Diecinueve

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En mi pecho vibran una mezcla de sentimientos que no logro calmar.

Dolor. Tristeza. Rabia.

Trato de concentrarme en uno solo para tranquilizarme y por alguna razón elijo la ira. Arde y me consume, no puedo controlarla.

Estoy en los baños del centro comercial tratando de huir de mis emociones pero soy perseguida por mi propio reflejo.

Abro la llave y me mojo la cara. La mujer que está arreglando su maquillaje me da una mirada desdeñosa y se aleja con una mueca. Me dan ganas de... No. Me miro a los ojos y me repito que no debo estar enojada.

No con ella, ni con Garver ni con nadie más que conmigo. Niego y camino de un lado a otro cómo bestia enjaulada. Siento mi pulso en las yemas de los dedos, respiro profundo una y otra vez.

—Basta. Esta no eres tú —Me digo. 

Una niña entra llorando y su madre viene detrás, diciéndole lo tonta que es; ha manchado su vestido nuevo. Los ojos llorosos de la niña se elevan hacia mí y tengo que apretar los dientes para no gritarle a su madre.

Me ajusto la bolsa al hombro y salgo pisando fuerte, empujando en mi camino a esa estúpida mujer. Suspiro cuando salgo del baño y cierro los ojos, pienso en Lily y su risa traviesa, en la mirada radiante de Ryan. Sus bromas, su presencia, haciéndome sentir un ser humano normal.

Me apoyo en la pared por varios minutos. Por ellos logro tranquilizarme, por lo que ellos me hacen ser consigo alejar la cólera. Abro los ojos y me relajo, encaminándome a la salida para ir a casa.

Antes de salir me acerco a una isleta por una paleta de hielo y después de pedirla mi mirada se desvía sobre el hombro del dependiente. Un escaparate llama mi atención y las palabras «Yo arderé en rojo» llegan a mi mente como el golpe de un mazo.

Noto mis labios torcerse en una sonrisa pero se sienten completamente ajenos. Me alejo del mostrador y voy a esa tienda.

Soy un títere, me detengo frente a la vidriera. 

Observo el hermoso vestido carmesí de arriba abajo y ladeo la cabeza con el ceño fruncido porque no entiendo qué me ha movido hasta aquí. Niego repetidamente y mis ojos caen en esos pozos oscuros que me examinan en el reflejo del cristal.

Es esa chica de nuevo. 

¿Qué demonios quiere de mí? 

Su imagen resplandece y se desborra, igual que el vestido frente a mí. 

Algo en mi interior revolotea, de nuevo, como la primera vez que la vi. Se siente bien. Veo el vestido de arriba abajo y entro a la tienda, guiñándole un ojo a la oscura mirada que me observa en el cristal.


No es hasta que me estaciono frente a mi casa que me doy cuenta de mi móvil descargado. En cuanto entro a la sala, Lily me lanza un cojín, haciéndome reír.

Me siento tranquila de una manera casi perturbadora.

—Imaginé que estarías dormida —digo, arrojándole el cojín de vuelta.

—No te sientas tan rebelde, no son ni las once. —Me muestra la lengua y yo le enseño el dedo medio.

—¿Y papá? —No he sabido de él desde que discutimos. Lily entrecierra los ojos.

—¿Qué se traen ustedes dos? —Acusa—. No me arquees la ceja. Él vino hace rato a avisar que tenía otro viaje y me preguntó por ti con esa cara seria que él pone. Así. —Junta sus cejas lo más posible y levanta el labio superior. 

Me rio.

—¿Así?

—Sí, justo así y me pidió que te dijera que volvía hasta el domingo —Me rio de nuevo cuando se levanta y me sacude los hombros—. ¡El domingo, Cassidy! Ese hombre va a morir por tanto trabajar. Habla con él, porque si están peleados y por eso ya no quiere estar aquí, tú pagarás todo lo del funeral —Me da un golpe en la cabeza y corre cuando intento devolvérselo.

—Ya no le veo ni un pelo —Sigue diciendo entre risas mientras correteamos en la sala.

—Eso es porque se está quedando calvo —suelto. 

Ella se ríe también, camina hacia atrás y tropieza. Aprovecho y salto sobre ella. Caemos juntas al suelo con fuerza y lloriqueamos entre risas.

—Vale —digo, cansada por la persecución—, veré cómo lo arreglo —Ella se pone de pie y me tiende la mano para ayudarme a levantarme, cuando la tomo me empuja de nuevo al suelo.

—¡Voy primero a la ducha! —grita alzando las manos. Gruño, pero termino sonriendo al ponerme de pie.

Escucho la puerta del baño cerrarse y me quedo parada en medio de la sala un buen rato. Sacudo la cabeza y me dirijo a la puerta principal con dirección a mi coche. Saco la caja con el vestido para guardarla sin que Lily la vea.

Es demasiado curiosa y yo estoy muy tranquila como para arruinarlo alterándome con sus preguntas. Vuelvo a casa, entro a mi habitación y pongo la caja bajo la cama, volviendo sobre mis pies hacia a la cocina por algo de cenar.

—¿Ya comiste algo? —pregunto con un grito, pero mi hermana no me contesta. Me encamino al baño rodando los ojos—. Sorda, pregunté si ya cenaste —Me detengo frente a la puerta y agudizo el oído; sólo se escucha el agua caer. Golpeo la puerta antes de entrar.

—Voy a pasar, espero no estés... ¡Oh, Dios mío! —Empujo la puerta y caigo de golpe junto a mi hermana. Está tirada en el suelo de la bañera con la cortina de baño envolviéndola. Veo que lucha y trato de desenredarla porque su cara está cubierta y temo no pueda respirar.

—¡No te muevas! ¡Lily no te muevas, voy a ayudarte! —Sus ojos se encuentran con los míos a través de la cortina y el miedo que veo en ellos me aterroriza—. Tranquila —susurro más para mí que para ella pero los segundos pasan y no puedo quitársela por más duro que intento.

Mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho y mi visión se torna borrosa. No encuentro la orilla de la cortina para destaparla. Ella deja de manotear y retorcerse poco a poco, intento no sollozar descontroladamente.

Lily rasguña mi cara cuando su mano logra escapar por el borde de la cortina. Arde pero lo ignoro. Percibo una ventisca de aire helado, es entonces que me doy cuenta de que mis manos presionan la tela plástica contra su rostro, no lo alejan de él.

Sus ojos claros, horrorizados, se clavan en los míos, mientras pelea menos cada vez. Su boca se abre buscando el aire que no está ahí y mi sangre se congela al verla agonizar.

Dios, no.

Susurros ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt