Capítulo 5.

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Despertamos sobresaltados por el ruido de una explosión, enredados en algunas de las sábanas que cubrían los muebles de la habitación. Desde la ventana nos llegaron gritos.

Tomé una sabana y la envolví en mi cuerpo, rápidamente me asomé por el balcón para enterarme de qué sucedía. No me tranquilicé sino hasta estar bien despierta y escuchar que los gritos se convertían en risas. No debían pasar más de las nueve de la mañana. El edificio seguía sin luz.

—¿Raffe? —el bulto debajo de las sabanas ni se inmutó.

Sin pensarlo dos veces me acosté sobre él y lo sacudí.

—No ahora...

—Tu no necesitas dormir demasiado. Ni siquiera estas herido, ¡levántate! —ordené.

Sin dificultad se incorporó de inmediato conmigo encima.

 —¿Cómo te encuentras? —sus manos acariciaban mis mejillas.

—Bien. Pero no nos detengamos mucho, hay que irnos. Quiero ayudar a Dee-Dum.

—¿Ayudar? —su risa inundó el silencio de la habitación—. No crees que irás a levantar escombros del triple de tu peso, ¿no?

—¿Por qué no? En algo podré ayudar, Raffe.  En este momento todo suma, no es cuestión de ver si puedo levantar un ladrillo o un edificio completo.

—Dudo que encuentres un edificio completo aquí —murmuró. Lo observé seriamente  intentando que recomponga su compostura y se tome la situación de una manera menos relajada posible.

  —Sabes a lo que me refiero, déjate de bromas. 

Con los ojos en blanco y un prolongado suspiro comenzó a vestirse.  

 —Bien, pero tu darás apoyo moral. Yo iré a ayudar a Dee-Dum.

Lo mire boquiabierta. No le preocupaba exponerse, y yo realmente temía cómo iba a reaccionar la gente que aún estaba sensible con el tema de ver alas. Y más unas de demonio como las de Raffe. 

—¿Seguro?  Deberemos advertir a la gente.

—No es necesario Ryn-Ryn.—Eso sería como una misión suicida. Se me ocurrían millones de escenarios, desde Raffe siendo torturado hasta Raffe siendo escoltado a la hoguera o a que le arrancaran las alas para ser aceptado en el mundo de los humanos, o a la horca o a una guillotina liderada por un verdugo. Sentí un mareo insoportable—. Oye... Penryn, no, tranquilízate. —Me rodeo los hombros y me dirigió hacia una silla. Seguramente mi rostro estaba blanco como el papel—. Bien, bien. Ya deja de pensar en cosas raras, daremos noticia de mi ayuda. Tu hablaras si quieres. Te reconocen, escucharan y cuando vean que estoy contigo no les quedará duda alguna.

Me vestí en silencio. No le di la oportunidad de volver a proponer alguna idea estúpida de nuevo. 

La construcción del S.O.S se llevaba a cabo en el valle del bosque cercano de la última madriguera de los ángeles. Se notaba el arduo trabajo de limpieza nocturna que hicieron, no quedaban escombros que estorbaran, habían dejado el espacio totalmente limpio y en el suelo ya se leía la S y la mitad de la O. Las letras tenían por lo menos cien metros de largo y diez metros de ancho. Me sorprendió la rapidez con la que armaron todo, y me percaté de que había más gente de la que había reclutado ayer.

Comencé a buscar con la mirada a los gemelos, y no me llevó más de cinco minutos encontrarlos. Aquella cabellera teñida de color azul los delató inmediatamente. Estaban parados sobre un montículo alto de escombros supervisando los equipos de trabajo. Se comunicaban mediante megáfonos. 

Ángeles CaídosWhere stories live. Discover now