capitulo 26

6K 207 7
                                    

Giré mi cabeza mirando la pared color beige manchada con horribles palabras garabateadas con grafiti de color rojo sangre. El “mentirosa” se había desvanecido casi por completo, pero el “asesina” y aún más el “inútil” seguían intactos frente a mí, como una obra maestra y tortuosa del anónimo. ¿Por qué me odiaba tanto?

-Habrá que volver a pintar la pared –dijo Harry, sacudiendo sus manos. Cuando giré la vista hacia él para verlo, no pude evitar comerme con los ojos sus brazos tonificados, y que su camisa estaba ligeramente levantada. Me mordí el labio, retorciendo instintivamente un hilacho de mi vestido. Estaba tan jodido que tendría que tirarlo a la basura.
Suspiró, y volvió a sacudirse las manos, parándose frente a mí.
-Bueno –suspiró -, ¿y ahora qué? 
-No sé –susurré, mirándolo a los ojos brillantes. Sonrió, y se humedeció los labios, asintiendo. Si él hubiera sido un niño de once años, seguramente que se hubiera sonrojado. Me vino a la mente la imagen de un pequeño niño de ojos verdes con rubor en sus mejillas mientras mira a la chica que le gusta. Amélie hubiera dicho que se le hubiera parado, pero en fin.
-Dime qué tienes en mente –sugirió. Me mordí el labio más fuerte. 
-No puedo decírtelo –respondí, luchando por comprimir una sonrisa, mientras retorcía mi pie sano.
-¿Por qué no? –ladeó la cabeza, riéndose angelicalmente. Me crucé de brazos, arqueando una ceja e intentando sonreír como él cuando estaba a punto de conseguir algo, intentando que descifrara mi expresión. Ante su silencio y su coqueta sonrisa, suspiré y me acomodé en el sofá. Seguidamente, lo jalé de su camisa de vestir blanca entreabierta en su pecho, develando un hermoso tatuaje de dos aves y una piel lisa y ligeramente bronceada. Nuestras narices estaban tocándose, y no resistí el impulso de deslizar mi palma abierta por su pecho, suspirando y rodando los ojos ante la placentera sensación de hormigueo que recorrió mi cuerpo.

-Porque no es apropiado decírtelo en casa de mis padres –susurré. 
-Dios, no hagas esto –gruñó, pero yo continué con mi acción, desabotonando dos botones, dejando su abdomen a la luz ante mí. <<Niños, no lo intenten en casa>>. Resopló, soltando una bocanada de aire tibio hacia mi rostro. Mi otra mano se deslizó por su espalda, levantando su camisa y apegándolo a mi pecho. Con un movimiento rápido, quedé acostada en el sofá horizontalmente. Mi pie cuidadosamente descansando de puntas en el suelo marmoleado marrón oscuro. Harry quedando sobre mí. Nuestros rostros a centímetros. 
-¿Skylar? –una voz aguda habló, al tiempo que se escuchaban unas babuchas bajar por las escaleras. Harry abrió los ojos como platos y se apresuró a levantarse, acomodándose la camisa.
-Mierda –maldije, y me senté rápidamente, aclarándome la garganta –la cosa más obvia que puedes hacer en un momento como éste-. Harry fingió apartar una pelusa imaginaria de su camisa mientras tomaba su chaqueta negra de vestir en brazos, mientras le daba vueltas nerviosamente a la llave de su motocicleta. Nunca admitía que Amanda también podía intimidarlo a él. 

Mi madre se deslizó por la sala sin aires aparentes de molestia, a pesar de que su mirada clara se deslizaba por la pared hecha grafitis. Había quedado un desastre. La pintura se había corrido, y los rastros del jabón se habían secado, dando paso a uno de esos muros que ves detrás de las escuelas públicas. 

Amanda suspiró. –Bueno, supongo que tendremos que explicarle a Byron lo ocurrido –comentó con voz serena, cruzándose de brazos y mirándonos sin resentimiento.
-Cómo lo siento, yo… 
-Lo siento tanto, mamá, sólo estábamos… -dije. Harry y yo nos callamos, conscientes de que habíamos hablado al mismo tiempo. Amanda levantó una mano con amabilidad y la volvió a cruzar. Se había quitado su bata de dormir hecha de satín blanco, y se había puesto sus bermudas playeras a cuadros, una camisa blanca con botones de presión, y sandalias –inusualmente– bajas. 
-De hecho, yo ya me iba –se excusó Harry, intentando sonreír. Cuando se agachó para darme un beso en la mejilla, Amanda lo interrumpió.
-No, um… -dijo ella, reflexionando. –De hecho, Harry, ¿te gustaría… tú sabes, almorzar aquí? 

Fruncí el entrecejo tan fuerte que creí que iba a arrancarme la piel, y miré a mi madre como si hubiera dicho algo como que Twilight fue escrito por Becca Fitzpatrick. Harry entreabrió los labios, y acomodó su postura, cruzándose de brazos. Las llaves de la motocicleta que colgaban entre sus dedos níveos tintinearon, y escuché las ingenuas risas de unos niños afuera, en el patio. 

-No, yo…
-Por favor –insistió ella amablemente, ladeando su cabeza. Oh, al carajo. Byron, tú estás drogándola.
-Um, sí, claro –Harry se encogió de hombros, intentando ocultar su asombro. Me puse de pie de un salto, pero tuve que sostenerme de Harry.
-Yo… iré a darme una ducha –sonreí a medias. 
-¿Pero qué te has hecho en el pie? –mi madre saltó hacia delante.
-Nada, nada –la atajé. –Me caí con los tacones, es todo. Un baño de agua caliente y estaré bien –sonreí ampliamente, y me alejé por las escaleras, contenta de no tener que sonreír. “Puta madre, ¿y ahora?”.

*********

-Bueno. Cuéntame, Harry –dijo Amanda, pinchando un trozo de remolacha con su tenedor. Yo movía mi pie bueno de un lado a otro, golpeándolo suavemente contra la pata de la silla de madera de caoba, mientras hacía girar mi tenedor entre mis dedos con nerviosismo. Harry parecía estar tranquilo. E inclusive, a pesar de que quizás llevara más horas de insomnio que yo, se veía listo como para salir en alguna propaganda de champú. Su característico olor aún lo acompañaba y una sonrisa radiante estaba plantada en su rostro. ¿Cómo es que alguien así, puede ser tan peligroso a la vez?
-¿En qué estás trabajando ahora? –prosiguió mi madre, metiéndose la remolacha a la boca. Lo miré. ¿Acaso él trabajaba? ¿O de dónde diablos sacaba tanto dinero para comprarse una motocicleta de último modelo, un traje de lujo –el cual se daba el lujo de gastar y ensuciar– y además, una casa con televisor de plasma? Me llevé un trozo de carne a la boca para no tener que decir nada al respecto.
-Bueno, tengo un amigo que es abogado. Básicamente, siempre está ocupado haciendo viajes de negocios, así que yo me ocupo de ir a las notarías y cosas así –se encogió de hombros, revolviendo la ensalada, desganado. ¿Estaba diciendo la verdad o sabía mentir tan bien?
-Oh, qué bien –sonrió mi madre. Casualmente, su sonrisa era de verdad. -¿Y qué piensas estudiar, Harry?
-Um, Medicina… -respondió. Noté cierta tristeza en su voz, y me mordí el labio, sintiendo que mi estómago se achicaba. Él no podía tomar esa carrera… no ahora. Quizá nunca. –Pero, por ahora prefiero quedarme como estoy –sonrió.
-Vale, está bien –dijo Amanda, masticando alegremente. Tenía que averiguar qué tipo de tranquilizantes estaba tomándose. -¿Qué hay de tus ideales?
-¿Perdón? ¿Mis ideales? –Harry achicó los ojos sin entender. Mastiqué con dificultad, mirándolo de reojo.
-Ya sabes; casarte, formar una familia y esas cosas –respondió ella. Harry sonrió inmediatamente y bajó la mirada. Sus labios apretados mientras sus mejillas se ensanchaban. Sentí el calor picar en mis mejillas. Quizás dijera lo que yo estaba pensando. “Por favor, no”.
-Me parece que soy muy joven aún, pero… -pausó, jugueteando con el tenedor. –Bueno, sí tengo cosas en mente.
-¿Como cuáles? –continuó ella con indiferencia, masticando. 
-Bueno… -comenzó, suspirando. –Quiero casarme dentro de unos años con una mujer hermosa… Quiero… formar una familia íntegra. Quiero darles lo mejor a mis hijos… Básicamente, eso –se encogió de hombros. Apenas podía tragarme la comida. Desde hacía tiempo que quería decirle que yo quería ser esa mujer. 
-Apuesto a que serás un esposo brillante –dijo ella, sonriendo maternalmente, mirándome de reojo. Aparté la mirada. –Y un padre increíble.
-Eso espero –respondió él, sonriendo y mirándome directamente. Sonreí también, y me limité a meterme un gran bocado a la boca para no tener que decir nada. Conociendo a Amanda, fácilmente podría tocar el tema de las relaciones sexuales antes del matrimonio, y no me convenía… en absoluto.

