Veinte

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No consigo gritar.

Cualquier sonido se queda atorado en mi garganta mientras los ojos vacíos de mi hermana me miran. Ya no se mueve, ya no lucha y mis manos siguen sibre de ella.

Sujeto la cortina, conteniendo la respiración. Poco a poco siento cómo la brutalidad de lo que ha pasado se apodera de mi conciencia.

Me pongo de pie y cierro la llave de la regadera, mirando el cuerpo inerte que yace a mis pies. Siento la garganta seca y mis ojos llenos de lágrimas sin derramar. Incrédula me llevo la mano a la boca, negando con la cabeza repetidamente.

Yo no pude hacer esto.

Mi corazón late demasiado rápido y, a la vez, sin la suficiente fuerza para soportar el dolor que empiezo a sentir. Caigo de rodillas y extiendo mi mano para tocar su rostro, indecisa. Retiro la cortina y mis dedos se acercan a la piel aún mojada de su mejilla.

—L-Lily... —balbuceo con un hilo de voz. El impacto de su piel helada contra las yemas de mis dedos es tan abrumador que me hace gritar aterrada—. No —gimo, cerrando los ojos y haciéndome añicos de dolor.

—¿Cass? —Mi pulso se detiene y me giro con rapidez para encontrar a Lily de pie en la puerta—. ¿Qué pasa, por qué gritas?  —Exhalo ruidosamente al verla. Tomo bocanadas de aire, sé que si no me calmo empezaré a hiperventilar.

Busco mi voz pero no la encuentro. ¿Qué es lo que está pasando? Miro al suelo detrás de mí pero no hay nada, la cortina está en su lugar.

—¿Cassie? —Llama de nuevo. Me giro hacia la puerta y el alivio que siento de ver a mi hermana casi me hace desfallecer.

Mis músculos se debilitan, estoy conteniendo todas las emociones que se encuentran en ebullición en mi interior. Parpadeo para alejar las lágrimas, la impresión no me deja moverme aún. Ella escruta mi rostro, puedo ver su preocupación; puedo ver el miedo asomándose en sus claros ojos.

—Había u-una cucaracha —susurro, ella frunce el ceño confundida—, tú sabes que me dan pavor —Me obligo a mantener mi voz neutral, pero sé que nota el pánico en ella.

—Cassie... —Hay cautela en su voz y me obligo a calmarme.

Intento ponerme de pie y me tiende la mano. La tomo regocijándome en el calor de su piel, en sus pestañas titilantes y su suave voz. Viva. Está viva, está bien. No le he hecho nada malo. Pongo cada gramo de energía que me queda para sonreírle. 

—Nada, me saltó de pronto. Me asusté —Me mira escéptica y lanza una mirada al suelo detrás de mí. Busca al insecto pero no encuentra nada. Me llevo la mano al pecho—. Dios, fue horrible, casi me da un infarto.

—Pues debió ser una cucaracha ninja porque la cara que tenías era de puro terror. —Le lanzo un débil manotazo. 

—¿Dónde estabas? Vine a preguntarte si habías cenado. —Las palabras se sienten como vidrios cortando mi garganta, me ahoga la necesidad de abrazarla y llorar.

—Pues que te quedaste con mi pijama, estaba en tu cuarto buscándola  —Salimos del baño y me pregunta si aún tengo hambre. Le digo que el susto me la quitó y que no volvería a enfrentarme a un bicho de esos.

Se ríe de mí mientras nos encaminamos a nuestros respectivos cuartos, se detiene en el umbral del suyo y me señala con el dedo.

—Pues a la otra háblame a mí. Yo la mato —Cierra la puerta y, aunque sonrío para ella, sus palabras se quedan flotando a mi alrededor. 

Yo la mato. 

Ahogo un sollozo y cierro la puerta para lanzarme a mi cama, llorando desconsoladamente contra la almohada cuando me sepulto bajo las cobijas.

¿Qué me está pasando? 

La frase resuena en mi cabeza una y otra vez mientras recuerdo a mi hermana en el piso de la bañera. Mis manos sobre ella. Y viene a mi mente aquél día en mi habitación: su cuerpo herido, la sangre en mis manos. 

Mis manos. Mi culpa. 

Y aunque sé que jamás le haría un daño a mi hermana, hago cuánto puedo para alejar esas tres palabras de mi mente, para quitarles poder. Pero resulta imposible hacerlas desaparecer.

Yo la mato.

Susurros ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang