[31] Newt

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Newt.
Sin decir nada, Thomas se abalanza fuera de la sala y echa a correr hacia el poblado. Apenas puedo seguirlo.
–¡Tommy, espera! –jadeo.
Él aminora el paso, pero no se detiene. Corre torpemente, con la espalda rígida. Cuando trato de tocarle el brazo, lo aparta con brusquedad. Le agarro la muñeca con firmeza y lo obligo a encararme de un tirón.
–También podemos salvarlos a ellos –le digo.
Thomas deja escapar una risa seca y amarga, casi un ladrido que resuena en el aire nocturno. Los dos nos quedamos inmóviles, esperando oír en cualquier momento los chillidos de un ptero. Pero, tras unos segundos de silencio absoluto, vuelven a oírse los suaves murmullos de la noche: los gorjeos roncos de algún pájaro, las pisadas casi inaudibles de los animales menudos que se escabullen por el bosque... Que no hayamos visto muchos no quiere decir que no estén ahí.
–Podemos salvarlos, Thomas –susurro con convicción.
–Ni siquiera podemos salvarnos a nosotros mismos –responde él entre dientes.
–Estamos a punto de desvelar el último secreto de Orion –replico–. Y tenemos la emisora del complejo. No vamos a dejar que mueran ahí arriba.
–¿Ah, no? ¿Y qué frexo vamos a hacer para no morir nosotros aquí abajo?
El corazón se me detiene por un momento.
–Newt, en este planeta hay algo... algo malo –dice Thomas, con los ojos perdidos en el bosque que arranca a mi espalda–. Algo que acabó con la primera colonia.
–Los pteros...
–El escáner de ese edificio no estaba diseñado para impedir la entrada de pteros –replica.
Tiene razón. Ese mecanismo servía para protegerse de algo diferente. Thomas me lanza una mirada huidiza.
–Newt, sé que hay otras cosas –insiste, y sé que está pensando en la escama que encontró en el túnel.
Sí, a mí también me asusta todo esto. Hay muchas cosas que no entendemos en este planeta, cosas que podrían matarnos antes de que podamos desvelarlas.
–¿Recuerdas aquella pisada? –me pregunta.
Asiento con la cabeza. ¿Cómo podría olvidar las hendiduras causadas por esas tres garras? Thomas se acerca a mí y baja todavía más la voz.
–Yo... creí ver algo que se movía en el bosque justo antes de que el ptero me atacara. Tal vez lo que vi era el ser que controlaba al ptero.
Una imagen se cruza vertiginosa por mi mente: un alienígena de piel verde y ojos saltones, con pies rematados en garras. Un ser taimado que vigila y espera el momento más propicio para atacar a sus víctimas.
Pero no, no quiero pensar en eso. No puedo pensar en eso. Ya he tenido bastante por esta noche.
Doy media vuelta y los dos seguimos caminando en silencio hacia el poblado, sin detenernos hasta llegar a unos metros de mi edificio. Todo está tranquilo y oscuro. Thomas se pega a mí y me aparta el pelo de la cara.
–Alto –gruñe una voz femenina.
Hago ademán de volverme y noto el tacto frío de un arma en la nuca. Suelto las manos de Thomas y levanto los brazos.
–¿Newt? –dice la voz, y la presión desaparece de mi nuca.
Me giro y veo a Bledsoe con uniforme de camuflaje. En la mano derecha empuña una pistola semiautomática.
–¡Bledsoe, casi me matas del susto! –exclamo.
–¡Shhh! ¿Quieres que los demás centinelas descubran la tontería que están haciendo?
Miro de reojo a Thomas. ¿De verdad sabrá Bledsoe lo que hemos hecho esta noche?
–Si se gustan y no pueden vivir sin el otro, podrían esconderse en uno de los edificios –refunfuña Bledsoe–. Como sigan escapándose de la colonia para darse besitos, lo menos que les puede pasar es que les dispare un centinela. Yo misma pensé que... –se interrumpe–. Que eran un enemigo.
Estrecho los ojos. ¿A qué tipo de enemigo se refiere? Es obvio que no sabe dónde hemos estado, pero también es evidente que sabe más de lo que dice. Claro, ella acompañó a mi padre el primer día, cuando fueron a buscar la sonda y se encontraron con un complejo de alta tecnología en su lugar.
Es consciente de lo mucho que mi padre nos está ocultando.
Al ver que Thomas y yo nos quedamos callados, Bledsoe frunce el ceño.
–Ustedes... no han salido de aquí solo para enrollarse, ¿verdad?
–¡No! –exclamo–. Emma, queríamos...
Ella me interrumpe.
–No sé lo que pretendían hacer ni quiero saberlo. Pero sé que los dos son avispados, así que sospecho de dónde vienen –se vuelve y echa una mirada fugaz en dirección al complejo–. No salgan de noche –insiste con tono enérgico–. Ahí fuera hay cosas que no les gustaría encontrar.
Thomas asiente con expresión seria y hace ademán de marcharse. Yo voy a hacer lo mismo cuando Bledsoe me agarra del brazo.
–Newt, tengo que decirte algo importante –susurra con urgencia–. No te va a hacer gracia oírlo, lo sé, pero no debes confiar en...
–¿Quién anda ahí? –grita mi padre a cierta distancia.
Unos pasos se acercan deprisa. Son de mi padre y Chris, los dos en uniforme de campaña.
–Bledsoe, ¿qué pasa?
Ella se endereza; su advertencia tendrá que esperar a otro momento.
–Señor, he encontrado a los dos chicos fuera –hace una pausa–. Estaban besándose –añade en tono levemente acusatorio.
Doy un respingo, pero en el fondo le estoy agradecido. Prefiero que diga eso a que le cuente su sospecha de que hemos descubierto el complejo.
Aun así, a mi padre no le hace mucha gracia.
–Yo acompañaré a Newt a nuestro alojamiento –gruñe–. Chris, ¿puedes escoltar al chico hasta su edificio?
–El chico puede ir solo –replica Thomas en tono seco, y mi padre le lanza una mirada despectiva.
–En la oscuridad hay muchas cosas que deberías temer.
–Sé lo que debo temer –contesta Thomas sin inmutarse–, y no es precisamente la oscuridad –espera un segundo y luego añade–: Tampoco creo que deba temerle a usted.
Chris posa una mano en su hombro y lo empuja suavemente hacia el poblado, pero Thomas se libera con brusquedad.
Mi padre espera a que los dos se hayan perdido de vista y a que Bledsoe haya reanudado su patrulla antes de volverse hacia mí.
–¿En qué estabas pensando, Newt? –pregunta, y me sorprende la ira que hay en su voz–. ¡Este planeta es peligroso!
–No habíamos salido del poblado –protesto, aprovechándome de su ignorancia.
–¿Y cómo puedes besar a uno de ellos?
Me quedo helado. No le molesta que sea un chico, porque él ya sabía de mi orientación, sino que sea un nativo... que sea Thomas. De pronto la noche parece extrañamente silenciosa, como si estuviera en suspenso.
–¿Qué has dicho? –pregunto con voz sorda.
–Newt, esos nativos de la nave... No deberías juntarte tanto con ellos –dice mi padre, empezando a dar vueltas frente a nuestro edificio.
–No sé qué decirte, papá. La verdad es que Thomas es bastante más comunicativo conmigo de lo que eres tú últimamente, ¿no te parece?
–No son como nosotros –gruñe él como si no me hubiera oído.
–¿Por qué lo dices? –pregunto en tono gélido.
–¿Los has visto? ¡Son todos iguales! ¡Se creen que un niño es su líder! Son raros, Newt, raros y diferentes. Por Dios, ¿es que no te das cuenta?
–¡No sabes de lo que hablas! –estallo en voz más alta de lo que pretendía; a este paso, vamos a despertar a toda la colonia–. Son personas, papá. Buenas personas.
Él sacude la cabeza con pena, y ese gesto atiza mi enfado más que cualquiera de sus palabras.
–Ay, Newt... Ni siquiera deberías estar aquí.
Algo hace clic en mi cabeza.
–¿Sí? Entonces, ¿por qué me dejaste elegir? –le espeto, elevando la voz con cada palabra–. ¿Por qué lo pusiste en mis manos? Podrías haber hablado conmigo, haberme preparado, pero no... Esperaste a que mamá estuviera congelada, te congelaste tú y me dejaste solo, diciéndome que decidiera si renunciar a todo por ustedes o no. Y cuando decido que sí, que renuncio a todo, ¡resulta que no debería haberlo hecho! Si no querías que viniera, ¿por qué no me lo dijiste? ¿Por qué me dejaste elegir? ¿Por qué me dijiste que dependía de mí, si ni siquiera empaquetaste mis cosas? ¿Te crees que no me di cuenta de que mi baúl estaba vacío?
Estoy jadeante, la cara me arde y mis manos están cerradas en puños.
Mi padre suelta el aliento.
–Lo siento mucho, Newt –masculla–. Le prometí a tu madre que no trataría de convencerte de que te quedaras. Además, me daba miedo decirte lo que pensaba por si decidías llevarme la contraria. Solo quería que tomaras una decisión de la que no te arrepintieras más tarde.
–Sí, ¿y sabes qué? La tomé.
–Yo no sabía que las cosas se iban a complicar tanto. Esta misión no se está desarrollando como yo esperaba... Tampoco esperaba que tú despertaras con tanta antelación. Todo sería más fácil si eso no hubiera ocurrido. Tal vez así te dieras cuenta de que los nativos...
–No sigas por ahí –lo corto–. Los nativos de la nave, como tú los llamas, no tienen nada que ver con esto.
–Te odian, Newt –mi padre me mira con fijeza, como si me desafiara a apartar la mirada–. Veo perfectamente cómo se estremecen cuando nos acercamos a ellos, el recelo con el que nos miran... Nos tratan como si fuéramos monstruos.
–Thomas no me odia –replico; tal vez sea lo único de lo que puedo estar seguro.
Mi padre suelta una carcajada que parece un relincho.
–Thomas es un adolescente, hijo. Y, tal parece, con los mismos gustos tuyos. Así que, ¿cómo va a odiarte? ¡Sus hormonas piensan por él!
Me estremezco como si mi padre me hubiera abofeteado.
–Newt, no puedes confiar en ese chico. Y no se te ocurra... No te voy a permitir que te ilusiones con él. Has dejado que esos tres meses que pasaste en la nave, antes de aterrizar, eclipsen todos los años que viviste en la Tierra, pero eres uno de nosotros. Eres mi hijo, mi niño.
–Ya no –replico con frialdad, rodeándolo para entrar en el edificio.
Él me agarra y tira de mí con fuerza. Por un momento tengo la aterradora sensación de que me va a pegar, pero lo que hace es abrazarme con tanta fuerza que casi me sofoca.
–No dejaré que te vayas furioso conmigo, Newt –murmura, con la boca enterrada en mi pelo–. Podemos discutir, podemos pelearnos, pero no permitiré que creas que no te quiero.
Su abrazo se relaja y me aparto un poco, aturdido por sus palabras. Mi padre nunca ha sido un sentimental.
–Este mundo es peligroso, hijo. Nunca podemos estar seguros de lo que va a pasar. No soporto ver cómo te marchas enfadado conmigo... te quiero demasiado para permitirlo.
Levanta el dedo meñique y me mira, esperando a que lo rodee con el mío. El hielo que se había formado en mi interior empieza a derretirse.
–Yo también te quiero –digo, haciendo una vez más el gesto con el que siempre hemos sellado nuestras promesas–. Te lo prometo.
Y es verdad, lo quiero, pero eso no quiere decir que confíe en él.

*     *     *     *     *
Tengo MUCHAS cosas que decir sobre este capítulo, así que lo haré por orden.
1. Me encantó que Newt le dijera a Thomas que pueden salvar a los habitantes que todavía siguen en la Fortuna, porque gracias a los dos libros anteriores hemos podido apreciar algo muy lindo (que en su momento fue algo malo) de Newt, que es que él nunca dice mentiras para hacer sentir bien a alguien. Cuando él veía a Thomas mal, nosotras (no sé si todas, pero sí algunas) pensábamos que era un tanto insensible por no decirle nada, pero a él simplemente no le nace contarle mentiras, hacerle promesas que no puede cumplir. No va con él. Y Newt realmente se preocupa por los nativos de la Fortuna, Newt quiere salvarlos y, de alguna manera, siente que puede hacerlo.
2. Bledsoe me agrada, porque trata de llevarse bien con los nativos y no provocar problemas, y ahora esto... Encubre a Newt e intenta advertirle de algo. No sé, se me hace que es una buena persona. No porque sea una militar hay que odiarla.
3. Thomas dio tanto en el clavo cuando le dice al coronel "sé lo que debo temer, y no es precisamente la oscuridad". Y luego se marchó todo digno.
4. Newt es tan maravilloso en el capítulo entero.
5. Es muy raro y retorcido lo que diré ahora, pero en algún momento tenía que confesárselos: ¿Solo a mí me parece que al padre de Newt le gusta... Newt? No sé, siempre (desde el primer libro) he sentido como que le gusta su hijo, pero decidí ignorar todo esto porque era algo realmente estúpido. El punto es que este pensamiento se ha ido intensificando con esta tercera parte (especialmente con este capítulo). Ay, seguramente todas solo lo ven como un padre celoso y creerán que estoy loca, pero era eso.
NO digo que haya abusado de Newt, ¡para nada! Pero no me sorprendería que haya tenido pensamientos "impuros" (lol) con su hijo y lo haya mantenido en secreto.
Por el amor a las estrellas, díganme que no estoy volviéndome loca y que más de alguna vez han pensado que el padre de Newt quiere con él... -se la llevan a un psiquiátrico-
6. Lamento todos los puntos, es que era necesario comentar este capítulo sadhñklasjñdlska lo siento, lo siento.

Godspeed: Sombras de la Tierra|NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora