Capítulo 7: Sin respúestas

344 45 2
                                    


Sentía la presión en su pecho, su vista nublandose, cómo se cerraba su garganta y cómo perdía el control de su cuerpo, no, no era él, ahora era otro.
De pronto, absoluta obscuridad. La sensación de vértigo instantánea perduró hasta que volvió a abrir los ojos; aún con la agitación en la sangre y los latidos de su corazón entonando un ritmo lúgubre, se sentó en la cama.
Inhaló fuertemente al encontrarse a salvo en el cuarto del castillo, después de todo, le resultaba complicado caer en el drástico giro que los sucesos de su vida habían pasado.

Examinó la habitación, descubriendo una muda de ropa sobre una mesita a un lado de la puerta: se trataba de una camisa azul, unos pantalones marrones, botas del mismo color, un chaleco y un cinturón; parecían ser de su talle. Se colocó las prendas sin pensarlo dos veces y salió de la habitación algo sigilosamente.

- Ah!, Kageyama! Buenos dias! - Bien, quizás no fue lo suficientemente sigiloso.

En el balcón, al final del largo corredor blanquecino que conectaba su habitación con el resto de habitaciones del palacio, un sonriente Hinata le saludaba. ¿Porque tenía que ser tan ruidoso?.

Caminó hasta llegar a su lado y dejó reposar sus codos en el balcón, observando el desconocido paisaje. Depósito su vista en la espalda de Hinata, ahora cargaba el robusto mandoble que les había dado "El Solitario" de Datekou, en una vaina junto a una correa que le atravesaba el torso y lo ayudaba a soportar el peso del arma, además que llevaba un aro dorado en forma de tiara que decoraba su frente; el mandoble lo hacía ver realmente pequeño, a pesar de no superar su altura, Kageyama dudaba que el muchacho pudiera blandirlo.

Ahora que lo miraba mejor, no solo por su tamaño el cuerpo de Hinata era como el de un niño de primaria: tenía unos ojos grandes acaramelados y el cabello anaranjado y revuelto, dándole una apariencia infantil.

- ¿Qué tal tu primera noche en Karasuno, Kageyama-Kun? ¿Dormiste bien? - Preguntó Hinata, orgulloso de tener un nuevo compañero en el reino.

Sin embargo Kageyama parecía más interesado en el rostro del joven cuervo, extendiendo el brazo y sacudiendo su cabellera de forma veloz y algo violenta.

- O-Oye!! Duele! Kageyama, idiota! - Gritaba el pelinaranja lanzando manotazos al aire, intentando zafarse del agarre desesperadamente.

Kageyama se detuvo a observarle; Hinata lo copió, clavandose en sus ojos azules, casi sintiendo como su cuerpo era sumergido en el oceano. A Hinata le gustaban los ojos de Kageyama, no se veian tan hostiles cómo los de sus vecinos felinos y los rodeaba ese azul ambisioso que no habia visto siquiera en los lujosos campos del norte. El corto periodo de tiempo que pasaron de ese modo -periodo que no podria haber llegado al segundo, creo yo- fue suficiente para estudiar los rasgos del contrario en su totalidad. Soltó al cuervato y siguio caminando a modo de explorar el castillo.

Hay que decir que no todos despertaron de buenos modos esa mañana, este era el caso de Tsukishima Kei, quien se pasó toda la noche investigando las funciones de su nuevo par de extremidades y reflexionando sobre su situación. No podía quedarse ahí, tenía que encontrar la forma de volver cuanto antes; y aún despues de la oferta del anterior monarca de los cuervos, no podía permitirse confiar en aquellas bestias semi-humanas. Durante toda la noche se mantuvo examinando sus alas, intentando escuchar algo extraño en el silencio de la noche y preguntandose todo tipo de cosas: ¿Cuantos eran? ¿Cómo llegaron a organizarse de ese modo jerarquíco? ¿De que se alimentaban?, no había visto a ninguna hembta ¿Sólo había "hombres"? Si eran pacificos, ¿porque llevaban armas?...La falta de sueño ya estaba cobrandole factura.

Sintiendo sus parpados pesados y el molesto frescor alrededor de sus ojos, decidió que debía dormir antes de que lo llamaran para alguna cosa, pero antes de eso, tenía que comer algo, pero su cuerpo no se lo permitió, Tsukishima cayó plenamente en el sueño. Los quejidos de su estomago ya se volvían inaguantables cuando se despertó al poco tiempo. Para su suerte, el consejero real se apareció detrás de la puerta despúes de llamar a la puerta con tres leves golpecitos.

INCANDESCENCIAWhere stories live. Discover now