Capítulo 3: "A la décima desgracia me gano un peluche"

53.8K 2.3K 254
                                    

«Ponte de rodillas».

«¿Jack, pero qué...?»

«Hay algo que quiero mostrarte».


Susana y yo permanecemos inmóviles mientras observamos el revuelo que hay a nuestro alrededor. Personas corren de un lado a otro, hay papeles volando, algunos desordenan sus cubículos con desesperación. Juraría que acabo de ver a un tipo gatear por el techo.

El escenario es una combinación entre el climax de una película de terror y la batalla final de una guerra. Hay gente gritando, chillidos agudos, música de fondo que eriza el vello y varios rostros empalidecidos. Otros sudan como si estuvieran desactivando una bomba, o agarran los ratones de sus computadoras como metralletas para aniquilar al enemigo llamado pantalla.

Logramos llegar hasta Isabela, quien se encuentra sentada escribiendo con tanta concentración que parece que se le van a salir los ojos.

—¿Se puede saber qué ocurre aquí? —pregunta Susana mirando a todos como si se hubieran vuelto locos.

—No puedo terminar, tengo que hablar esto.

Obviamente está extraña y por el color de su rostro diría que entra al grupo de terror. De repente me entra el miedo, con un maníaco presentimiento de que mi amiga es la asesina misteriosa de la que nadie nunca sospecha por ser tan linda con los demás.

—La revista está siendo investigada. —dice Beatriz, que asoma la cabeza por medio segundo.

Susana y yo nos miramos las caras y de inmediato corremos hacia ella.

—No nos han dicho nada —continúa desarreglando su cubículo, como si buscara algo—. Jeff lo oyó de su amigo que trabaja cinco pisos más arriba, quién leyó un memo de su compañero de contabilidad, cuya novia tiene de hermano a uno de los ejecutivos, este asegura que no se trata de cualquier investigación. Es peor y lo más seguro es que sea la última que tengamos.

—¿Qué insinúas? —Susana se pone nerviosa mientras yo sigo sacando la cuenta, ¿Jeff es la novia de quién?

—Es posible que perdamos nuestros empleos. —Mete la cabeza debajo del escritorio, y me aseguro de prestarle atención por si sorpresivamente abre alguna compuerta secreta que tenga allí abajo.

Las siguientes horas el terror sigue azotándonos para que nos pongamos a trabajar como esclavos. Nuestro rendimiento laboral supera el máximo cada vez que ocurre esto.

Y ha ocurrido antes, dos veces.

La primera vez fue por malversación de fondos. Era prácticamente nueva cuando pasó, como una virgen que está a punto de tener sexo. Le dicen que no dolerá tanto, que terminará bien, ¡patrañas! El abogado encargado de nuestro piso me despellejó como si fuera una gallina muerta, sin tacto, sin importar que se tratara de mi primera vez.

Desde entonces aprendí dos cosas: a no creerle nada a nuestros superiores y a no confiar en los abogados.

Se llamaba Mark, llegó con su traje de marca, su cabello de mil quinientos dólares, y su sonrisa creada por entes alienígenas. Claro, todo fue una fachada para agarrar confianza, para que no pensemos que era malvado, y cuando menos me lo esperaba ¡pum! Atacó con sus interminables preguntas, casi todas personales.

Me mostró los archivos que tenía sobre mí, lo que saqué en el kinder, lo que tardé en aprender a usar la bacinica, hasta conocía sobre parientes que ni yo sabía que tenía. Fue una pesadilla, una muy larga pesadilla.

Ahora es peor, algo que no creí posible. La compañía demandante es una reconocida internacionalmente y están afiliados a una de las mejores firmas de abogados del planeta. Nunca ganaremos.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora