Capítulo 19

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—¡Vaya par! —Exclamó Hermione, furiosa, mirando al techo, a través del cual oían a Fred y a George, que se reían a carcajadas en la habitación del piso de arriba—. No les hagas caso, Ron, lo que ocurre es que están celosos.

—No lo creo —dijo Ron mirando también hacia el techo—. Siempre han dicho que sólo nombran prefectos a los imbéciles... —Luego, con un tono de voz más alegre, continuó—: Pero ¡ellos nunca han tenido escobas nuevas! Me habría gustado ir con mamá y elegirla... Ella no me puede comprar una Nimbus, pero ha salido una Barredora nueva que me encantaría... Sí, creo que voy a decirle que me gustaría que me comprara una Barredora, para que lo sepa...

Salió corriendo de la habitación, y Harry y Hermione se quedaron solos.

Por algún extraño motivo, a Harry no le apetecía nada mirar a Hermione. Se volvió hacia su cama, cogió el montón de ropa limpia que la señora Weasley había dejado encima y fue hacia su baúl.

—Harry... —empezó a decir la muchacha con timidez.

—Felicidades, Hermione —dijo Harry tan efusivamente que no parecía su voz; y, todavía sin mirarla, añadió—: Es fantástico. Prefecta. Genial.

—Gracias —contestó Hermione—. Esto... Harry, ¿me prestas a Hedwig para que pueda contárselo a mis padres? Se pondrán muy contentos. Bueno, creo que entenderán lo que significa que me hayan nombrado prefecta.

— ¡Sí, claro! —exclamó Harry con aquella espantosa voz efusiva que no le pertenecía—. ¡Cógela!

Se inclinó sobre su baúl, puso las túnicas en el fondo y fingió que buscaba algo dentro, mientras Hermione iba hacia el armario y llamaba a Hedwig. Pasaron unos momentos; Harry oyó que se cerraba la puerta, pero siguió doblado por la cintura, escuchando; lo único que oía eran las risitas del cuadro en blanco de la pared y los eructos de la papelera del rincón.

Se enderezó y giró la cabeza. Hermione se había marchado y Hedwig no estaba. Harry volvió con lentitud a su cama y se sentó en ella, clavando la vista en las patas del armario.

Había olvidado por completo que elegían a los prefectos en quinto. Había estado tan preocupado con la posibilidad de que lo expulsaran del colegio que no se había parado a considerar que las insignias debían de estar viajando hacia sus destinatarios. Pero si lo hubiera recordado..., si hubiera pensado en ello... ¿qué expectativas habría tenido?

«Ésta no, desde luego», dijo una discreta pero sincera voz en su cerebro.

Harry hizo una mueca y se tapó la cara con ambas manos. No podía engañarse a sí mismo: si hubiera sabido que una insignia de prefecto iba en camino, se habría imaginado que sería para él, no para Ron.

¿Lo convertía eso en una persona tan arrogante como Draco Malfoy? ¿Se consideraba superior a los demás? ¿De verdad creía que era mejor que Ron?

-Tú querías esa insignia para ti, ¿no?

-No, claro que no.

-No soy tonta Potter, sé lo que vi y tú desearías tenerla para ti.

-Estas equivocada Venus.

-Sabes que no lo estoy, pero si quieres engañarte y decir que no la querías, es tu problema. Solo acuérdate de que tú eres el que vio a Voldy regresar. ¿Sabes que Dumbledore escoge a los Prefectos? ¿Por qué no te elegiría a ti?

-Debe tener sus razones.

-¿Eso crees? Yo creo que ya no eres su favorito

«No», dijo la voz, desafiante.

¿Era eso cierto?, se preguntó Harry, angustiado, poniendo a prueba sus sentimientos.

«Yo soy mejor en quidditch —afirmó la voz—. Pero no soy mejor en nada más.»

Era la pura verdad, pensó Harry; no era mejor que Ron en clase. Pero ¿y fuera de clase? ¿Y las aventuras que él, Ron y Hermione habían vivido juntos desde que llegaron a Hogwarts, arriesgándose muchas veces a cosas peores que la expulsión?

«Bueno, Ron y Hermione casi siempre estaban conmigo», aseguró la voz.

«Pero no siempre —discutió Harry—. Ellos no pelearon conmigo contra Quirrell. Ellos no se enfrentaron a Ryddle ni al basilisco, ni se libraron de los dementores la noche que Sirius escapó, ni estaban conmigo en el cementerio la noche que regresó Voldemort...»

Y volvió a asaltarlo aquella sensación de injusticia que había tenido la noche de su llegada a la casa.

«Es evidente que yo he hecho muchas más cosas —pensó Harry con indignación—. ¡He hecho muchas más cosas que ellos dos!»

«Pero, a lo mejor —aventuró la vocecita con imparcialidad—, Dumbledore no elige a los prefectos por haberse metido en un montón de situaciones peligrosas... Quizá los elija por otros motivos... Ron debe de tener algo que tú no tienes...»

Harry abrió los ojos y miró entre sus dedos las patas con forma de garras del armario, recordando lo que había dicho Fred: «Nadie en su sano juicio nombraría prefecto a Ron...» Harry soltó una breve risotada. Un segundo más tarde estaba asqueado de sí mismo.

Ron no le había pedido a Dumbledore que le diera una insignia de prefecto. Ron no era culpable de nada. ¿Iba a deprimirse Harry, el mejor amigo que Ron tenía en el mundo, porque él no tenía una insignia? ¿Iba a reírse con los gemelos a espaldas de Ron, iba a estropearle la fiesta a su amigo cuando, por primera vez, lo había superado a él en algo?


La Promesa De Una WeasleyWhere stories live. Discover now