Veinticinco

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El golpe de esas palabras llega directo a mi corazón. Y el impacto es sumamente doloroso.

No logro encontrar el motivo exacto por el que su noticia me congela. Me quedo en silencio mientras las chicas se abalanzan sobre ella con abrazos y felicitaciones.

Laura les sonríe plenamente feliz y puedo percibir la aversión filtrarse sigilosamente dentro de mí. El odio, tomándome, lánguido pero atronador. 

Aprovecho los minutos que nadie me presta atención para recomponerme y noto que la ira tiene el control.

—Sí, yo tampoco lo podía creer al principio —dice entre risas. 

—Enhorabuena, Lau, muchas felicidades —agrega Anna, volviendo a su asiento.

—Aunque creí que te cuidabas, con eso de que no te gustan los niños... —Violet deja la frase colgando pero luego hace un ademán para restarle importancia.

Me da una mirada y le sonrío complacida.

—Ah sí, fue algo inesperado. Un perfecto accidente —dice dulcemente, llevándose la mano al vientre aún plano.

Por un segundo creo que voy a estallar, pero el tornado de emociones que quieren arrastrarme se esfuma. Sorprende a las chicas, tanto como a mí, la risa burlona que brota de mis labios rojos.

—Oh, lo siento —digo, aun riendo—. No, ya, perdona —aprieto mis labios y respiro hondo para serenarme—. Muchas felicidades, Laura, ¿cuánto tienes? 

Ella agradece mi felicitación y me comenta que es al menos un mes de embarazo. Asiento, como si esperara esa respuesta y sonrío.

—¿Hace cuánto lo sabes? —inquiero con inocencia. Frunce el ceño, extrañada por mi pregunta.

—Dos semanas —informa suavemente, puedo ver su mente maquinar para tratar de entenderme.

—Vaya, ¿hace cuánto le dijiste a Alexander? —Le doy un sorbo a mi cerveza.

Me gusta la manera en que el nombre de él sonó en mis labios, tan familiar... Laura mira a las chicas con una sonrisa, pero su mirada llameante me demuestra que sabe a dónde quiero llegar.

—Pensé que íbamos a celebrar —farfulla—, no que venía a un interrogatorio —Rueda los ojos y aunque las chicas ríen, no hacen nada por cambiar el tema. Su mirada regresa a mis ojos y arqueo una ceja—. Le dije tres días después, porque quería asegurarme con un médico.

—Por supuesto, las pruebas desechables pueden fallar —dice Emma y todas asentimos.

—Más bien, el condón puede fallar —comento.

—¿Tanto tiempo juntos y usando preservativo? —dice Anna. 

—Creí que usabas pastilla, Lau —Ayuda Violet. Laura abre la boca para responder pero interrumpo.

—Usan ambas —aseguro con una sonrisa—. Él nunca ha querido hijos. Cuando estaba con él yo tampoco quería, así que necesitábamos toda la seguridad —Me encojo de hombros, aturdida por mi comportamiento—. Utilizar los dos métodos es algo a lo que acostumbré a Alex —agrego, y bebo de golpe el resto de mi cerveza.

Violet está aguantando las ganas de reír, Anna nos observa de una a una y Emma no puede abrir más los ojos. Le hago una señal al chico que me había ayudado con las bebidas y muevo mi dedo en un círculo, pidiendo otra ronda. Cuando por fin mi mirada cae en Laura, tiene el rostro enrojecido por la cólera.

—Otra pregunta —Fuerzo y puedo notar a Laura tensarse—. Seguro sabes todo lo que Alexander pasó de niño, con su padre abandonando a su madre y que él juró jamás haría lo mismo... En fin, ¿cuándo te pidió que se casaran? —Agito las manos para interrumpirla aunque ni siquiera intenta responder—. Ah, espera. Recuerdo, sí, recuerdo que me llamaste para que fuera la primera en saber, ¡fue esta semana! —anuncio alegre.

—¿Qué estás haciendo? —masculla con los dientes apretados, sostengo su mirada enfurecida con la mía llena de rabia. 

Algo está mal, Cassie, algo va mal, piensa; ésta no eres tú

Las palabras rondan mi mente pero no puedo concentrarme en ellas. Trato de que mi voz siga sonando neutral pero sé que mi rostro y mis ojos delatan mi ira.

—Fue prácticamente unos días después de que le dijiste de tu accidente —continúo, ignorando sus palabras y señalando su vientre con la cabeza—. Eso explica el compromiso sin propuesta romántica. Propuesta que estoy segura no iba a suceder.

—Él me ama. Él quería que nos casáramos antes de esto —asegura.

—Eso suena a que te quieres convencer a ti misma —lanzo. 

El chico de antes se acerca con las cervezas y rápidamente tomo una, dándole una sonrisa agradecida. 

Las chicas están en silencio, sin cruzar ninguna la mirada con la otra y con la boca bien cerrada. Puedo sentir mi postura relajada en comparación.

La observo mientras bebo; boqueando como pez fuera del agua, pensando qué decir, buscando las palabras adecuadas para convertirlas en cuchillas.

—Una última pregunta, sólo si te atreves a responder con sinceridad. —Dejo la botella en la mesa y le doy una media sonrisa.

—Cassie... —susurra Anna con cautela pero Laura me mantiene la mirada aunque titubea de su postura.

Percibo mi sonrisa maliciosa desaparecer sólo para volverse una mueca de desprecio conocedora.

—¿Cuándo te acostaste con Alexander por primera vez? —suelto, oyendo un jadeo general de sorpresa.

Sé que las chicas saben la verdad y me la dirían si insistiera lo suficiente. Pero no es de ninguna de ellas de quien deseo la respuesta a una pregunta que me ha atormentado por años.

Titubean, todas titubean, y veo en los ojos de Laura otra pregunta: ¿De esto se trataba todo? Mi mirada desafiante le responde y sus ojos se humedecen. Separa los labios sin emitir sonido alguno.

Fui idiota al pensar que no me dolería ver culpa en su mirada. Pero la hay y mi pecho arde. Se me escapa el aliento cuando sus ojos se apartan de los míos, mirando al suelo, y al instante sus lágrimas caen.

Lo sabía.

Susurros ©Where stories live. Discover now