Capítulo 7.

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Ahora que ya no corríamos peligro, mi estado físico había perdido un poco de musculatura y aunque no comía demasiado, porque no había comida como para permitírmelo, había logrado subir unos kilos. Raffe ayudaba a mantenerme entrenada practicando lucha durante las tardes. Pero como se sobrepasaba en cuanto a la poca fuerza que utilizaba conmigo de nada servía.

Necesitaba luchar con alguien que sepa, no con alguien que tema lastimarme. 

Llevaba unos días buscando a la persona que quiera entrenar conmigo pero nadie aparecía. Observé a algunos del equipo de Dee-Dum para ver quién era el que se encontraba más a la defensiva para defender sus pertenencias. Y cuando creí que debía resignarme y abandonar mi búsqueda, la pelea entre Todd y Krum se dio como una respuesta a mis plegarias.

Todd era un chico dos años más grande que yo, delgado, fibroso, rulos oscuros hasta sus hombros y de grandes ojos cafés; en cuanto a Krum, con veintitrés años su tamaño delataba que había estado en algún cuerpo armado durante el ataque de los ángeles, su cuerpo tatuado estaba marcado por sus músculos, medía como mínimo metro ochenta, su rostro angular junto con sus ojos de color tormenta y su semblante imponían los limites para con él. 

Pero eso fue un detalle que Todd pasó por alto cuando, bromeando, estrelló de lleno un pastel de barro en la nuca de Krum. Todo el equipo quedo en silencio mientras organizábamos los medicamentos para cada paciente.

—Será mejor que corras Toddy  —aconsejó alguien a Todd que se encontraba confundido mirando como Krum se levantaba lentamente clavando sus ojos en él.

—Le voy a K—informó Nate a Dee que ya comenzaba a recolectas las apuestas de la pelea que se avecinaba.

—Yo a Todd—dijeron dos.

—¿A Toddy? —se burló un soldado.

—¿Qué no se cansan de apostar? —me entrometí, sintiendo pena por Todd.  

—Nunca—susurró Raffe en mi oído—. ¡Hey, cabeza pigmentada! Voy por Krum —le dijo a Dee.

Todos creímos que sería Krum quien llevaría los primeros minutos de lucha. Pero así fue como todos quedamos con la boca abierta hasta el suelo cuando vimos que Todd parecía ser quien iba a ganar a pesar de su delgadez. Pero luego, cuando Krum comenzó a propinarle golpes de muerte, me convencí de que solo lo estaba dejando sentirse bien.

Me alarmé cuando la cara de Todd estaba tan hinchada y morada que parecía que en cualquier momento explotaría. Krum estaba cegado por el frenesí y la excitación de la pelea, y continuaba golpeándolo aunque él ya estaba desmayado. Nerviosa miré a mi alrededor, percatándome de que nadie se movía para sacarle de las manos el cuerpo inerte. Era evidente que ya debía acabar.

Esperando no cansarme demasiado rápido, me levanté de un salto y corriendo me subí a su espalda cruzando un brazo por su cuello y ayudándome con el otro para hacer presión. Sentí cómo se tensaba bajo mi brazo.

—La pelea ya terminó—dije entre dientes.

Lo observé soltar el cuerpo de Todd y estirar las manos para tomarme por los hombros, tirar su torso para adelante y darme vuelta sobre mi espalda. Caí con un golpe seco y el aire abandonó mis pulmones unos segundos. Aproveche su posición gacha para estirar mis piernas sobre mi cabeza y hacerle una llave en el cuello. Su rostro colorado por la furia, dejaba entrever el cansancio que presentaba, pero eso no le impidió tomarme por la cintura y deshacerse fácilmente de mí para mecerme en una clara señal de que me arrojaría contra alguna de las mesas.

—Bueno, K, entendimos que tú eres el hombre. Ahora suelta a la chica—se amplificó la voz de Dum por el megáfono.  

—¿Chi...chica? —murmuró Krum. Su rostro tomo una expresión aterrorizada cuando me miró entre sus brazos y se dio cuenta de que realmente peleaba con una chica—. No peleas como chica.

—Machista liberal —murmuré sacudiendo mi ropa. Bien, había encontrado con quién debía entrenar. Ahora debía informárselo—. Te necesito.

—¿A mí? —dijo señalándose y abriendo sus muy desconcertados ojos.

—Si. Mira tengo un gran problema, y lo que hice fue para ponerte a prueba. Eres el indicado.

—Cómo que ponerme a prueba

—Te golpeé, me golpeaste, no te importó que yo sea mujer.

—¿Eres una especie de masoquista? —Frotando su nuca mantuvo distancia.

—Claro que no —me reí.

—Entonces qué quieres.             

—Alguien con quién entrenar.

—¿Precisamente yo? —miró de reojo a Raffe—. Por lo que sé, entrenas con eso.

—Si, mira, ESO es mi novio—comenzaba a enojarme, esta vez en serio. El hecho de que Raffe no sea humano, no le da derecho a este idiota de tratarlo de cosa—,  y es algo sobre protector y cuidadoso. No me ayuda con su fuerza, evita golpearme fuerte, eso impide que de mi máximo a la hora de pelear. ¿Entiendes, grandote?  

Su cabeza asentía levemente, mientras analizaba palabra por palabra lo que iba a decirme.

—A  las 7 a.m. todos los martes en el gimnasio abandonado.

—¿Solo los martes? —claro que eso me serviría mucho menos que mis peleas con Raffe.

—Bien —sus manos se alzaron el aire en un gesto de suplica—. Lunes, miércoles y viernes, de siete a nueve y media. Y no hay objeción que valga.

Bueno, no me dejó lugar a objetar ya que se marchaba sin esperar mi respuesta. Pero no me quedé callada.

—Será un placer trabajar contigo —saqué mi dedo medio sabiendo que no podía verme.

El trayecto hasta la casa fue agotador, y lo fue aún más cuando las quejas de Raffe, al enterarse de mi entrenamiento con Krum, colmaron mi paciencia y comenzamos a discutir.

No era fácil hacerle entender de que necesitaba activar mi cuerpo de nuevo.

—Casi te mata hoy —Raffe peinaba su cabello con sus dedos. Clara señal de que estaba perdiendo la paciencia. Pero eso no me importaba, había tomado una decisión y no iba a cambiar de parecer porque a él no le gustase la idea.

—Pero no fue así.

—Pudo serlo si no lo hubieran detenido, ¡estaba enceguecido!

—Lo tenía bajo control, Raffe.  

—¿Y si te hubiera pasado algo?—maldita sea, comenzará con su psicología—. No puedes hacerlo Penryn. No lo conoces, no sabes sus tácticas ni sus movimientos.

—Justamente por eso buscaba a alguien ajeno a mi entorno. Contigo ya no puedo, conozco todos tus movimientos y reacciones.

Pensaba demostrarle que se preocupaba demasiado por mí. Comenzaba a pensar que él me creía incapaz de protegerme a mí misma. ¿Es que todos los meses anteriores no le bastaron para darse cuenta? ¿Cómo piensa sino que sobreviví meses al ataque de los ángeles antes de conocerlo?  

—Me niego. Puedo cambiar mis tácticas si quieres...

—Raffe.

—Mejoraré mis movimientos y reacciones. Si quieres podemos incorporar obstáculos o armas...

—Basta, Raffe. Es una decisión tomada.

—O tal vez pueda...

—¡Rafael! ¡Lo haré y listo! ¡Ya quedé con Krum durante la semana!—Mi grito lo paralizó. Como yo, no se lo esperaba—. Oh por Dios... Raffe, lo... lo siento, tu no me estabas escuchan...

—Es una decisión tomada, Peryn. Entiendo.

Su frialdad me golpeó directo en el pecho. 

Continuó su camino mientras yo me quedaba petrificada unos pasos atrás pensando en lo que había hecho. Jamás le había gritado de esa forma, ni me había planteado hacerlo. Solo brotó de mí.

—No quise hacerlo. Lo siento. —Murmuré pero estaba tan lejos que ya no me oía. Me sentía terrible.

 

Ángeles CaídosWhere stories live. Discover now