Capítulo 11: Gatos

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- Sorprendente! Entrenaste bien a tus chicos, Yaku. - Dijo Sugawara adelantandose hasta llegar al lado de el jóven de baja estatura.

- Sugawara - Contestó a modo de saludo, la sorpresa se dibujaba en su rostro - Me habían llegado informes sobre las sombras, pero verlas con los propios ojos...

- De hecho, están pasando muchas más cosas extrañas...

- ¿Quienes son ellos? - Preguntó Yaku cuándo el gentío que acompañaba a Suga se acercó.

- A eso me refería...

- Sugawara, señor, dicen que ha dejado el trono, ¿es eso verdad? - Preguntó un jóven de mirada penetrante y el cabello oscuro muy corto. Al igual que los otros que lo rodeaban (a excepción del grupo de los semi-humanos y los cinco cuervos que los escoltaban) llevaba un par de orejas puntiagudas y estaba montado sobre un enorme felino que se veía cómo un leopardo.

- Veo que los rumores viajan rápido - Dijo Sugawara mientras le dedicaba una sonrisa - Es verdad, el nuevo rey es él - Señaló a Daichi - Es un humano.

Después de la mirada de asombro general y el desorden que se causo entre los gatos, estos los guiaron a su reino. No caminaron casi nada cuándo se toparon con los grandes muros de Nekoma, no eran tan altos ni se veían tan resistentes cómo los de Datekou, pero aún así eran increíbles.

A pesar de que Nekoma y Karasuno eran reinos aliados, gran parte de la población miraba curiosamente a los extranjeros, dándoles un aspecto hostil. Kageyama estába muy concentrado en los alrededores, que no pareció advertir que acababan de cruzar el arco de entrada de un gran castillo de arenisca un poco más grande que el de Karasuno, sin embargo, a pocos pasos de haber entrado, Sugawara le explicó que Daichi, el rey de Nekoma y él tenían que hablar a solas y les indicó a todos que esperen, antes de irse, el rey de los gatos les dió permiso de pasearse por el castillo a sus anchas -mientras no sean demasiado entrometidos-.

Así que ahora Kageyama se preguntaba cómo había terminado sentado en el salón principal de aquel castillo, mirando a unos metros de distancia cómo Hinata intentaba, sin éxito, mantener una conversación fluída con el jóven de Nekoma que los había acompañado junto a su rey todo el camino. Lo recordaba, había seguido a Hinata al ver que corría intentando alcanzar al distante personaje y se habían pasado todo el camino discutiendo, de pronto se lo encontraron sentado en el salón evitando mirarlos, cómo pretendiendo ser invisible y así estaban ahora.

Kageyama se fijó en el gato, su cola se movía de un lado a otro en un vaivén interminable, se veía nervioso, sacudía su extravagante cabello bicolor de un lado a otro intentando ver mejor a Hinata y evitaba dirigirle la mirada. Cada tanto, Kageyama apreciaba cómo su boca articulaba difícilmente las palabras, ya que apenas se movía y hasta el momento, hubiera jurado que jamás la había abierto. En un descuido sus miradas chocaron, los hombros del gato se tensaron y se sobresaltó cuando Hinata volvía a hablarle, entonces Hinata se giró hacía Kageyama y su conversación se volvió más dinámica, era más que obvio que estaban hablando de él.

Habían pérdido pistas de los demás, salvo por Bokuto, Kuroo y Tsukishima, que se encontraban en la otra punta del salón, al pie de una escalera que daba al segundo piso. Al parecer Tsukishima se había sentado allí buscando un momento de paz y había fallado, porque el molesto par lo había encontrado y no paraban de proponerle planes disparatados, cómo acariciar a los familiares de los gatos, buscar las cocinas o robarse un florero. Para su mala suerte, Ennoshita pasaba junto a Yamaguchi en ese momento y tanto Bokuto y Kuroo cómo Tsukishima se llevaron un buen sermón sobre no poner en juego la alianza de los reinos y lo importante de comportarse adecuadamente. En cuanto éste se fue, Kuroo retuvo a Yamaguchi en busca de una nueva víctima y junto a Bokuto mantenían una conversación seguramente similar a la que tenían minutos antes con Tsukishima, pero por la altura de ambos (que parecía superar el metro ochenta) y la actitud nerviosa de Yanaguchi, se veían más bien cómo un par de delincuentes intimidando a un pobre jóven. No pasó mucho hasta que Tsukishima se unió a la charla, que se tornó en discución y Yamaguchi escapó disimuladamente arrastrándose junto a la pared, visiblemente agradecido con el rubio.

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