Capítulo 12.

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No está bien. Nada de esto está bien. Ellos no deberían estar aquí. No de nuevo. Mi madre no los puede ver, si no sufrirá un ataque. Paige tampoco los puede ver. El mundo no los puede ver, se volverán locos y la poca paz que tenemos estallará en millones de pedazos.

Observé todo a mi alrededor para asegurarme de que nadie estaba viendo. La pequeña personita que había estado a orillas del mar meditando ya no estaba.

—No pueden estar aquí —murmuré.

—Claro que podemos Hija del hombre, ¿no nos ves? ¡Ya estamos aquí!—sus falsas carcajadas rompieron en mis oídos provocándome nauseas.

—No es momento de peleas, Laylah—interfirió Josiah—. La humana tiene razón, debemos ir a un sitio donde nadie nos vea. Pasar desapercibidos.

—Podríamos ir a la casa.

—No, no podemos Laylah—interrumpió Raffe antes de que yo dijera algo menos educado.

—Entonces vamos al antiguo nido—Josiah había cambiado, era un poco mas serio o quizás algo más civilizado. A lo mejor su visita se debía a que venían a pedir perdón por lo que habían ocasionado, y yo estaba siendo algo dura.

Laylah, Raffe y Josiah levantaron vuelo inmediatamente. No se si habían pasado por alto un gran detalle a propósito o sin querer, yo no podía volar junto con ellos. Para esto si dependía de Raffe, porque había que volar sobre el mar para llegar de una manera rápida, de lo contrario debía costear todo el mar y llegar al nido después de tres horas.

—Hum—carraspeé para llamar la atención—. Raffe... ¿puedes venir un segundo? Por favor.

—¿Sucede algo?

—¿Cómo se supone que yo iré tras de ustedes si van a sobrevolar el mar?—hice mi mayor intento por hablar entre dientes para evitar que los dos ángeles me oyeran.

Pero fallé divinamente en el intento. Porque en lugar de oír una respuesta de Raffe, oí la irónica voz de Laylah lanzando palabras con su arma de doble filo que anatómicamente los humanos conocemos por lengua.

—Es obvio, ¿no?— Raffe sostuvo el puente de su nariz entre sus dedos índice y pulgar, a medida que negaba lentamente—. ¡Oh! ¿No se lo habías dicho Rafael? No estas incluída en los planes, humana.

—Por supuesto que lo estoy... A menos que quieras que haga sonar la alarma para anunciar que dos ángeles están aquí, y que toda la multitud enfadada los ate a tí y a tu amigo albino a un poste en la plazoleta para arrancarles una por una las plumas de sus alas.

—Ella viene —dijo tajante Josiah.

Sobrevolamos el mar. Laylah y Josiah unos metros por delante hablando secretamente. Raffe cargaba conmigo, recordándome la vez que volamos juntos en el infierno.

—No tenías que ser tan cruel —el susurro de Raffe me hacía perder la coherencia de sus palabras.

—Aún sigo enojada contigo.

Se quedó en silencio unos minutos.

—¿Ya terminó tu enojo?

—Si, amor mio. —Pretendía que mi sarcasmo fuera evidente.

—¿En serio?

Al parecer no, no fue evidente.

—No.

Olvidé mi enojo apenas vi y analicé los destrozos que habían quedado en el ultimo nido, cuando se desató el caos. Autos quemados, manchas de sangre, cadáveres... me aferré al cuello de Raffe intentando protegerme de aquella vista.

El gran salón del nido aún tenía luz. Los ángeles visitantes no perdieron ni un segundo para comenzar a hablar en voz alta luego de aterrizar.

—No será fácil. —Laylah miraba fijamente a Josiah.

No estaba segura de qué era lo que no resultaría fácil. Parecían tener una conversación muy importante.

—Hay dos opciones. Ambas son buenas y malas —explicó Josiah—. Personalmente no te recomiendo ninguna, pero quién soy para decirte qué hacer y qué no...

—El consejo nos autorizó a ayudarte sólo por el hecho de que eres un caído. Sabes que si aún fueras un arcángel todo este asunto te estaría prohibido.

—Comprendo —murmuró a Raffe.

Tardé más tiempo de lo necesario para darme cuenta de que Laylah y Josiah se dirigían a Raffe.

Decidí quedarme escondida detrás de Raffe para intentar averiguar sobre qué hablaban antes de comentar algo.

—Sabes que aún por tu cuerpo corre sangre y, por decirlo de  alguna manera, genes angelicales... eso es una dificultad para ti, ya que tu engendro será nefilim. Si ese engendro ocurre, sería como comenzar de cero desde que se liberaron las langostas aquí.

Raffe asentía levemente, mientras Laylah estaba demasiado concentrada explicando como para agregar algún insulto hacia mi.

—Bien, ahora —Josiah tomó la palabra—. Hay cuestiones que ver antes de comenzar, como: ¿tú quieres ser un mortal o ella quiere ser inmortal? ¿Podrán mantenerse en unión durante su inmortalidad, si así se da la ocasión? Recuerda que una vez vinculados no podrán separarse.

¿Mortal? ¿Inmortal? ¿Engendro nefilim? Nada de lo que decían me dejaba tranquila, mucho menos me daba un panorama como para adivinar.

—¿Raffe? —susurré.

—Los dejaremos unos minutos a solas —dijo amable Laylah, y se marcharon dejándonos solos.

—Solo escucha un momento —dijo colocando sus manos en mis hombros y regalándome una mirada llena de amor—. El motivo por el que Laylah y Josiah están aquí es por nosotros.

—¿Qué pueden hacer ellos por nosotros?

—No se si recuerdes Ryn-Ryn, pero soy inmortal —realmente no era algo que tenía presente constantemente—. No quiero vivir solo tu vida para luego quedarme sin ti por el resto de mi eternidad. Necesito que estés a mi lado todo el tiempo, pero el hecho de saber que en cualquier momento puedo perderte me atormenta a cada segundo.

—Siempre estaré a tu lado, Raffe. No importa lo que pase.

—Penryn, eres mortal. Yo no.

Un sentimiento de ansiedad brotó de los más profundo de mi pecho. No quería pensar en Raffe solo en el mundo por el resto de la eternidad.

Yo quería todo de él. Cada minuto de su vida. Si él no moría quería quedarme a vivir su inmortalidad. Si yo moría quería encontrarme con el en la siguiente vida.

—Pero sólo llevaré esto a cabo, si tu lo quieres. No te obligaré a hacer nada que no desees.

—Te deseo a ti, por el resto de mi vida.

Sin darnos tiempo para seguir hablando, los ángeles se aproximaron a nosotros.

—Josiah, dinos qué opciones y riesgos hay.

—Para ser mortal debes renunciar a tu sangre, a las alas, a tu espada y entregar una mezcla de la sangre que brote de la herida de tus alas arrancadas junto con la sangre de las venas de la persona que podría ser tu vinculo.

Mi mente flotaba en un mar desconocido, analizando palabra por palabra.

Laylah paseó por el salón dando la explicación de la segunda opción.

—Vincularse para ser inmortales no será difícil. El consejo analizará la situación moral de ella para ver si se puede alinear con tu moral y así convertirla en una especie de "Angel caído"

—¿Y cómo se presenta ante el consejo? —preguntó Raffe.

—Ella debe morir.

Ángeles CaídosWhere stories live. Discover now