capitulo 35: vamos a escaparnos

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Bajé las escaleras sintiendo el agua de la ducha todavía quemar cada centímetro de mi entumecido y tembloroso cuerpo. Luego de la nada bonita conversación que había escuchado en la mañana, no había podido dejar de pensar en ello. Me resultaba imposible que Byron se atreviera a hablarle a alguien así. Digo, hablarle a una mujer así. Bueno, no, hablarle a Alison así. Ése no era mi futuro padrastro; ése era otro tipo totalmente distinto. 

De repente, me entró el pánico al cuerpo y a la mente. ¿Qué tal si Byron era un maltratador? Sin vacilar o rechistar había llamado a Alison “estúpida” y “perra” en menos de tres segundos consecutivos sin siquiera arrepentirse de ello, y luego la había echado de casa. ¿Qué tal si después de que se casara con mamá… él la tratara a ella o a mí igual? ¡Perdería la cabeza! Bueno, ambas lo haríamos. Mi familia había sido destruida una vez, y el punto no era exactamente dejar que sucediese de nuevo.

Por otro lado, ¿qué coño estaba haciendo Alison en mi casa si no era para verme a mí? Ciertamente seguía siendo la casa de Byron, en cierto modo. Mamá aún no se casaba con él. Pero estaban comprometidos, joder, se suponía que también debería contar algo. Algo en mí me decía, que Alison no había venido aquí para buscarme. Algo dentro de mí me decía, que ella y Byron no se llevaban muy bien; de lo contrario, hubiesen estado haciéndolo en el sofá de la sala. Y algo muy dentro de mí me decía, que estaba a punto de descubrir algo que en realidad no quería.

Recogí mi mochila del sillón de pana blanco que adornaba la sala, donde lo había tirado la tarde anterior luego de que Harry me dejara frente a la casa. Estaba decidida a no desayunar esa mañana en la casa; no con Byron ahí. De repente, el botón de ‘miedo’ había sido accionado en mi interior, y no tenía la valentía suficiente para apagarlo.

Me encaminé hacia la puerta, y sentí una presencia detrás de mí. Aceleré el paso, y me encontré corriendo. Apenas toqué la manija cuando escuché, detrás de mí, una voz singularmente ronca.

-¿Cariño? –dijo. Me giré lentamente, intentando que no se notara el temblor en mi cuerpo. Tragué saliva y lo observé con incredulidad. No se veía como un criminal, sin embargo. Usaba sus pantalones de chándal a cuadros y su bata negra de baño. Tomaba café de una taza marrón con un dibujo gigante de una vaca que mamá le había regalado en su último cumpleaños por salir urgentemente a comprarle algo a última hora. Me miró enarcando una ceja, y tragó el café con tranquilidad.

-Lo siento. Skylar –repuso, poniendo distancia con su tono de voz seco. Me aclaré la garganta y di pisaditas en el suelo con mi zapato Converse negro deshilachado. 

-Ya me voy –susurré, acomodándome la mochila en el hombro.

-¿No vas a desayunar algo? –prosiguió. Suspiré.

-Uh, nop –intenté sonreír, pero sólo me salió una mueca extraña. 

-Oh. Bueno, yo… preparé waffles –frunció el ceño, como si algo andara mal, y se acercó a mí lentamente. Me pegué a la puerta, obligando a que mis manos desenfrenadas buscaran la manija dorada de la puerta. Maldita sea, ¿dónde está la perilla cuando uno la necesita, joder?

-¿Estás… bien? –inquirió, poniéndose muy cerca de mí. Era más alto que yo, por lo que tuve que subir la mirada.

-¡Sí! Sí. Estoy perfectamente –me reí tontamente, pero su rostro no dibujó ninguna sonrisa en él. Me enserié de inmediato, y mi respiración comenzó a volverse artificial. Oh, oh.

-¿A qué hora te despertaste? –me interrogó, frotándose la barbilla poblada por diminutos puntos negros de barba que necesitaba ser afeitada de nuevo. Retorcí mi pie izquierdo debajo de mí.

-H-hace poco –titubeé. Vaciló, mirándome sin creerme una palabra. Mi pulso retumbando en mis muñecas delgadas. Se humedeció los labios.

-¿No vas a desayunar? –me interrogó. Negué con la cabeza nerviosamente, y él retrocedió. Dejé salir todo el aire de mí silenciosamente. De todos modos, ¿cuál era el problema si yo lo había escuchado? ¿Qué tenía él que esconder?

Tomó un sorbo de su café al tiempo que me daba la espalda, y abrí la puerta con fuerza al escuchar el motor de una motocicleta rugir fuera de la casa. “Gracias a Dios”, pensé. Cerré de un portazo, y salí corriendo hacia la moto, encaramándome sobre ella como si estuviera pisando fuego con los pies descalzos. Abracé el torso de Harry, de inmediato sintiendo esa extraña y placentera sensación de calor y seguridad que siempre me transmitía. Todos mis músculos relajándose al sentirlo cerca de mí. 

Harry permaneció inmóvil, ausente, mientras miraba directa y fijamente hacia la ventana de la casa. Miré yo también sin interesarme por disimular. La ventana estaba ligeramente abierta, mamá siempre las dejaba todas de esa manera, le encantaba que el aire fresco entrara y se disipara alrededor. Pero, esfumando cualquier recuerdo inmediato de Amanda, el rostro oscuro, demacrado y retorcido de Byron aparecía en el cristal de la ventana, mirándonos fijamente. Apreté la camisa de Harry, y él hizo sonar el motor de la motocicleta de nuevo, elevando sus pies y arrancando de inmediato.

Intenté respirar con normalidad mientras nos alejábamos de la casa hacia la carretera atestada de autos. Por suerte, nos metíamos entre ellos. Apreté los párpados y apoyé la cabeza en la espalda de Harry, intentando relajarme.

-Dime que todo está bien –le dije.

-Ese tipo, Byron, no me agrada –musitó en un gruñido. Diablos, ¿cómo lo sabía?

-A mí tampoco –me mordí el labio, vacilante. -¿Sabías que esta mañana lo escuché hablando con Alison?

-¿Qué cojones? –masculló, confundido.

-Lo sé –asentí, y me apreté más a él cuando sentí el movimiento de la moto. –Ella le debía algo… algo así.

-¿Qué le debía?

-Dinero –arrugué la nariz. De repente, el recuerdo de Alison congelándose y corriendo mientras apretaba un extraño sobre blanco en su mano vino de nuevo a mi mente. ¿Ella estaba pagándole en ese momento? Pero Byron había dicho que ella sólo le pagó una cuarta parte cuando envió a alguien para que la obligara. Entonces, ¿qué llevaba Alison en ese sobre? ¿Era todo esto la razón de por qué ella estaba actuando tan extraño conmigo?

-¿Estás asustada? –preguntó en un tono suave, luego de unos minutos de cavilaciones. Apoyé mi mentón sobre su espalda.

-Sí –admití. -¿Me vas a proteger?

-Tú sabes que sí –musitó. Pude escucharlo sonreír.

-¿Cómo? –lo reté. Él vaciló, y giró la moto al lado del camino. Lo observé, confundida. Se giró sobre su hombro, y tomó mi mano, acariciándola.

-Ven a vivir conmigo –sonrió. –Como antes.

Sonreí, mordiéndome el labio.

-¿Escaparnos? –arqueé una ceja. Sonrió, rozando su nariz con la mía.

-Exacto –susurró. -¿Qué me dices?

-Te digo que me vayas a buscar después de clases, y que esperes en la próxima esquina. Yo saldré por la ventana trasera –susurré, riéndome. Arqueó sus cejas.

-Creí que pondrías un poquito de resistencia –bromeó.

-Hay un loco psicópata que amenaza a una chica de diecinueve años viviendo conmigo –arqueé las cejas, pero en realidad no estaba bromeando, sino enfatizando. Asintió.

-Buen punto.

-Ya quiero volver a vivir contigo –sonreí, dándole un beso en los labios. Él sonrió.

-Te tengo una sorpresa –susurró.

-¿Cuál? –ladeé la cabeza.

-Si te la digo, ya no sería una sorpresa, ¿cierto? –rió. Me mordí el labio inferior completo, sonriendo. Finalmente, finalizó con un beso en mis labios, y se inclinó sobre el manubrio. Seguidamente, arrancó la motocicleta. Sonreí, sintiendo cosquilleos a través de mi cuerpo. Oh, por Dios, iba a escaparme con él.

Lost- segunda temporada-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora