Capítulo 1

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Alejandro Muñoz

A Maryan
Mi Único y Verdadero Amor
A la Niña, la Mujer, la Creadora...
La que comienza en estas líneas y para describirla
no alcanzaría el Infinito...








Hacía mucho tiempo que los campos de trigo habían sido cosechados y ya no le recordaban al oro del cabello de su amigo el Principito. El Zorro daba vueltas y vueltas tratando de encontrar un lugar para dormir pero ninguno era lo suficientemente cómodo. Estaba inquieto y no encontraba la razón. Se sentó y contempló las estrellas. Hacía días que las miraba antes de dormir y luego, aunque incómodo, lograba descansar un poco.
De inmediato y con un sobresalto, se dio cuenta de cual era la causa de su falta de sueño: extrañaba al Principito, su amigo, quien lo había domesticado y se habían vuelto únicos el uno para el otro. Al desaparecer los campos de trigo, porque allí nadie volvió a sembrar trigo nunca más, no podía recordarlo cada día como lo hacía antes. Esta era la razón por la cual no podía dormir.
Recordó el manzano donde se vieron por primera vez y fue hasta allí, aunque más no sea para revivir aquel primer encuentro y tal vez dormir un poco. Miró de nuevo las estrellas y con melancolía, lentamente, se dejó vencer por el sueño.
Los primeros tibios rayos de sol lo despertaron. El Zorro se levantó y decidió ir en busca de las rosas para no sentirse tan solo y poder conversar con alguien acerca de lo que le ocurría. Era tal la melancolía del Zorro que hacía varios días que las gallinas y los cazadores ya no le preocupaban. Incluso estuvo casi a punto de ser cazado por andar distraído a causa de su tristeza. Podría decirse incluso que las gallinas que antes acechaba le habían perdido el temor por completo.
Las rosas conversaban animadamente cuando notaron la presencia del Zorro, porque como todo el mundo sabe, las rosas se despiertan muy temprano.
-Buenos días - dijo el Zorro sin ocultar su ánimo.
-Buenos días- respondieron a una sola voz.
- ¿Qué es lo que te sucede?- dijo una de las rosas que estaban en la primera fila.
-Extraño a mi amigo, el Principito, ustedes lo conocieron...-
-Por supuesto que lo conocimos - dijo la misma rosa y agregó:
- Bueno sería que no nos lo recordaras, nos trató muy mal la última vez que habló con nosotras. -
-No comprendo por qué dicen eso de mi amigo, él ha sido muy bueno conmigo-
-Habló muy mal de nosotras, nos dijo que no éramos nada, que éramos bellas pero vacías y que nadie daría la vida por nosotras. Dijo que su rosa sí era única. Nos hizo ver que nosotras no somos únicas para nadie. -
-No lo culpen- dijo el Zorro. -Él se sentía muy triste porque creía que su rosa era única en el mundo y que no existían otras rosas. Al verlas a ustedes supuso que su rosa lo había engañado al decirle que era única, y se sintió triste, igual que yo me siento por su ausencia. Pero entonces yo le expliqué que su rosa era única porque él le había dispensado los cuidados que ella necesitaba y se habían domesticado mutuamente, de esta forma se habían vuelto únicos el uno para el otro. -
-De todas formas no tendría que habernos hecho notar que no somos nada para nadie, eso nos ha puesto muy tristes y ahora no sabemos qué hacer. -dijo la rosa visiblemente ofuscada.
Luego de decir esto, la rosa que hablaba con el Zorro se largó a llorar y al instante todas las demás hicieron lo mismo. Era un espectáculo muy particular ver más de cinco mil rosas llorando al mismo tiempo. El Zorro se sintió muy mal y no sabía qué decirles para detener el llanto y la tristeza de más de cinco mil rosas. Entonces se le ocurrió algo que quizá funcionaría.
-Tal vez pueda decirles algo que las haga sentir mejor, pero tienen que escucharme por favor. -
Las rosas comenzaron a detener su llanto de a poco y prestaron atención al Zorro.
-Es verdad que son muy bellas y eso es también a causa del jardinero que las cuida y se encarga de que no les falte nada, ¿no es cierto? -
Las rosas se sintieron tan halagadas que se sonrojaron y murmuraron entre ellas hasta que por fin respondieron que sí al Zorro.
-Pero como para el jardinero este es su trabajo y su obligación tal vez no signifiquen nada para él más que eso. -
Las rosas murmuraron una vez más entre ellas hasta que asintieron a lo que el Zorro les decía.
-Si quisieran ser únicas para alguien deberían domesticarse unas a otras, con la de al lado, con la de atrás y con la de adelante. -
- ¿Pero qué significa domesticar?-preguntó la rosa de la primera fila que había hablado primero.
-Como le expliqué a mi amigo el Principito aquella vez, domesticar significa crear vínculos, y a partir de esto uno se vuelve único para el otro, de lo contrario ustedes no serían diferentes a otras rosas que haya en otros jardines. Pero al crear vínculos entre ustedes, al domesticarse, se volverán únicas las unas para las otras y dejaran de ser simples rosas iguales a cualquiera.
El murmullo se convirtió en admiración, luego en alegría y después en risas. Pero la rosa de la primera fila parecía tener cierta preocupación y preguntó al Zorro.
- ¿Y qué sucederá cuando una de nosotras se empiece a marchitar y la otra no? Si creamos vínculos y nos volvemos únicas para la otra, sufriremos mucho cuando una u otra se marchite antes. -
-Cuando eso suceda, con una o con otra, la corteza de aquella que se marchite quedará en el lugar y su perfume persistirá para que la otra no la olvide y pueda recordarla cuando quiera. Pero lo más importante de todo es que renacerán en el mismo lugar, por lo que la tristeza no durará mucho. Se tendrán la una a la otra para siempre. -
Las rosas se emocionaron hasta las lágrimas al saber que nunca más serían como cualquier otra rosa de cualquier jardín. A partir de ese momento serían importantes y especiales para alguien. El Zorro, sin embargo, no podía sacarse la sensación de tristeza por la ausencia de su amigo, el Principito. La rosa de la primera fila, al ver esto, se conmovió por su tristeza y le dijo:
-Tú también podrías domesticarnos a nosotras y nosotras a ti, así seremos siempre especiales entre nosotros, ¿qué dices?-
El Zorro la miró un instante y se dio cuenta de que todas habían comprendido su tristeza. Ellas lo miraban expectantes.
-De acuerdo, así lo haremos. Vendré todos los días a la misma hora así mi alegría y mi disfrute comenzarán una o dos horas antes de encontrarme con ustedes. Pero de todas formas no dejaré de buscar la manera de ver una vez más a mi amigo el Principito. -
Todas las rosas desbordaban de alegría, bailaban sobre sus tallos y cantaban, porque entendieron que nunca más se parecerían a cualquier otra rosa en el mundo.


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