Capítulo 8: Bajo ataque

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- Astucia no le falta, mi señor, ¿o quizás tan sólo fue suerte?

Ennoshita giraba alrededor de la larga y robusta mesa principal del gran salón, rodeada de sillas de gran altura y luciendo en cada detalle el escudo que los definía cómo cuervos de entre las otras Toramune: La caracteristica ave negra, sobre una tela del mismo color bañada en un paisaje de tonos anaranjados, cómo los que rodeaban el casillo y en el fondo, un sol brillante naciente asomandose.

Entre la duda y la esperanza se le hacía difícil ocultar el agradable sentimiento de la alegría ajena, podía oler las emociones de su antiguo rey desde la distancia.

- Quizás tan sólo destino - Soltó Sugawara recorriendo los bordes del impotente trono que le había servido cómo medio de poder y autoridad frente a las adversidades todos éstos años. - Y ahora no tienes porque llamarme "señor", consejero, hace cuanto nos conocemos? sé un poco más cálido! -

- Pfff, entendido. Será difícil pero me acostumbraré, Suga - Contestó junto a una corta risilla de esas que casualmente dejaba salir a la luz y por al menos un segundo, decidió dejar a un lado las preocupaciones y se sentó en una de las altas sillas a conversar con su viejo amigo cómo lo hacían en otros tiempos.

-

- ¡Sawamura!

Daichi detuvo su recorrido y espero a que sus compañeros lo alcanzaran. Le reconfortaba saber que esos tres estaban bien.

- ¿Qué tal te fue en tu primera noche cómo rey de esta locura? - Preguntó Kuroo, recuperando el aliento.

- Bueno, no estuvo tan mal - Contestó con una cálida sonrisa, llevándose la atención de los tres, que jamás le habían visto una expresión de ese tipo.

- Oh ~ Sawamura-San está rojo! - Rió Lev, señalando el rostro de Daichi.

- Vaya, vaya!, ¿Qué es tan fuerte cómo para avergonzarte? -

- No importa, siganme -

Evadiendo la pregunta de Bokuto, Daichi conducía a los tres hacia una sala que antes había identificado cómo el salón principal, con el plan de encontrarse allí con el resto de sus compañeros.

En el salón, Aone se mantenía firme observando a Ennoshita y Sugawara, que se sentían algo intimidados; Tanaka intentaba sacarle al menos una palabra, pero hasta ahora no pasaba de gestos y sonidos guturales. Iwaizumi mirando fijamente hacía la ventana por quien sabe cuanto tiempo. A un lado de todo esto, Tsukishima -quien acaba de llegar- hablaba con Ennoshita -y un recién despierto Asahi que no se ubicaba en la conversación- acerca de la comida que dejaron esa mañana en su cuarto, el consejero se ofreció a pasarle un par de recetas para cuando regresara a su hogar.

La atención de todos fue dirigida a la puerta cuando ésta se abrió instantáneamente dejando entrar a Daichi, seguido de Lev, Bokuto y Kuroo. Ennoshita y Sugawara le dedicaron una breve reverencia al primero, que discutía internamente con el mismo, buscando alguna divina señal que le indicara si ahora debía de devolverles la respetuosa reverencia o no hacer nada.

- Al fin llega, excelencia - Comentó Sugawara, repasando con la mirada al resto de presentes, para volver a depositarla en los ojos del Rey. Daichi captó el mensaje, ya la mayoría estaba allí y el llevaba un buen tiempo dando vueltas.

- Disculpen, el castillo es tan grande que terminé perdiendome - Contestó avergonzado; Suga le dedicó una amplia sonrisa, enseñando su blanquecina dentadura. La sinceridad con lo que lo decía, Suga lo encontraba simplemente adorable.

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