Capítulo 36

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Como el anterior capítulo llego en la madrugada a las 40 estrellitas pues aquí esta el capítulo.

A la mañana siguiente las cosas fueron un poco mejores, y las clases no eran tan aburridas como las del día anterior, en ese preciso momento se encontraba en clase del profesor Flitwick que la verdad no sabía de qué estaba hablando.

—Lo que deben recordar —dijo el profesor Flitwick, un mago bajito con voz de pito, arriba de un montón de libros para poder ver a sus alumnos por encima de la superficie de su mesa— es que estos exámenes pueden influir en sus vidas en los años venideros. Si todavía no se han planteado seriamente qué carrera quieren hacer, éste es el momento. Mientras tanto, ¡me temo que tendremos que trabajar más que nunca para asegurarnos de que todos ustedes están a la altura de su capacidad en el examen!

Luego estuvieron más de una hora repasando encantamientos convocadores que, según el profesor Flitwick, era probable que aparecieran en el TIMO; remató la clase poniéndoles como deberes un montón de encantamientos. Lo mismo ocurrió, o peor, en la clase de Transformaciones.

—Piensen que no aprobaran los TIMOS —les advirtió la profesora McGonagall con gravedad— sin unas buenas dosis de aplicación, práctica y estudio. No veo ningún motivo por el que algún alumno de esta clase no apruebe el TIMO de Transformaciones, siempre que se apliquen en sus estudios. — Neville hizo un ruidito de incredulidad—. Sí, tú también, Longbottom —agregó la profesora—. No tengo queja de tu trabajo; lo único que tienes que corregir es esa falta de confianza en ti mismo. Por lo tanto... hoy vamos a empezar con los hechizos desvanecedores. Aunque son más fáciles que los hechizos comparecedores, que no suelen abordarse hasta el año de los ÉXTASIS, se consideran uno de los aspectos más difíciles de la magia, cuyo dominio tienen que demostrar en sus TIMOS.

La profesora McGonagall tenía razón, pues Venus encontró dificilísimos los hechizos desvanecedores. Tras una clase de dos horas, ni ella ni Alec habían conseguido hacer desaparecer los caracoles con los que estaban practicando, aunque Alec, optimista, comentó que el suyo parecía haber palidecido un poco.

Theo, por su parte, consiguió hacer desaparecer su caracol al tercer intento, y la profesora McGonagall le dio diez puntos extra a Slytherin. Fue el único al que la profesora McGonagall no puso deberes; a los demás les ordenó que practicaran el hechizo para el día siguiente, ya que por la tarde tendrían que volver a probarlo con sus caracoles.

Para suerte de Venus los deberes no se le estaban acumulando ya llevaba algunas tareas de las que les habían dejado ella ya las tenía completas o en su defecto las tenía adelantadas.

El día se había puesto frío y ventoso, y mientras descendían por el empinado jardín hacia donde se supone tomarían clase de Criaturas Magicas.

Cuando Harry y Ron llegaron a donde estaba la profesora, oyeron una fuerte risotada a sus espaldas; se dieron la vuelta y vieron a Draco Malfoy, que iba con aire resuelto hacia ellos, rodeado como siempre de su cuadrilla de amigotes de Slytherin. Por lo visto, acababa de decir algo divertidísimo porque Crabbe, Goyle, Pansy Parkinson y los demás seguían riéndose con ganas cuando rodearon la mesa de caballete; y a juzgar por cómo miraban a Harry, éste pudo imaginar sin grandes dificultades el motivo del chiste, los únicos que no reían eran los amigo recién llegados de Beauxbatons que tan solo veían como los demás se reían.

— ¿Ya están todos? —Gritó la profesora Grubbly-Plank cuando hubieron llegado los de Slytherin y los de Gryffindor—. Entonces manos a la obra. ¿Quién puede decirme cómo se llaman estas cosas?

Señaló el montón de ramitas que tenía delante y por primera vez Hermione no fue la única que levantó una mano, Venus también la levanto. Malfoy, que estaba detrás, sacó los dientes e hizo una imitación de Hermione dando saltitos, ansiosa por contestar a la pregunta. Pansy Parkinson soltó una carcajada que casi de inmediato se convirtió en un grito, pues las ramitas que había encima de la mesa brincaron y resultaron ser algo así como diminutos duendecillos hechos de madera, con huesudos brazos y piernas de color marrón, dos delgados dedos en los extremos de cada mano y una curiosa cara plana, que parecía de corteza de árbol, en la que relucían un par de ojos de color marrón oscuro.

— ¡Oooooh! —exclamaron Parvati y Lavender, lo cual molestó mucho a Harry.

— ¡Hagan el favor de bajar la voz, señoritas! —Ordenó la profesora Grubbly-Plank con severidad, y luego esparció un puñado de algo que parecía arroz integral entre aquellos seres hechos de palitos, los cuales inmediatamente se abalanzaron sobre la comida—. A ver, ¿alguien sabe cómo se llaman estas criaturas? ¿Señorita...?

—Weasley, esos son Bowtruckles —dijo Venus—. Son guardianes de árboles; generalmente viven en los que sirven para hacer varitas.

—Cinco puntos para Slytherin—replicó la profesora Grubbly-Plank—. Efectivamente, son bowtruckles, y como muy bien dice la señorita Weasley, generalmente viven en árboles cuya madera se emplea para la fabricación de varitas. ¿Alguien sabría decirme de qué se alimentan?

—De cochinillas —contestó Venus de inmediato, y entonces Harry entendió por qué aquello que él había tomado por granos de arroz integral se movía—. Pero también de huevos de hada, si los encuentran.

—Muy bien, anótate cinco puntos más. Bien, siempre que necesiten hojas o madera de un árbol habitado por un bowtruckle, es recomendable tener a mano un puñado de cochinillas para distraerlo o apaciguarlo. Quizá no parezcan peligrosos, pero si los molestan intentarán sacar sus ojos con los dedos, que, como pueden ver, son muy afilados; por lo tanto, no conviene que se acerquen a nuestros globos oculares. De modo que si quieren aproximarse un poco... Tomen un puñado de cochinillas y un bowtruckle, hay uno para cada tres, y así pueden examinarlos mejor. Antes de que termine la clase quiero que cada uno de ustedes me entregue un dibujo con todas las partes del cuerpo señaladas.

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La Promesa De Una WeasleyWhere stories live. Discover now