Capítulo 4.- Pero me gusta.

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Transcurrieron aproximadamente dos semanas desde el día en que Lauren y yo fuimos a la tienda de instrumentos musicales.

Esperar a la cajera en la banca era ya casi una costumbre. No iba a verla diario porque respetaba el hecho de que tanto ella como yo teníamos otras cosas que hacer o que quizás Lauren no siempre querría verme. Por dicha inseguridad, en una ocasión le pregunté si le molestaba tenerme con frecuencia ahí, a lo que ella contestó sinceramente con un simple "me gusta verte" el cual me bastó para terminar con esa inseguridad.

En ese poco tiempo Lauren se convirtió en alguien especial para mí. Sé que llevábamos poco de conocernos, pero la ojiverde tenía una naturalidad y sencillez extrema que se transmitían a mí cuando estábamos juntas y me hacía sentir como si hubiera estado destinada a tenerla en mi vida.

El domingo por la tarde, a la misma hora de siempre, sentada en la banca como habitualmente lo hacía estaba esperando a la dueña de los ojos más hermosos.

— ¡Hola, Camila! —dejé salir un brinco cuando la voz de Lauren apareció detrás mío directo en mi oído derecho.

— ¡Me espantaste!

— ¡Ese era el plan! —la cajera tomó lugar junto a mí. — Diría que lo siento, pero no me gusta mentir. —Rodé los ojos mientras una sonrisa junto a un suspiro se escapaban de mi boca.

— ¡Hola, Lauren! —respondí a sus primeras palabras.

— ¿Tienes tiempo?

— Para ti siempre. —Un tono carmesí se hizo presente en Lauren seguido del mío al darme cuenta de lo que dije.

— Igual que yo para ti, Cabello —se atrevió a decir. — Pero bueno. Quiero comprar unas cosas ¿Quieres acompañarme?

— ¿A dónde? ¿No vas a secuestrarme?

— No sabría decirte.

— Creo que correré el riesgo.

Nos levantamos y comenzamos a andar. Ya no solía llevar mi auto cada que iba a visitarla. Me era más atrayente caminar e ir pensando en la buena tarde que pasé con Lauren, que conducir y estar atenta a los semáforos y/o personas que cruzaban la calle.

Me quedé en el parque esperando a que Lauren fuese a su casa y cambiara su ropa, era un hábito que adquirí en todos los días que siguieron desde la primera vez que lo hice.

Después de unos minutos Lauren apareció. Llevaba puesta una larga camisa de cuadros, que bien podría ser una cortina, pero en ella se veía como la prenda más lujosa y despampanante del mundo. Unos botines negros, una pulsera y un peculiar añillo con una piedra azul en él completaban su vestimenta.

— ¿Estás lista?

— ¡Sí, capitán! ¡Estamos listo! —hice una pequeña broma.

— ¡No te escucho! —siguió con mi broma.

— ¡Sí, capitán! ¡Estoy lista!

— ¡Uuuuuuuh! —las dos dijimos. Comenzamos a reír.

— Eres una boba, Camila... pero me gusta —dejó de reír. — ¡Andando! —y por primera vez Lauren entrelazó nuestras manos.

A medida que avanzábamos dejaba caer disimuladamente mi mirada para ver colgando mi mano entrelazada a la de Lauren. No sentía la corriente eléctrica que todos dicen, tampoco sentí que mi pulso se detuviera y menos que mis piernas no respondieran, pero lo que sí sentí fue el calor de nuestra piel tocándose mientras un poco de sudor y nerviosismo se acumulaba entre las dos palmas. Esa sensación era mejor que cualquiera de las anteriores.

El último tema || CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora