distintiva de un niño.

Me pregunté si la familia que había escondido todo esto seguiría viva, ¿qué habrá sido del niño o niña que dejó a medio comer este chocolate?, ¿se habrá salvado? ¿Estarán juntos y en un nuevo hogar? Luego imaginé que si hubieran logrado sobrevivir, hubieran regresado por su comida y golosinas. Me entristecí por ellos, por su futuro, por todo lo que pudo ser.

Pero este es otro mundo, el mundo del después—. Penryn ya deja de pensar en lo que pudo ser, este es el hoy, el ahora—. Me regañe a mi misma

Guardé las botellas, los caramelos y chocolates en la mochila y utilice las bolsas que había desparramado por el suelo para guardar lo demás.

Caminé lo mas rápido que pude con el peso adicional, llegué a la casa casi sin aliento.

—¿Dónde estabas? —dijo Raffe, con una mirada no muy agradable.

Levanté las bolsas a la altura de su vista y las deposité en la mesa. —De compras.

—No avistaste nada, te fuiste sin la espada. Creí que te había sucedido algo — entonces supe que su mirada no era de enfado sino de miedo.

Deje la mochila y me acerqué a él. Lo guié hacia una silla y lo obligué a sentarse conmigo en su regazo, y antes de que dijera nada lo abracé.

—Raffe, ya no hay peligro, es hora de bajar la guardia y estar tranquilos.

Me rodeó la cintura con sus brazos, y a nosotros con sus alas.

—Lo sé Ryn-Ryn —dijo sonriendo —. Pero no quisiera volver a perderte.

Había acostumbrado a llamarme Ryn-Ryn, desde que escuchó a Paige hacerlo.

—Estoy aquí, Raffe. —le aseguré depositando un beso en sus labios, que él intensificó cuando me quise alejar, pasando su mano sobre mi cuello y enredando sus dedos en mi cabello, atrajo mis labios a los suyos.

Las alas seguían abrazadas a nuestro alrededor. Su beso aumentó de frenesí y el calor junto con el. Raffe mordía mi labio inferior y luego lo calmaba con su lengua.

Hundí mis dedos en su cabello y me acerqué aún más, pero él se separó bruscamente y sonrió ante mi desorientación.

—Viene tu hermana —explicó acariciando mis labios con su pulgar.

Me levante y comencé a sacar la mercadería mientras mi hermana entraba en la cocina.

—Mira Paige —dije, atrayendo su atención—, encontré algunos dulces.

Extendí un trozo de chocolate hacia ella, vi que se lo comía obligadamente. Aún no lograba que su hambre no se centre solo en carne cruda.

Le di apenas un toque de cocción al almuerzo de Paige y se lo serví. Lo devoró en menos de cinco minutos.

—¿Has visto a mamá? —pregunté, al momento que ella negaba.

—Ya regresará —me tranquilizó Raffe.

—No sé qué está haciendo, me preocupa.

—Paige, explícale a tu hermana que tu madre sabe cuidarse muy bien —se dirigió hacia mi hermana que limpiaba sus manos y asentía a la vez —. ¿Lo ves? Hasta Paige se ha dado cuenta.

—Mi madre sí que sabe cuidarse sola y lo ha demostrado. Pero el mundo no sabe cuidarse de ella.

Vi a mi hermana salir de la casa y dirigirse a la orilla del mar y jugar con arena. A pesar de sus cicatrices, y el aspecto monstruoso que le dejaron, seguía siendo una niña.

—¿Y esto? —preguntó Raffe, con las gaseosas en las manos.

—Lo encontré en unas heladeras, escondidas detrás de bolsas.

—Le harán bien a Paige y a tu madre. Necesitan un poco de azúcar en sus cuerpos.

—Eso espero.

Almorzamos pastas con salsa. Mi madre aun no regresaba y Paige seguía jugando.

A lo lejos se oían los derrumbes. Poco a poco se comenzaba a ver más gente en la calle y sonrisas en los rostros.

No volví a ver a nadie del escuadrón de Obi, ni siquiera a los rescatados que conocía. Pero sabía que estaban bien y seguros.

Raffe interrumpió mis pensamientos:— ¿En qué piensas?

—En cuánto tardaremos en volver a estar bien... ¿cómo crees que lo haremos? —necesitaba alguien que me ayude a tener los pies sobre la tierra.

—Todo se estabilizará una vez que alguien tome el poder y lidere todo eso. Necesitan a alguien que los guíe.

Como yo también lo necesitaba.

—Espero que sea pronto —murmuré.

—Yo creo que tú deberías hacerlo.

Lancé una carcajada irónica —Um... y yo creo que tú eres la mejor opción, al fin y al cabo tienes potencial, era a ti a quien iban a escoger como mensajero.

—Sí, pero eso era cuando aún era un ángel. Ahora soy esto...

—Igual tienes potencial.

Colocó su mejor mirada seductora y agregó:— ¿Tú crees?

Me reí de su rostro.— Claro que si.

—¿Como no ibas a pensarlo si te traigo loca?

—Engreído —me mofé.

—Linda —dijo, intentando salvarse.

—Oportunista.

—Te quiero.

Ángeles CaídosNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