Capitulo 50:"La vida se trata de momentos".

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En la mañana del lunes, en vez de estar sentada en clase de Mandarín soportando al viejo gay, yo estaba junto a Harry en la segunda celebración lúgubre en menos de dos días. El día anterior, había sido el velorio de Sheena, donde sólo habíamos estado Harry, Amy, Alison, John, Matt y yo. Y hoy, era su funeral, donde sólo estábamos Harry, Amy, Alison, John, Matt, los padres de Sheena, y yo.

La madre de Sheena era casi igual a ella. Hasta en las pecas. Ella llevaba su cabello pelirrojo recogido en un moño muy en lo alto de su cabeza, usando un traje negro de satín recto hasta debajo de las rodillas, y unos tacones negros de cuero brillante soportando el peso de sus pies. Su padre era un tipo canoso rondando los sesentas, y llevaba tan sólo una camisa negra manga larga, y unos pantalones casuales acompañados de unos zapatos de cuero negro. Tan caros como se veían.

Me preguntaba qué estaban haciendo ellos aquí. Si bien Matt se había puesto en contacto con ellos unas horas después de que Sheena hubiera sido llevada a la morgue, no imaginé que ellos vendrían. A pesar de que ella era su hija, ellos la habían despreciado demasiado. Ella estaba clínicamente fuera de sí, y no era un secreto para nadie. Y ellos, en vez de haberse comportado como dos padres conscientes, intentaron internarla en innumerables loqueros e internados donde los niños eran llevados para morir. Luego, ella había escapado y había vivido tanto como su edad se lo permitió, como para saber que ellos no la querían. Y yo lo sabía. 

Con la mandíbula apretada, me solté del agarre de Harry, y me acerqué a la madre de Sheena, quien observaba el hueco de tierra donde sería puesto el ataúd con la cabeza gacha. Sus manos estaban envueltas en dos guantes de satín negros, y ella estaba cruzada de brazos. 

-Lo siento mucho –murmuré. Ella llevaba un perfume Coco Chanel. Sus ojos estaban llorosos. Pasó un largo tiempo antes de que ella se apartara y se secara los ojos.

-Eras amiga de mi hija, ¿me equivoco? –dijo, recobrando su compostura. Asentí.

Ella asintió, también, y se giró sobre sus pies, volviendo a observar el hueco de tierra. Me volví a escanear a las pocas personas que se encontraban allí. Sacudí mi cerebro por algo que decir. Pero no se me ocurrió nada. Y no estaba segura de si quería decir algo ahora.

***

Luego del mortífero acto, me dejé caer en la silla de una cafetería, mientras el olor del café entraba por mis fosas nasales y me daba náuseas. Me alisé la falda del vestido negro que había tomado del armario de mi madre y enterré la cabeza entre mis brazos, respirando entrecortadamente sobre la madera de la mesa.

Mierda.

Esto no podía estar pasando. No a Sheena. No podía concebir que ahora ella ya no estaría más, porque ella estaba… Sacudí la cabeza y me erguí en el espaldar de la silla, frotándome los ojos, chorreando todo el maquillaje que llevaba puesto. Resoplé. Y pensar que hacía cuarenta y ocho horas, yo había dicho que quería morirme. No podía ni imaginarme cómo estaba Sheena ahora. Ella no quería morir.

Pero ahora lo estaba.

Escuché la campanilla de la cafetería sonar, y momentos después vi a Harry arrastrar una silla hacia mí, dejándose caer sobre ella. Se había quitado la chaqueta de vestir, y había desabotonado los primeros cuatro botones de su camisa blanca, dejando su pecho y sus tatuajes al descubierto. Lo miré con las lágrimas punteando en mis ojos. Por alguna razón, quería abrazarlo, y no volver a soltarlo nunca más, porque habíamos pasado por tanto juntos… y porque me alegraba tenerlo junto a mí, a pesar de que ya no recordaba nada sobre mí.

Suspiró. -¿Yo la quiero?

Giré la cabeza para mirarlo. Su mirada estaba perdida en los ventanales trasparentes de la cafetería, con el ceño levemente fruncido, como si intentara recordar algo. -¿A quién?

-A Sheena –respondió. -¿La quiero?

Me detuve, suspirando. Asentí. –Sí –respondí, esbozando una sonrisa débil, y inhalé hondo. –Todos la queríamos.

-Sólo puedo recordarla un poco. Ella estaba a punto de tirarse de un árbol –arrugó la nariz. –Pero… luego no la volví a ver –frunció más el ceño. –No puedo… No puedo recordar más…

-Shhh –musité, llevando un dedo a sus labios. Sus ojos verdes se posicionaron sobre mí, y me acerqué a él, inclinándome. Acaricié sus labios en forma de corazón con mi dedo, deseándolos. –No te esfuerces.

Me recliné sobre su pecho, suspirando y acariciando su piel descubierta, sintiendo un millón de mariposas brotar en mi estómago, como cada vez que yo estaba cerca de él. Cerré los ojos, respirando pausadamente, intentando concentrarme en los latidos de su corazón acelerándose.

-Yo quiero recordar, Sky –susurró gravemente, apoyando su cabeza en la mía. Me mantuve con los ojos cerrados, acariciándolo.

-Lo sé –respondí a susurros. –Y te creo.

-¿Sabes? –continuó. –Me sentí muy mal cuando dijiste que querías morir. Principalmente porque sé que yo fui el que te hizo querer hacerlo…

-No –abrí los ojos, apoyando mi barbilla en su pecho, y acariciando su rostro suave y cálido. –No, eso no es cierto –dije suavemente. –Todo en mí es muy dramático. No me tomes tan enserio. En realidad… No podría morirme.

-Aunque no recuerde nada… yo… Quiero decir, es tan bueno saber que existes. Me da un respiro, ¿sabes? Me siento tan… vivo.

-También yo –farfullé, apretando su nariz. Él sonrió tristemente.

-Supongo que voy a seguir intentándolo –hizo una mueca, que poco a poco se convirtió en una dulce y amplia sonrisa. -¿A ella le molestaría esto?

-No –sonreí, recordándola y suspirando. –Ella lo amaría.

Suspiró y asintió, aliviado. Seguidamente, empujó mi cabeza hacia su pecho de nuevo, y me acunó en él, abrazándome muy fuerte, y frunciendo el ceño, dejando que las lágrimas se derramaran por sus mejillas. Lo abracé también, disfrutando de la sensación que su abrazo me transmitía. Toqué su rostro, deslizando mi palma abierta por sus lágrimas, secándolas, y besé su pecho.

-He estado siendo tan estúpida –me lamenté, apretando los párpados con fuerza. Suspiré. –Debí estar apoyándote, y yo…

-No te culpo –dijo gravemente -. Yo también me sentiría así.

-A veces siento… siento que ya nunca volverás a ser quien eras, Harry –susurré, cerrando los ojos, frunciendo el ceño. –Tengo miedo.

-Me parece que el miedo es tonto –musitó. –Es sólo un sentimiento estúpido que te hace retroceder cuando estás a punto de lograr algo.

Lo miré, apretando los labios. 

-Te ayudaré a ser fuerte –apretó los labios, y me dedicó una sonrisa, mientras sus hoyuelos se derramaban por sus mejillas. –Si tú me ayudas a recordar lo que soy.

-Es un trato –dije.

Lost- segunda temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora