Capítulo 30: "Del favor al pudor"

19.2K 1.3K 247
                                    

«Prometámonos que cuando sintamos celos por el otro estos serán infundados y no tendrán razón de tener justificación o alguna excusa boba que podría poner en peligro nuestra relación».

«¿Qué?»

«Que dejes de sonreírle a la camarera, imbécil».


—¿Aló? —pregunto con voz ronca al teléfono que me acaba de despertar.

—¿Amelia? Tu voz suena rara, ¿estás enferma?

—Ya he dejado de bañarme con agua helada, Susana, así que tranquila. —Me pongo boca arriba y muevo el brazo para cubrir mis ojos de la luz.

—No soy Susana, soy Rei, ¿quién es Susana? ¿Es una amiga tuya o un familiar?

—Hola, sonrisa de comercial, sé que fue mi idea la de intercambiar números, pero la única regla que tengo es que no me gusta que me llamen tan temprano cuando es feriado. Anoche me amanecí viendo todas las películas de Rápidos y Furiosos y estoy muerta del cansancio. Así que si no es urgente...

—Necesito que me hagas un favor, es urgente, de vida o muerte.

—¿Qué ocurre? —Me incorporo de la cama, usando la mano libre como bastón.

Mantengo los ojos cerrados, estos son los últimos en despertarse, o penúltimos ya que le ganan a mi cerebro.

—Max tiene una cita en el hospital para que le quiten los puntos, tenía pensado acompañarle, pero sigo en Nueva York y es imposible que llegue a tiempo —grita para hacerse oír entre todo el ruido de fondo que me suena a gente quejándose.

Asiento de manera despreocupada, ahora que él ya está totalmente recuperado mis niveles de interés han bajado a su estado normal.

—¿Podrías acompañarlo?

Mi cabeza sigue asintiendo. Mis ojos siguen cerrados. Y mi conciencia sigue dormida.

—¿Amelia, sigues ahí?

La persona con la que intenta contactar no está disponible ahora mismo porque está sufriendo un espontáneo ataque que la ha paralizado, por favor deje su mensaje luego del bip. Biiip.

—Ah... —Mis ojos finalmente se abren para completar la cara de mensa que he puesto.

—¿Por favor? Cuando le dije que no podría acompañarlo aseguró que iría solo, ¡tiene pensado conducir!

Bien por él, si está recuperado no le veo problema a que lo haga por su cuenta, o que coja un taxi. En verdad no entiendo porque alguien tendría que acompañarlo, no es un niño.

—Estos días ha estado de muy mal humor porque no ha podido dormir bien debido a que le fastidiaba la herida. Le dolía demasiado para pegar ojo, más en las noches, y se negaba rotundamente a tomar los calmantes que le recetaron. Si se tratara de alguien más la verdad es que ya lo habría echado a patadas a la calle, pero es Max de quien hablo y me preocupa dejarlo solo.

Me quedo en silencio y contemplo los fuertes sentimientos que tiene la de las curvas de acero hacia Max. Y de repente siento pena de que él no se haya dado cuenta hasta ahora.

Ahora que lo veo, ella y yo estamos en una similar situación.

—Por favor, te lo pido, no dejes que lo haga solo.

El maldito amor unidireccional.

—¿A qué hora es la cita? —digo con un suspiro.

—A las nueve.

¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora