Cuatro

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La mañana de lunes llega tan miserable como cualquier día.

Saludo a mi padre cuando entro a la cocina y niego al oírlo canturrear mientras desayuna.

—¿Lily ya se levantó? —pregunta mientras me pasa una taza de café.

—Oh sí, ella no puede vivir sin madrugar —digo, poniendo los ojos en blanco.

Me mira y suelta una carcajada. Sonrío, alegre de verle reír, ya que no suele hacerlo mucho.

Usualmente me levanto temprano para despedirlo y luego me vuelvo a acostar, pero no quiero pesadillas así que decido meterme a bañar cuando él se va. Dejo mi café enfriarse y arrastro los pies por el pasillo, dirigiéndome al cuarto de mi hermana donde aún la oigo roncar.

Entro a mi habitación por una toalla y ropa interior limpia, tomo mi teléfono móvil y me meto al baño. Pongo una canción en volumen bajo para no despertar a Lily, dejando que el agua caliente y el delicioso violín se lleven mis amargos temores.

Pero un golpe en la puerta me sobresalta.

Cierro la llave de la regadera y agudizo el oído, no me creo que mi hermana se haya levantado antes, es todo un reto para ella madrugar. Niego y abro de nuevo la llave, disfrutando el cálido líquido tocar mi piel.

Y el golpe en la puerta se repite.

—¿Lily? —musito, inquieta.

El agua sigue cayendo y no me deja escuchar por lo que de nuevo cierro la llave. Cuando me vuelvo para asomarme, un jadeo asustado se atora en mi garganta.

A través de la cortina de la ducha puedo ver una silueta, una sombra amorfa que claramente no pertenece a mi hermana.

Mi cuero cabelludo escuece, mi piel se eriza y respiro tan rápidamente que me aterra el sonido. Quiero preguntar si es ella, quiero tener el valor de correr la cortina y saber qué es, podría ser la sombra de un árbol de fuera, quizá la toalla mal colgada.

De pronto la música se detiene y cierro los ojos con fuerza. Por favor, por favor, no, ruego mentalmente.

Odio tanto tener miedo.

Un frío repentino cae en el cuarto de baño. Abro los ojos, de nuevo mi aliento forma nubes de vapor y mi corazón le está haciendo daño a mi pecho.

—Vete, por favor —suplico en un susurro.

La cortina se mece ligeramente, mi garganta se cierra, y sin poderme controlar me acerco a ella. Extiendo la mano y avanzo, con miedo y necesidad; la pulsante y horrible necesidad de saber qué me aterra.

Mis dedos tocan la cortina, suelto el aire temblorosamente y el silencio es tan profundo que mi exhalación me impacta como si fuese un lamento.

Mi pecho se eleva y cae con velocidad. Intento tomar valor; cierro los ojos, los abro, aprieto la cortina para recorrerla y grito.

No hay nada frente a mí pero grito porque de nuevo golpean la puerta, con más fuerza, y no me puedo mover.

—¿Cassie? ¿Estás bien? ¿Te caíste? —La tensión abandona mi cuerpo al notar el tono ligero y burlón de Lily.

Me alejo de la cortina y pego mi espalda en la fría pared, llevándome las manos temblorosas al cabello. Con un bajo sollozo me dejo caer al piso. Me doy cuenta de que la música sigue reproduciéndose y una lágrima solitaria cae por mi mejilla.

—Estoy bien —respondo.

Mi eterna mentira.

Susurros ©Where stories live. Discover now