Capítulo 3: Límite.

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Frank llegó en la madrugada a su casa, y aunque se suponía que todos dormían, su padre estaba en la cocina, al verlo entrar lo sorprendió al hablarle. Cuando le preguntó en donde había estado, Frank mintió y respondió que en un bar, su padre le pidió que no fuera tan insensible con su esposa, pues ella lo había esperado hasta muy tarde, sino que él le pidió que se fuera a dormir pues seguro que tardaría en regresar.

Frank le sonrió, al subir a su habitación, ella se encontraba dormida, cubierta con una sábana, un vago recuerdo recorrió la memoria de Frank, el primer día que durmieron juntos cuando se casaron, la miraba con cierta tristeza, pronto su mirada se transformó en detestable. Tomo un par de sabanas y se acomodó en el sillón.

El doctor de Sara fue a verla, después de revisar a la paciente, les notificó a sus familiares que si las cosas seguían así, muy pronto se recuperaría. Todos se encontraron contentos.

A petición de Sara, Frank la llevó al pueblo para que conociera el lugar, sin embargo su mirada molesta no cambiaba. Katherine estaba incomoda, no le gustaba salir con él así, se preguntaba en ¿dónde había quedado aquel hombre de quien se enamoró? ¿Porque él la despreciaba?

—No tenías que traerme, después de todo eres el rey de las excusas, debiste inventarte algo—le comentó ella.

—Lo hice por mi madre, no por ti, si por mi fuera te regresaría a Nueva York—le advirtió él.

— ¡¿Tanto te estorbo?! Claro para salir como anoche, quien sabe con quién y dejar a nuestra hija sola ¡que buen padre eres!—lo reto Katherine.

Frank paró la camioneta de golpe, la miró nuevamente con desprecio y prosiguió.

— ¿Quieres saber donde estuve anoche? Bien te lo diré. ¡Estuve con una hermosa mujer, alguien que vale mucho más que tú, una mujer que sería una excelente madre para Cony!—.

Katherine sintió como su corazón terminó de romperse en múltiples pedazos, no pudo contener las lágrimas, y solo logro decir entre su voz cortada.

—Mi hija es mía, no me la vas a quitar, revuélcate con quien se te pegue la gana, pero a mi hija no me la quitas—.

—Eso ya lo veremos, Cony se quedará conmigo—le advirtió Frank.

Frank la llevo a una feria donde se encontraba su hermano menor, Joy, Katherine se secó sus lágrimas, respiró profundo para continuar como sin nada. Joy la saludó, estaba contento de que ambos asistieran.

Se encontraron con Madison, Frank se acercó a ella, Katherine se dio cuenta de quién era, quería desaparecer de la faz de la tierra, como podía restregársela en la cara. Madison decidió acercarse para presentarse, pero al notarlo, Katherine la evitó dirigiéndose a otra parte del lugar.

Una chica de pelo largo y rizado se le acercó, para su sorpresa era alguien que había conocido en la preparatoria, Julia, comenzaron a platicar, Julia se había casado con alguien de ese lugar, pero a la semana se habían separado, ahora salía con otra persona. Le presento a Zoey, le contó que ella tenía un esposo guapo y responsable, él era granjero, pero a Zoey le aburría esa vida, pues extrañaba sus días de soltera.

También estaba Natalia, una mujer que parecía ser feliz, pero Julia y Zoey sabían que no era así, pues ella era desgraciada, su esposo era un hombre celoso.

—Entonces ¿te quedaras más tiempo? Di que sí—le suplicó Julia.

—A decir verdad, yo, pensaba irme cuanto antes, Frank me odia, siento que no debería estar aquí—comentó triste.

—Puedes quedarte en mi casa, ese tipo no merece que llores por él—le aconsejó Julia.

—Vine por mi suegra, ella está enferma, siempre se ha portado bien conmigo, aunque para serte sincera... siento que ya no podré aguantar más aquí—la mirada de Katherine era distante.

Después de varias horas, Frank y Katherine regresaron a casa, ninguno de los dos habló en el trayecto, era como si ninguno de los dos se conociera. Al llegar, Katherine bajo sin decir nada, su suegro estaba en su sillón de afuera, le sonrió, y pregunto cómo les había ido, ella respondió "bien" y sonrió.

Frank se quedó afuera con su padre, Katherine abrazó a su hija, verla sonreír le devolvía el alma, subió para acostarla, después se encerró en la habitación, su mirada y su mente estaban lejos, sentía un vacío dentro de ella, no quería sentir lo que estaba sintiendo, quería irse lejos, a donde nadie más existiera, solo ella y Cony.

— ¿Qué le hiciste?—cuestionó su padre a Frank.

— ¿De qué hablas?—respondió confuso.

—De tu esposa, estaba triste, algo le hiciste ¿esta así por lo de anoche?—William estaba seguro.

—No, ella está bien, solo está cansada—respondió él.

—Solo espero que no se canse de ti, porque si eso pasa, la vas a perder y no podrás recuperarla, sería una lástima para ambos—William le tocó el hombro y entró a su casa.

Frank se quedó solo, sentado en una banca del pequeño pasillo, la luna estaba en lo más alto.


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