Que ella purificó su trozo de Perla

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INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SI.

Serie de Drabbles que tendrán conexión entre si

Una primera Vez.

                                                                                                  ACTO 7

Que ella purificó su trozo de perla.

¡Por todos los espíritus habientes del Sengoku!

Si alguien le preguntara a Kagome algún sitio donde NO haya hecho el amor con su esposo, no podría decirlo con exactitud.

Literalmente habían bautizados todos los sitios.

En la cabaña.

En el suelo.

Afuera de su casa.

Arrimados por sobre todos los arboles del bosque.

En las tres lagunas que rodeaban la aldea.

Hasta en el rio donde aparcaba la barca de Bankotsu.

Ni que decir en el mismísimo barco.

Hasta en la cabaña de la vieja Okina, cuando ella no estaba.

Es que su insaciable esposo, una vez probada las deliciosas mieles matrimoniales con ella, es que sencillamente no podía dejarla en paz.

Ni que decir de las posiciones. Siempre él tenía algo nuevo que mostrarle.

Arriba.

Abajo.

De costado.

Cualquier ángulo, físicamente posible no era obstáculo para ambos y ella se entregaba gustosa, a cualquier cosa que él deseare hacerle.

A cualquier hora. De noche, de madrugada, al despertar, o incluso en las siestas perdidas, cuando él venía a almorzar, y de paso se llevaba un delicioso postre antes de regresar al trabajo.

¡Esa si era vida!

El cuerpo adolescente pasó a convertirse al de una mujer, bajo los dedos gentiles y sensuales de ese marido, que a veces, la agotaba tanto, que a veces, hasta se dormía mientras cocinaba en las siestas, por la tremenda fogosidad desplegada en esos momentos tan íntimos.

Era obvio que Kagome perdiera la timidez y la vergüenza, de a poco claro. Y también la inseguridad porque Bankotsu le había enseñado a verse con los ojos con que él la veía.

Aparte del ritual de hacer el amor todos los días, también habian adoptado la costumbre de bañarse juntos. Ya sea en la laguna, las aguas termales o incluso la pequeña pileta de madera que tenían en su casa.

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Y ahí estaban de nuevo, para variar.

Ella recostada, desnuda, bajo el pasto tibio que rodeaba las aguas termales del bosque con su portentoso marido entre sus piernas, en un vaivén delicioso y rápido.

En verdad que Kagome estaba muy concentrada en el placer que se suscitaba por su bajo vientre, pero por mucho que quisiera esta vez no pudo evitar ojear un detalle, que había visto ya varias veces al abrazar a su esposo, cuando tenían relaciones en esa posición. Y que obviamente, ella, mujer nacida bajo el estigma de un poder espiritual, no podía dejar pasar desapercibido:

El trozo oscuro y contaminado, incrustado en el cuello de su marido.

Bankotsu estaba tan concentrado en sus embestidas que no estaba percatando de nada. Pero ella había dejado de prestar atención al roce, para intentar algo que antes no se había atrevido jamás.

La Primera vezWhere stories live. Discover now