Capítulo 6.

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Desperté en brazos de Raffe. No estaba segura de cuánto tiempo estuve inconsciente. Me sobresalté.

—¿Paige? —intenté articular pero de mi garganta brotó un hilo de voz.

—Shh, tranquila. Paige ya está durmiendo—cuando notó la pregunta que se avecinaba en mis ojos, respondió con cierto titubeo—. Tu madre... está secándose.

¿Secándose? Pero si mamá no se baña constantemente y recuerdo que ayer fue su baño semanal.

—Veras... tuve que... tuve que sacarla de encima tuyo, no se me ocurría qué hacer para calmarla, tuve que correr a la orilla del agua y tirarla—Dios mio, pero el agua no debe estar en una temperatura razonable—. Fue la única forma para calmarla, Penryn.

Me impresiona la forma en la que Raffe me entiende sin la necesidad de que le hable. Con una sola mirada o un gesto, me comprende.

Por la ventana se podía observar el cielo teñido en un degradé de rosas, púrpuras y azules. Estaba anocheciendo y Raffe aún sigue aquí.

—No has ido con los gemelos—susurro y creo que logra entenderme.

—Debía quedarme contigo—me relaja escuchar eso—. De todos modos ya han terminado la señal.

Recuesto mi cabeza en su pecho y sin darme cuenta vuelvo a dormirme.

Después de ese episodio mamá ya no ha vuelto a delirar. Aunque nuestra relación es más distante que antes, hago lo posible para que Paige y Raffe no se sientan incómodos.

Dee y Dum habían comenzado una radiodifusión informativa del día a día. El sistema era similar al que utilizamos cuando estuvimos con Obi. Cada día era un progreso nuevo. Los profesionales que se encontraban a la deriva en los bosques cercanos, llegaban casi bajo peso, deshidratados y muy cansados. Al ser el potencial de mejora mundial, eran la prioridad en cuanto a comida, agua y un hospedaje. En una semana llegaron a contar casi mil profesionales, de los cuales solo doscientos eran médicos y de esos doscientos, cincuenta estaban en condiciones de comenzar a atender inmediatamente.

Los demás profesionales se dividían entre bomberos, que habían logrado utilizar su cuartel como un refugio; militares, que recurrieron al mismo método que Obi, y arquitectos que estaban totalmente dispuestos a poner manos a la obra para poder sacar de todo el desastre una ciudad.

La ayuda aérea tardo poco más de tres semanas, pero finalmente llegó. Con medicinas, alimentos, bidones de agua y leche. El piloto del aerodeslizador nos dejó un transmisor de ondas a distancia, parecido a un radio, para poder mantenernos comunicados.

A lo que nos dejaron saber, Europa es uno de los continentes menos afectados con la situación y los Reyes están haciendo todo lo posible para racionar sus suministros militares y donativos para repartir entre ciento cincuenta y dos países. Sin mencionar que aún están haciendo un censo para saber cuántas personas quedamos en el mundo.

Y creo que esa no es una cifra que quiera escuchar.

Ya que el trabajo de crear la señal para ser encontrados había terminado, nos dividimos en ocho grandes grupos para buscar materia prima para construir y medicinas. Nos dividimos por zonas: Norte, Sur, Este y Oeste.

Los dos grupos de cada zona se iban juntos, pero uno buscaba en las farmacias y hospitales destruidos y abandonados; mientras el otro equipo buscaba en ferreterías e hipermercados. Raffe y yo estábamos juntos, llevamos un camión que encontramos parado en la carretera para poder meter todo en el contenedor, aunque dudaba que fuésemos a encontrar demasiado.

Aprovechamos para buscar cosas para la casa. Llevamos juegos de vajillas porque mamá lo había destruido todo, sábanas y colchas, ropa para Paige que estaba creciendo, y claro algo de ropa para nosotros y mamá.

Me sorprendí cuando con mi equipo, ya casi a la entrada la medianoche, terminamos recolectando más de lo que pensábamos en hospitales y farmacias. Todd, un chico que vino con nosotros tuvo la idea de cargar algunas camillas y colchonetas para los heridos. Cuando cerramos las puertas del contenedor del camión nos percatamos de que no solo nuestro camión estaba lleno, sino autos y carros de supermercados que la gente había llevado para ayudarse.

Dejamos todo lo que recuperamos en los pabellones de enfermería que habían montado en un gran gimnasio de escuela. Los pocos médicos que podían hacer su trabajo, intentaban estar con cada paciente el tiempo necesario para poder cubrir todo el pabellón que les correspondía. El número de heridos y enfermos aumentaba cada día.

Mamá estada aún más perdida que antes, consideré internarla en un pabellón para que reciba la atención necesaria, pero a cada signo de mejora desechaba la idea.

Los momentos a solas con Raffe se reducían a las noches cuando mi madre y hermana dormían, e incluso debíamos ser lo menos ruidosos que fuera posible. Pero eso con él a mi lado era meramente imposible. Sus juegos iban más allá de las cosquillas, risas y gemidos. Y esta noche no iba a ser la excepción.

A mamá le hacíamos tomar cada noche unos calmantes y Rivotril para dormir, y hoy se encargó Paige de recordarle tomarlas. Cuando llegamos a la casa mi hermana estaba jugando con una muñeca de trapo sucia a la cual le faltaba casi todo el pelo, un ojo colgaba de hilos y su relleno se estaba perdiendo.

—Paige, nena, es hora de dormir —frotando sus ojitos y abrazando lo que quedaba de la muñeca se fue a su cuarto.

Raffe no desaprovechó el tiempo y me obligó a enredar mis piernas alrededor de su cintura, fue hasta el cuarto sin dificultad al no ver.

—Oye, Paige aún está despierta —dije entre besos.

—No fastidies. Ya se durmió —murmuró contra mi clavícula.

Con eso bastó para empujar la puerta de la habitación con mi pierna y cerrarla. Raffe me apretó contra la madera y percibí su naturaleza dura. Desprendió mi pantalón y con ágiles movimientos me despojo de él y me dejo en camiseta y bragas. Sus labios jugaban con los míos y poco a poco percibí el leve vaivén de sus caderas contra las mías. Sus pantalones y mis bragas eran una gran barrera entre nosotros, y lo estaba deseando cada segundo más.

Instintivamente comencé a mecer mis caderas junto a él. A medida que la excitación llenaba cada terminación nerviosa de nuestros cuerpos nuestra respiración inundaba el pesado aire de la habitación.

—Raffe...—imploré entre jadeos para que de una vez por todas nos dirigiera a la cama.

Divirtiéndose con mi ruego y su maldito juego de seducción, muy lentamente se quito la camiseta y recorrió con su mirada desde mi pecho que subía y bajaba irregularmente a causa de mis jadeos, hasta mi boca hinchada por sus besos.

Deslizó una de sus manos por el interior de mi muslo derecho, torturándome con sus suaves y delicadas caricias. Cuando creía que por fin quitaría mis bragas, se detuvo y volvió a recorrer mi pierna desde abajo hacía arriba. Estaba preparada para quejarme cuando volviera a retirar su mano, pero ahogue un jadeo cuando sus dedos pasearon por mi ser desde arriba hacia abajo, sobre las malditas bragas.

—Esta cosa espantosa interrumpe —dijo rompiendo por los lados las bragas y ahora haciendo tacto piel con piel.

¡Por Afrodita! Sus manos hacían magia. Mis ojos automáticamente se cerraron con un suspiro. Sentí como me coloco sobre la cama y luego la sábana caer sobre nosotros.

El ritmo de sus movimientos me estaba volviendo loca.

—Raffe... por favor—mis jadeos cortaban mi voz—. No me hagas esperar más.

Le lancé la mirada más suplicante que logré hacer en aquella circunstancia y en un solo movimiento lo tenía desnudo sobre mí.

Aunque estaba perdida en la excitación y la lujuria que Raffe me provocaba, me detuve mucho antes de que él pudiera hacer algo. Lo empujé de encima de mí y segundos más tarde Paige asomaba su cabeza por la puerta.

—Ryn-Ryn, tengo pesadillas —dijo medio dormida.

Raffe me miro espantado, pero no tardó en cambiar su cara de espanto por un rostro totalmente rojo de vergüenza y unas carcajadas que no podía contener, me reí con el nerviosa por lo que pudo haber visto Paige.

—Me sorprende que no la oyeras —dije buscando la pijama que dejaba debajo de mi almohada. Me coloqué el camisón corto de algodón, levanté a mi hermana y la lleve a su cuarto para acostarnos juntas.

Ángeles CaídosWhere stories live. Discover now