Capítulo 11

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El Principito ya había caminado bastante para llegar al lugar donde debería encontrar a la Serpiente. Lo sorprendió ver una figura que le resultaba familiar. Se fue acercando y efectivamente, era el Aviador.
¿Otra vez se descompuso tu avión?-
¡Sabia que te encontraría!-dijo el Aviador con gran alegría.
¿Qué haces aquí? ¿Se descompuso tu avión?-
No, no se descompuso. He venido al lugar donde se averió la vez que nos conocimos para encontrarte. Y te he encontrado, eso significa que he aprendido a ver lo invisible, lo invisible para los ojos. -
Sólo se puede ver bien con el corazón. -
El Aviador sonrió al escuchar esto, pues le traía el recuerdo de su primer encuentro y el relato del Principito sobre el Zorro que le había enseñado eso.
Por eso he venido, mi corazón me dijo cómo encontrarte. Pero, ¿por qué no has vuelto a tu planeta?-
No lo sé. La serpiente había prometido devolverme a mi planeta, sin embargo desperté en otra parte. -
¿Dónde despertaste?-
Estuve en una ciudad donde los hombres sólo vivían para sus obligaciones y no tenían amigos ni lograban ser felices a causa de esto. -
¿Sabes dónde es esa ciudad?-
No, no lo sé. Desperté ahí cuando debía haber llegado a mi planeta.
No quisiera decir esto pero te advertí que las serpientes no eran de fiar. -
Debe haber una explicación para que aquello no sucediera.
¿Y cómo saliste de aquella ciudad?-
Fui a la estación de trenes y me subí a un tren sin saber dónde iba. -
¿Y a dónde llegaste?-
Llegué a una extraña ciudad donde todos los hombres eran jueces y condenaron a un hombre por usar su imaginación. Eso me pareció muy injusto así que le dije a uno de los Jueces que eso estaba mal y comenzó a decir que si usaba mi imaginación me encerrarían como aquel hombre, así que tuve que huir. -
El Aviador escuchaba sus relatos con gran placer. En su primer encuentro no había llegado a dimensionar del todo al Principito y le costaba comprender lo que él era. Pero en ese momento sentía que disfrutaba cada palabra de la aventura que él le relataba, como si el tiempo hubiera desaparecido y el instante se hubiese vuelto infinito.
El Principito le relató las curiosas ciudades en las que estuvo y los extraños adultos con los que se encontró. Cualquiera que lo escuchara ingresaba, de inmediato, en una atmósfera mágica.
Al escuchar su relato notó algo que le había llamado poderosamente la atención: el Principito ya no hacía tantas preguntas como antes. Como si ya no tuviera necesidad de hacerlas. Eso le preocupó, porque esas cosas las hacen los adultos. Los adultos sólo tienen respuestas, nunca tienen preguntas. Como si haber llegado a adultos los hubiera hecho olvidarse de seguir descubriendo cosas. Es por esto que pareciera que los adultos lo saben todo, porque ya no tienen más preguntas con respecto a la vida. Esto preocupó al Aviador, porque tuvo miedo de que el Principito se volviera como los adultos.
He aprendido muchas cosas-dijo el Principito.
Ya veo. -contestó el Aviador sin saber cómo preguntarle acerca de lo que le preocupaba.
Ya puedo volver a mi planeta y comprender a mi rosa, como antes no pude hacerlo. Además debo volver porque he dejado de cuidarla y se ha entristecido. Y los baobabs amenazan con hacer estallar mi planeta. ¿Y a tí qué te sucede?-preguntó el Principito al notar cierta preocupación en el Aviador.
Creo que has aprendido muchas cosas y eso es muy bueno. Pero creo también que antes hacías más preguntas y temo que dejes de hacerlas, como las personas adultas que creen saberlo todo porque ya no se preguntan nada.-
El Principito lo pensó un instante. Sentía que parte de eso era verdad. Sin embargo, trató de explicarle al Aviador lo que él sentía para que no se preocupara.
Durante mi viaje por las ciudades he aprendido muchas cosas. Y descubrí que al responder las preguntas que aquellas personas me hacían, tenía una agradable sensación de decir lo que creía que era correcto, a diferencia de lo que ellos decían que era correcto. No temo volverme como los adultos. Los adultos no sólo se han dejado de preguntar, su problema es que ya no imaginan ni juegan como sí hacen los niños. Tampoco permiten que algo no sea razonable. Todo tiene que ser razonable para ellos si no, no pueden darle crédito. No creo que eso me suceda. Yo creo en lo que no es razonable.
Espero que nunca dejes de creer en lo que no es razonable. Gracias a ti, yo he aprendido eso. -
Ya es momento de que regrese a mi planeta. -
El Aviador se apenó por la despedida. Una pequeña lágrima rodó por su mejilla. El Principito comprendió su tristeza y quiso consolarlo.
He conocido a un hombre que se ocupa de observar las estrellas con un artefacto muy especial. Él ama las estrellas tanto como yo, por eso las observa. Él me dijo que había descubierto mi pequeño planeta con su artefacto y que ahora podía verlo mucho mejor. Está aquí en este desierto, si lo encuentras podrás verme cuando tú quieras y te asegurarás de que he llegado a mi planeta y que todo marcha bien. -dijo el Principito para reconfortarlo.
¿Pero cómo encontraré a ese hombre? El desierto es muy grande. -
Sólo debes ir en la dirección correcta. Y te aseguro que lo encontrarás como me has encontrado a mí: viendo con el corazón. -
Tienes razón. ¿Y qué harás con el cordero?-
Lo conservaré. Siempre quise tener un cordero, pero ya no lo necesito para que se coma las raíces de los baobabs, esa es mi responsabilidad. Dejaré que ande por mi planeta y haré que la rosa lo domestique, de esa forma lograré que el cordero no se coma mi rosa. -
El Aviador y el Principito se dieron un profundo abrazo.
¿Estas seguro de volver a buscar esa serpiente?-
Sí, lo estoy. Ella me ha dado su palabra de devolverme a mi planeta y estoy seguro de que así lo hará. Debo partir. Adiós. -
Adiós. -
El Principito comenzó a alejarse. El Aviador se quedó mirándolo unos instantes, luego encendió el motor de su avión y emprendió camino en busca del Astrónomo.


En Busca de El PrincipitoWhere stories live. Discover now