Capítulo 16

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— ¡Se ha librado! ¡Se ha librado! ¡Se ha librado!

— ¡Basta! ¡Cálmense! —Gritó el señor Weasley, aunque él también sonreía—. Oye, Sirius, hemos visto a Lucius Malfoy en el Ministerio...

— ¿Qué? —saltó Sirius.

— ¡Se ha librado! ¡Se ha librado! ¡Se ha librado!

— ¡Cállense, ustedes tres! Sí. Lo hemos visto hablando con Fudge en la novena planta; luego han subido juntos al despacho de Fudge. Dumbledore debería saberlo.

—Desde luego —coincidió Sirius—. Se lo diremos, no te preocupes.

-¿Qué son todos esos gritos?- pregunto la rubia, que venía comiendo una paleta, en cuanto entro a la cocina

-Bueno, se ha librado.

-¿Quién?

-Harry.

-Ah, el niño que vivió se libró. Felicidades Potter.- Dijo la rubia sin sentir la misma emoción que sentían sus hermanos.

—Bueno, tengo que irme, hay un inodoro que vomita esperándome en Bethnal Green. Molly, llegaré tarde, debo cubrir a Tonks, pero quizá Kingsley venga a cenar...

—Se ha librado, se ha librado, se ha librado...

— ¡Basta! ¡Fred, George, Ginny! —Chilló la señora Weasley cuando su marido salió de la cocina—. Harry, querido, ven y siéntate, come algo, que apenas has desayunado.

Ron y Hermione se sentaron enfrente de Harry, que no los había visto tan contentos desde su llegada a Grimmauld Place, y el vertiginoso alivio del muchacho, que su encuentro con Lucius Malfoy había estropeado un poco, volvió a dispararse. De pronto la sombría casa resultaba más cálida y acogedora; hasta Kreacher le pareció menos feo cuando éste metió la nariz en la cocina para investigar el origen de todo aquel alboroto.

—Claro, cuando Dumbledore se puso de tu lado, no había forma de que te condenaran —observó Ron alegremente mientras servía enormes cucharadas de puré de patatas en los platos.

—Sí, Dumbledore me echó una mano —afirmó Harry. Tenía la impresión de que habría resultado muy desagradecido, por no decir infantil, que dijera: «Pero me habría gustado que me hubiera dicho algo. O que por lo menos me hubiera mirado.» Y cuando estaba pensándolo, la cicatriz de la frente empezó a arderle tanto que tuvo que tapársela con una mano.

—¿Qué ocurre? —preguntó Hermione, alarmada.

—La cicatriz —murmuró Harry—. Pero no es nada... Ahora me pasa con mucha frecuencia.

Los demás no se habían dado cuenta, pues todos se servían comida mientras seguían saboreando la absolución de Harry. Fred, George y Ginny seguían cantando mientras su hermana rubia los observaba y Hermione estaba muy nerviosa, pero antes de que pudiera decir algo, Ron se le adelantó:

—Seguro que Dumbledore vendrá esta noche para celebrarlo con nosotros.

—No creo que pueda venir, Ron —intervino la señora Weasley al mismo tiempo que ponía un inmenso plato de pollo asado delante de Harry—. Ahora está muy ocupado. Venus querida tu padrino quiere verte, pero no dijo cuándo.

-Vale, madre

—Se ha librado, se ha librado, se ha librado...

— ¡Cállense! —rugió la señora Weasley.

En los días que siguieron, a Harry no se le escapó que en el número 12 de Grimmauld Place había dos personas a las que no parecía alegrarles mucho saber que él regresaría a Hogwarts. Al enterarse de la noticia, Sirius interpretó bien su papel expresando su satisfacción, estrujándole la mano y sonriendo encantado como todos los demás, mientras que Venus tan solo observaba haciendo comentarios llenos de sarcasmo algo común en ella.

La Promesa De Una WeasleyWhere stories live. Discover now