Mi madre hizo unos pocos pero efusivos comentarios acerca de los ojos de Harry y su inmenso agradecimiento por tratar de ayudar a limpiar la pared de la sala –dedicándome así una mirada furtiva–, y luego se levantó de la mesa, ayudé a fregar los trastes mientras me paraba en un solo pie, y luego me quedé en la sala con Harry, mirando Skins en la televisión. Los grafitis casi intactos de la pared captaban mi atención, pero intentaba mantener mis ojos bien puestos en la pantalla del televisor. 
Curiosamente, las escenas entre Tony y Michelle me parecían asquerosas. Ahogando una risilla, me pregunté si Harry y yo nos veíamos así de repugnantes. Y, oh, vamos, ¿quién podría rechazar así a Cassie? Sid es un tonto por hacer eso. Los chicos son idiotas.

-Bueno, ¿así que debo creer que le has dicho toda la verdad a mi madre? –pregunté, apoyando mi cabeza en una mano, pero no había sonado como una pregunta. Él ladeó la cabeza. Estaba atardeciendo. El aire seco y ligeramente frío entraba por las ventanas entreabiertas, y olía al ambientador de vainilla que mi madre había puesto en la casa. A Byron le daba alergia, pero lo aceptaba a estornudos.
-¿Qué quieres decir? –arqueó una ceja.
-Bueno –cavilé -, tú no eres un jovencito modelo.
-Sí que soy malvado –sonrió con suficiencia. 
-No cambies de tema –lo atajé. -¿Es verdad que en eso trabajas? 
-Bueno, en parte, lo es –susurró, para que mi madre no pudiera escuchar nada. –En parte no.
-¿Huh?
-Ella preguntó lo básico, y yo respondí lo básico –sonrió con picardía.
-¿Por qué? –me reí, confundida.
-Digamos que todavía no supero que ella me invitó a quedarme aquí –arqueó las cejas, jugueteando con el volumen del televisor. –Y que me haya preguntado esas cosas.

Me ruboricé, y desvié la vista. No podíamos estar hablando del matrimonio de nuevo.

-¿Lo… decías enserio? –titubeé con voz débil. –Q-quiero decir… Tú sabes… eso.
-Ajá –asintió, sonriente. Suspiré, sintiendo una oleada de calor picoso subir directamente por mi cuello, como si hubiera tragado un frasco de salsa picante asiática. El timbre de la puerta resonó, y aproveché para desatarme rápida y nerviosamente de la mano de Harry. Me levanté del sofá con dificultad, y salté con mi pie bueno hacia la puerta, intentando tragar saliva.

Cuando abrí la puerta, la saliva en mi garganta se convirtió en una mandarina congelada, y la sangre subió hacia mi cabeza. 

-¿Alison? –susurré, achicando los ojos.

Lost- segunda temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora