Capitulo 12: "Dos extraños con un pasado en común".

6.4K 257 5
                                    

-Harry’s POV-:

Y entonces ella había comenzado a llorar. De repente, yo me sentía mal, e incluso como un cochino bastardo. ¿Qué tal si yo hacía todo esto contra su voluntad? ¿Qué tal si ella en verdad no quería verme? ¿Qué si ella sólo quería llevar una vida normal sin mí, y yo la obligaba de esta manera a estar conmigo? Tomando sus manos, me di cuenta de que estaban frías y temblando. Su pequeña cabeza rodaba de un lado a otro debajo de mí, mientras las lágrimas enturbiaban su rostro de muñeca, deslizándose por sus mejillas sonrojadas. Sus sollozos eran altos y amargos, gruñidos salían de su garganta, sus piernas retorciéndose, sus párpados cerrados con fuerza. 

-Skylar, ¿qué pasó? –le pregunté. Mi corazón retumbando dentro de mi pecho, que subía y bajaba. -¿Fue algo que hice? ¿Te he hecho daño?

Emitió otro gruñido, y abrió sus labios, mirando al techo y respirando entrecortadamente. Su llanto era como miles de relámpagos en mis oídos. Sus pequeñas manos apretando con fuerza las mías. De repente, ella quiso sentarse, y yo me aparté, sin dejar de sostener sus manos. Ella aplicó fuerza en sus brazos contra las sábanas para no quedar descubierta de nuevo. Desenredé nuestros dedos y tanteé en la mesa de noche por el botón de la lámpara. La otra yo la había roto hacía años, cuando ella me gritó que me odiaba. Quizás ella siguiera sintiendo lo mismo.
Sus ojos verdes cristalizados e inundados me miraron con una profunda tristeza, nada digna de su edad. Apenas tenía diecinueve años… y ella se veía… infeliz. 

-Sé que me odias –gruñó, sollozando. Yo apreté sus manos, intentando ejercer calor sobre ellas.
-No, no te odio –repliqué rápidamente, mi voz era inestable. 
-Sí lo haces, ¡lo haces! –gritó. –Yo desgracié tu vida.
-¿Qué? –sacudí mi cabeza. -¿De qué estás hablando, Sky? Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
-No es verdad –emitió un chillido. –Yo sólo supe hacerte daño. 
-¿Qué dices? No es cierto -repliqué. ¿Qué demonios? ¿Por qué salía con todo eso, cuando en realidad era al revés?
-Yo… -suspiró. –Yo sólo recordé… todo lo que viví contigo, y yo… -se cortó, bajando su cabeza. Pero yo sólo acaricié sus manos, dejándola hablar. Quizás ella sólo necesitara descargarse ahora. Quizás ella fuera a decir lo mucho que me odiaba.
-Yo permití que te pudrieras en la cárcel por dos años –escupió, sus palabras saliendo con amargura de sus labios. Nuestras manos entrelazadas. –Yo no pude impedirlo en tu juicio. Juro que lo intenté, pero quizás sólo fue que yo en verdad nunca te valoré lo suficiente. Y sencillamente no lo entiendo, ¿sabes? Y-yo… s-sentí que en verdad te amaba. Sentí como que quería mantenerte más que a mi vida, pero entonces me acobardé y dejé… -se calló, mirando hacia otro lado brevemente con amargura. –Y-yo no quise que nada de esto pasara. Y ahora estoy tan avergonzada… Todo este tiempo me estuve preguntando el por qué yo debería dejarme llevar de nuevo, y-yo no quería salir lastimada… Pero tú lo hiciste todo por mí y yo no te di nada a cambio. Pero es una mierda. Es una mierda que me sienta tan sola ahora. Y es una mierda que todo haya sido por mi maldita culpa.

Me callé, derrotado. Yo no tenía idea de qué demonios decirle. Ella había dicho todo lo que yo había estado queriendo decirle todo este tiempo. Lo había dicho todo. Exactamente todo. Acaricié sus manos, y ella sólo levantó la vista. Lágrimas deslizándose por sus mejillas, saliendo de sus enormes ojos verdes oliva cristalizados. Su cabello estaba desordenado alrededor de su rostro, haciéndola parecer un ángel. Me eché hacia adelante, y la tomé entre mis brazos al fin, después de dos años de agonía. Besé su cabello, apretando los párpados. 

-Nena, está bien –la tranquilicé. Ella apoyaba su frente en mi pecho, sus manos hechas puños en mi espalda. –Sé que estás tratando.

Ella calló. Quizá ella sólo quería escucharme también.

-Escucha, nada de lo que pasó fue tu culpa. Simplemente… las cosas pasan. Y fue algo que me tocó vivir. Pero nunca, nunca fue por algo que tú hayas hecho, o por algo que hayas dicho. Entiende eso, y no lo olvides. Si me encerraron, fue por mi culpa, no por la tuya –hice una pausa, y la apreté entre mis brazos. –Si todo esto te hace daño, ¿por qué tú también te lo haces? 
-P-pero… -farfulló.
-No tiene sentido –la interrumpí. –Y quiero que lo sepas. Skylar Dayne, yo te amo. Te amo de aquí al cielo y de regreso. No quiero que vuelvas a decir nada de lo que me has dicho, no quiero que siquiera lo pienses. ¿Y sabes? Soy un idiota y volví tu vida una mierda, ¿vale? Y sé que tienes una nueva ahora, y quiero estar en ella. Enserio quiero estarlo. Porque tú nunca dejaste de estar en la mía.
-¿E-enserio? –masculló, irguiéndose, y mirándome con torpeza.
-Sí –asentí, y barrí un mechón de cabello fuera de su rostro. 
-P-pero… yo c-creí que tenías a alguien más…
-Nada podría nunca, jamás reemplazarte –sonreí. A ella le gustaba eso. –Nada puede hacerme sentir como tú lo haces.
-¿Hacerte sentir cómo? –preguntó.
-No lo sé –negué con la cabeza. –Así.

Ella suspiró. Las lágrimas secándose con el viento. Su mirada cansada subió hacia mi rostro, y ella tragó saliva.
-Siento haber interrumpido –sus mejillas se colorearon, y yo solté una risita.
-Tú vas a matarme –bromeé, y ella dejó escapar una risita, que hizo que algunas lágrimas se precipitaran a caer de sus ojos. Ella las borró con su mano. Guardamos silencio por unos largos minutos, mirándonos el uno al otro. Era como si ésta fuera nuestra primera vez, a pesar de que lo habíamos hecho muchísimas veces antes. Pero que no se pierda la bonita costumbre de sentir estas cosas como si el mundo se acabara mañana.

-¿Y qué hacemos ahora? –inquirió.
-No lo sé –admití. –Tú sólo mantén tu cabeza alta, pequeña luchadora. Dicen que el futuro siempre es más brillante.
-¿Y qué tal si no lo es? –insistió.
-Yo haré que lo sea. 
-Pero tengo miedo –insistió. Yo esbocé una rápida sonrisa.
-El miedo es para cobardes, ¿recuerdas?

Bajó la mirada, vencida, y se dejó caer sobre la almohada, cerrando los ojos. Yo me recosté a su lado, y recosté mi brazo por encima de su hombro. Ella movió su cabeza, y la apoyó en mi pecho, entrelazando sus piernas con las mías. 

-¿Lo prometes? –prosiguió, con voz débil.
-Te lo prometo.

Lost- segunda temporada-Where stories live. Discover now