Capítulo 29: "Con esas no me meto"

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«¿Amelí, estás bien? ¿Te hizo algo ese hijo de pe***? ¿Cómo se atreve a decirte que vengas sola al gimnasio?»

«Max, estoy bien, él solo... él solo quiso decirme que le gusto».

«¿A dónde se ha ido el cobarde ese? Para voltearle la cara cincuenta veces».


Yo soy tu padre.

Hasta la vista, baby.

¡Soy el rey del mundo!

Frases que marcaron mi vida y que no olvidaré ni cuando esté descomponiéndome veinte metros bajo tierra. La razón es porque estas frases fueron dichas en el momento perfecto, y fueron pensadas para decirse del modo indicado.

Entonces me pregunto si también pasa en la vida real, si de repente las palabras adecuadas se impulsarán por mi esófago como si se tratara de vómito, y yo solo debo mantener la boca abierta para que salga al igual que un eructo.

Aquí me encuentro, en el momento perfecto, con el silencio dándome la señal de que es mi turno para decir algo, para soltar la frase que quedará en la historia por los siglos de los siglos amén.

Pero no me sale nada. Nadita. Ni aunque pujara un pedo me saldría. Creo que ni estoy respirando. ¿Ya morí? ¿Será que mi entierro se ha adelantado más de la cuenta? ¿Estoy perdiéndome las palabras de pésame de mis amigos por andar pensando en algo que bien ya no importa porque he muerto?

¿Morí?

—¿Señorita Thompson?

¿Dios?

—Acaban de trasladar al señor Barnett a una habitación privada, ¿desearía verlo?

—¿Qué?

Me levanto lentamente de la silla en la que olvidaba haber estado sentada las últimas horas, y es cuando le doy sentido a lo que tengo a mi alrededor.

El doctor, cuya primera impresión que me dio fue la de ser un actor ya que su apariencia es demasiado apuesta para hacerme dudar de sus habilidades, está parado frente a mí, diciéndome que Max sigue vivo.

No es que haya pensado que moriría, pero a veces mi imaginación actúa por su cuenta y me ha proyectado varios escenarios en el que muere, se convierte en fantasma, y me tortura hasta el fin de los tiempos por haber sido la causante de su deceso. Todos muy similares, con un Max fantasmal mucho más pendejo de lo habitual.

Creo que me estoy yendo por las ramas.

—Eso me gustaría, gracias.

Asiente y me guía a dónde está el occiso.

—La dejaré sola —dice el supuesto doctor antes de retirarse.

Por mi parte, no puedo avanzar más, me he estancado en el marco de la puerta, como si un campo invisible no me permitiera ingresar a menos que alguien del otro lado me diera el permiso. ¡Como un vampiro!

Ahí está él, recostado sobre la cama más limpia de la ciudad, o eso me gustaría pensar. Parpadeo para ver si no se trata de una ilusión y una imagen similar pasa tan rápido como un meteorito. Es mi padre.

Aparto la mirada y la dirijo hacia el marco de la puerta, la cual toco con una mano. Se me dificulta un poco el respirar, y culpo a los recuerdos.

¿Cómo se atreven a traer en un momento así la imagen de mi padre en su peor época? ¿Cómo se atreven a traerme al presente algo que ya había asimilado y olvidado?

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora