Capítulo 1

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Un año más tarde —Santa Antonia
—¿Estás segura de tenerlo todo? ¿Pasaportes, billetes, las llaves del piso?
—Lo tengo todo bajo control, deja de apurarte. Ya tienes suficientes cosas de las que preocuparte. Ahí está el autocar —el día de llegadas siempre era frenético.
El cortijo de Santa Antonia había sido el tranquilo refugio del novio de Laura y su pandilla de amigos artistas. Pero todo cambió cuando Nick convenció a Laura de que se mudara con él, y ella montó una escuela de cocina. El negocio, dirigido a turistas deseosos de recibir clases de un chef innovador formado en un exclusivo restaurante londinense, fue un éxito rotundo. __________ se alegraba por Laura, y también de haber podido ayudarla a organizar la sala de estar y los dormitorios de los huéspedes. Pero había llegado el momento de regresar a Inglaterra y volver a tomar las riendas de su vida.
—Espero que te apañes —murmuró al reunirse con su amiga en la puerta de entrada para ver apearse al grupo de turistas del autocar—. Puede que me ausente un par de meses mientras los abogados arreglan lo del divorcio.
—Según mi propia y amarga experiencia, podría tardar bastante más —replicó Laura con tristeza—. El mío tardó un año entero en resolverse, y me costó una pequeña fortuna.
—No espero ningún tipo de problemas. Justin estará tan encantado como yo de llegar al final de nuestro matrimonio —especialmente si uno se guiaba por la reciente foto aparecida en uno de los pequeños periódicos británicos. Ver sus oscuras y bellas facciones de nuevo, hizo que su corazón dejara de latir momentáneamente. Le sorprendió descubrir el efecto que aún tenía sobre ella, incluso después de un año separados. Pero la visión de su acompañante había sido el catalizador de su decisión de poner legalmente punto y final a su absurdo matrimonio. Ya era hora de dejar atrás su pasado. Tenía un bebé, un floreciente negocio propio y la libertad de vivir su vida como quisiera. Disfrutaba de su independencia. Había luchado mucho para recuperar su autoestima, y ya era hora de cortar los lazos legales que la unían a Justin Bieber.
—¿Qué crees que sentirás al volver a ver a tu marido? —preguntó Laura.
—Con suerte, ni siquiera tendré que verle. No quiero nada de él, y menos su dinero.
—Tienes derecho a pedir una pensión de manutención para Clude —señaló Laura—. Después de todo, Justin es su padre, y a nadie le hacen daño los millones de los Lautner.
—¡No! —_________ rechazó la propuesta de inmediato—. Mi hijo es mi responsabilidad, y yo le mantendré. Justin nunca quiso un hijo, me quedé embarazada accidentalmente, así que no voy a usarle para obtener ningún beneficio económico. Me las apañaré —le aseguró a su amiga cuando Laura arrugó la frente de preocupación—, pero no aceptaré nada de Justin.
Todo parecía tan sencillo en teoría... Contactaría con Justin a través de una tercera persona, y si expresaba interés en ver a su hijo, los abogados llegarían a un acuerdo para incluir un régimen de visitas en el acuerdo de divorcio. No esperaba ninguna complicación, pero al mirar a Clude durmiendo en su carrito bajo la sombrilla, tuvo un presentimiento. Nada relacionado con Justin Bieber  era sencillo. Le encantaban los secretos y, a pesar de haber estado casada con él durante dos años, no le conocía en absoluto.
—Vaya, parece que ha llegado alguien con estilo —la voz de Laura interrumpió sus pensamientos, y ________ dirigió su mirada hacia la elegante limusina negra parada tras el autocar al otro lado del jardín—. Espero que sepan que se trata de un día festivo de trabajo, porque no tendré tiempo de correr tras la mimada esposa de millonario que no sabe ni cocer un huevo. El conductor del autocar estará encantado de llevarte al aeropuerto —añadió al adelantarse para saludar a sus huéspedes—. Ya ha terminado de descargar. Puedes darle tu equipaje antes de despertar a Clude —le dio un breve beso a ________ en la mejilla—. Cuídate. Celebraremos tu nueva vida de soltera cuando vuelvas.
Al volver a mirar hacia el cochecito del niño vio que Clude aún dormía profundamente, así que _______ decidió dejarle dormir unos minutos más mientras ella cargaba las maletas.
—¿Qué tal estás, Enzo? —saludó al conductor que hacía regularmente la ruta de Santa Antonia al aeropuerto.
—Hola, señora, está usted preciosa hoy.
La extensa familia de Enzo ocupó unos cinco minutos de conversación, y cuando ________se volvió hacia el carrito, estaba vacío. Pensó que Laura se habría llevado a Clude a la casa, pero una sensación de intranquilidad la invadió. Algo hizo que se girara hacia el coche aparcado al fondo del jardín. Por unos segundos, pensó que era una ilusión óptica, pero tras parpadear se dio cuenta de que no era ningún espejismo. Tenía que reconocer que la palabra guapo se quedaba corta. Aquel hombre era impresionante. A pesar de ser un día bochornoso, no pudo evitar un temblor al recorrer con la mirada el rostro del visitante, y encontrarse con su fría mirada gris que emanaba arrogancia y poder. Todo empezó a darle vueltas.
—¡Justin! —ante la confusión, cerró los ojos, como si haciéndolo pudiera librarse de aquella desagradable visión. Pero al abrirlos de nuevo, seguía allí, y se tapó la boca con las manos para reprimir un grito—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres? —le preguntó temblando, con una voz apenas audible por la impresión. El sonrió, recordándole a un lobo listo para devorar a su presa.
—Ya tengo aquello a por lo que vine, cherie —dijo suavemente, y ella se quedó mirándole confundida—. Sólo tienes que elegir si te unes a nosotros o no.
—¿Nosotros? —repitió ________—. No entiendo —se sentía desorientada en su presencia, y tanto su respiración como su cerebro oscilaban. Su corazón palpitaba fuertemente, y le costó todo su esfuerzo levantar la mirada hacia su rostro. Era incluso más guapo de lo que recordaba, más delgado y fuerte que el hombre con quien soñaba regularmente. Tuvo una sensación peculiar al mirarle, como si le clavaran un cuchillo entre las costillas, de modo que apartó la mirada de inmediato, parpadeando bajo la brillante luz del sol.
La llegada de Justin al cortijo era tan inesperada que no sabía qué hacer ni qué decir.
—¿Cómo me has encontrado? —consiguió decir al fin. La expresión de Justin se endureció.
—Escribiste a tu abogado, pidiéndole que empezara los trámites de divorcio —le recordó—. La verdad, tengo que elogiar la rapidez con la que se puso en contacto con mi despacho de abogados para poner el motor en marcha.
—El señor Carmichael se ha ocupado durante años de los asuntos legales de la familia Dyer —la voz de _______ tembló—. Le pedí específicamente que no revelara mi paradero, y no creo que haya aceptado darte esa información.
—No, pero su preciosa secretaria novata resultó estar mucho más dispuesta —murmuró con voz sedosa—. Las tardes invertidas en vinos y cenas resultaron muy productivas de varias maneras —el repentino brillo de su mirada la ponía enferma.
—De verdad, no me interesan los detalles de tu vida amorosa —soltó algo dolida—, aunque por propia experiencia, me imagino que el amor juega un papel muy pequeño. Pero aún no entiendo qué estás haciendo aquí —continuó glacial, negándose a reconocer que el familiar aroma de su loción de afeitar había evocado un montón de recuerdos que deseaba se hubieran quedado enterrados—. Según parece, leíste la carta en la que explicaba al señor Carmichael que volvería a Inglaterra para arreglar los papeles del divorcio. ¿Por qué no esperaste simplemente a que llegara?
Justin suspiró profundamente, tratando de controlar su ira.
—Me he pasado un año entero deseando ver a mi hijo —dijo con una mirada helada y el rostro tenso y rígido, señal de la dimensión de su furia—. ¿De verdad creías que me iba a quedar esperando sin hacer nada a la espera de que aparecieses? ¿Tienes idea de lo que se siente al enterarse por una carta que enviaste a tu abogado de que soy padre? ¡Por Dios! Informaste a monsieur Carmichael encantada, pero no tuviste ni siquiera la decencia de decirme a mí que mi hijo había nacido, y jamás podré perdonarte por ello.
—¿Y qué razones tenía para hacerlo? —se defendió ________, sinceramente confundida por su ira—. ¿Por qué iba a contarte que había nacido cuando te habías opuesto con tanta vehemencia a su concepción? Dejaste claro que no nos querías a ninguno de los dos, Justin, así que ¿cómo puedes culparme por querer criar a Clude rodeada de gente que le quiere?
—Si piensas que voy a dejar que mi hijo pase sus años de educación en una comuna hippy, eres más ingenua de lo que pensaba —dijo gruñendo furiosamente—. Me he perdido los primeros meses de la vida de mi hijo gracias a ti y a tus teorías sobre mi supuesta aventura con mi asistente personal. Los celos no son buenos, chérie —dijo despectivamente—. Dejaste que tu infantil capricho por ser el centro de atención influyera en tu juicio, pero el que más sufre con ello es nuestro hijo. No tenías ningún derecho a negarle una relación conmigo. Desde ahora, sabrá exactamente quién es su padre —le dijo enérgicamente con una mirada llena de amargura.
—Jamás te impediría ver a Clude, si eso es lo que quieres —farfulló mientras trataba de asimilar el sorprendente descubrimiento de que, después de todo, parecía que Justin quería a su hijo. Pensó con amargura que quizás había sido la visión de su cuerpo preñado lo que le había disgustado—. Pensé que no querrías tener nada que ver con él, pero estoy dispuesta a ser razonable para fijar un régimen de visitas si realmente has dejado atrás tu aversión a la paternidad.
—Qué generosa —le dijo con sarcasmo, y ______ se sonrojó. Justin siempre había usado el truco de hacerla sentirse especial una vez cedía frente a la más ligera confrontación. Pero esa vez, levantó la barbilla y le miró directamente, maldiciendo la reacción involuntaria de su cuerpo. ¿Cómo podía seguir teniendo tal efecto sobre ella después de todo por lo que la había hecho pasar, de la humillación a la que la había sometido? Tenía que reconocer, muy a su pesar, que desde el primer momento en que le puso los ojos encima, se había sentido abrumada. Sus ojos, vigilantes y calculadores, brillaban bajo gruesas cejas negras. Parecía mentira que aquellos ojos fueran suaves una vez, y que la cruel mueca de sus labios se tornara en sensual curva al explorar sus labios con una pasión y ternura que la debilitaban y despertaban su deseo. Rápidamente, se cruzó de brazos para ocultar su cuerpo traicionero, y eliminar la sensación de disgusto que la invadió cuando la mirada de Justin se posó en su pecho, y vio cómo sus labios se curvaban en una sonrisa irónica—. Pero en realidad, siempre has sido muy generosa en ciertas áreas, ¿no, _______? Especialmente en la cama.
—Vete al infierno —las lágrimas empezaron a agolparse bajo sus párpados. ¿Cómo se atrevía a mirarla de esa manera, como si fuera una fulana barata y estuviera considerando probar la mercancía?—. Me sorprende que lo recuerdes. Hace ya mucho tiempo que decidiste compartir mi cama, ¿verdad, Justin? —se interrumpió bruscamente. No era el momento de revelar los celos que había sentido en aquellas largas y solitarias noches en que había esperado en vano a que su marido regresara a casa—. Tan pronto como llegue a Londres haré que mis abogados contacten con los tuyos para acordar un régimen de visitas conveniente —dijo mirando rápidamente hacia el caserón. Sin duda, Laura estaría haciendo malabarismos para mostrar a sus huéspedes las cocinas con Clude encaramado a la cintura. Cuanto antes fuera a por él, mejor—. Si me disculpas, tengo que ir en su busca.
En teoría, debía invitar a Justin a entrar en la casa para que conociera a su hijo, y su conciencia no la dejaba tranquila al sentir su mirada fija en ella, como si le leyera el pensamiento. Pero no tenía ganas de invitarle. Estaban en Santa Antonia, su territorio y, por alguna razón, prefería que el primer encuentro de Justin con su hijo tuviera lugar en el territorio neutral de la oficina de su abogado. Al mirar su reloj, vio que el tiempo pasaba rápido. El conductor del autocar parecía impaciente, y si se despistaba, perdería el vuelo.
—¿Acaso tienes la costumbre de perder a mi hijo? —preguntó Justin irónicamente.
—Por supuesto que no... —dijo sonrojada—. Bueno, te veré en Londres tenía que alejarse de él, pero tenía la sensación de tener los pies atrapados en genas movedizas mientras trataba de absorber cada detalle de aquel rostro amado. No era que lo amara, pensó, pero aquel rostro tenía un magnetismo que la envolvía haciéndole difícil hasta pensar correctamente.
—Como quieras —la brusquedad del tono de Justin rompió el hechizo, y ________ se dio cuenta de la repentina impaciencia de Justin al subirse la manga para mirar su reloj—. Tenemos que empezar a movemos de todas formas —sus palabras la confundieron, y soltó una carcajada.
—Déjame adivinar. Robyn te espera en el coche. Desde luego no falta a sus obligaciones —dijo irónicamente.
Justin ya se estaba alejando de ella, y se detuvo brevemente para mirar por encima del hombro.
—Oui, el comportamiento y la actitud de Robyn son ejemplares —respondió en un tono que, claramente, ponía en evidencia su fracaso en el área—. Pero esta vez no está conmigo. Es Clude quien está en el coche y, sin duda, impacientándose. Au revoir, chérie —ya había introducido la cabeza en el coche, y de pronto fue como si los pies de __________ hubieran desarrollado alas.
—¡Justin! Espera, ¿qué quieres decir con que está en el coche? Clude está en la casa con Laura... ¿no? —terminó la frase con incertidumbre, y la tranquilidad de su rostro no hizo más que aumentar su temor.
—Me tomé la libertad de acomodar a mi hijo en el coche mientras tú centrabas tu atención en... —hizo una pequeña pausa—. Otra cosa. Dime, chérie, ¿siempre eres tan despreocupada, dejándole desatendido bajo el sol?
—Estaba protegido por la sombrilla —se defendió __________—, y no le dejé desatendido. Estaba dormido y yo estaba... —iba a explicar que había aprovechado la breve siesta de Clude para cargar su equipaje en el autocar, pero el disgusto de los ojos de Justin hizo que se echara atrás.
—Estabas demasiado ocupada para vigilarle. Cualquiera podría habérselo llevado —enfatizó su argumento mirando hacia el coche, y ella se ruborizó. Era cierto que se había dejado llevar por el viaje de vuelta a Londres, pero había echado un vistazo al bebé con regularidad y, además, el cortijo estaba a kilómetros de cualquier otro lugar. Hacía falta una persona extremadamente decidida, por no decir enrevesada, para llevárselo y, desafortunadamente, esa descripción se ajustaba a Justin Bieber  perfectamente. Llegó al coche, y vio a Clude en el interior, atado en un asiento para bebés, y jugando feliz con los coloridos juguetes que tenía frente a él.
—Pero no puedes llevártelo así como así —le tembló la voz al pasar de la conmoción a la ira—. ¿Cómo te atreves a quitármelo? Soy su madre —gritó indignada mientras agarraba torpemente la manilla de la puerta. De repente, la mano de Justin se cerró sobre la suya, agarrándola con fuerza mientras la examinaba con intensidad bajo aquellas largas y negras pestañas.
—Y yo soy el padre, pero no tuviste reparo en alejarlo de mí. Te escondiste y, si no fuera por tu codicia, es posible que no os hubiera encontrado ni a ti, ni a mi hijo.
—¿Mi codicia? —repitió __________ débilmente.
—Supongo que contabas con un cuantioso acuerdo de divorcio para poder mantener el estilo de vida al que te habías acostumbrado —se burló, recorriendo con una desdeñosa mirada el caserón y los diversos edificios colindantes—, aunque no entiendo por qué necesitas dinero en este lugar olvidado de la mano de Dios. ¿Acaso lo quieres por razones diferentes a proporcionarle un entorno seguro a Clude?
—¿Como por ejemplo? —se quedó mirándole con una mano en la cadera y la otra aún atrapada.
—¿Drogas? —sugirió con un movimiento de hombros de indiferencia que ocultaba la ira de sus ojos—. Quién sabe qué ocurre en tu comuna hippy. Lo que me preocupa es que no es un lugar adecuado para criar a un niño, y menos aún a mi hijo.
—Porque, claro, eres tan buen padre —la furia apenas la dejaba hablar—. Santa Antonia no es ningún antro con drogas. Es una exitosa comunidad en la que todos colaboramos, y donde mi amiga Laura dirige una escuela de cocina para mujeres de mediana edad. ¡Las únicas drogas que encontrarás aquí serán para el reumatismo o la menopausia!
—Nunca he tenido la oportunidad de probar mi valía como padre, pero eso está a punto de cambiar. Mi hijo se viene conmigo.
—¡Será posible! —por el rabillo del ojo, _______ vio al conductor del autocar asomándose por la ventanilla de su vehículo
—. Señorita, tenemos que irnos.
—Sí, será menos de un minuto —intentó abrir la puerta del coche, pero Justin apretó la mano alrededor de sus dedos tan fuertemente que pensó que se los iba a romper—. ¡Por Dios Santo, Justin! —lágrimas de dolor y miedo se agolparon en sus ojos—. No puedes quedártelo.
—Todo lo contrario, chérie, ya es mío. De ti depende si quieres venir con nosotros o no. Por lo que a mí respecta, puedes pudrirte y arder en el infierno, pero por el bien del niño sugiero que entres en el coche —le soltó la mano repentinamente y abrió la puerta del coche mientras ella miraba desesperada a su alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarla.
—Jamás dejaría que te lo llevaras sin mí —entonces soltó un grito de desesperación al empezar a moverse el autocar—. Mi equipaje está en el autocar. ¡Enzo, espera! —Enzo debió de verla por el espejo retrovisor haciendo gestos frenéticos y paró.
________ tardó en sacar sus maletas del maletero unos minutos y, cuando se dio la vuelta, la limusina ya se había puesto en marcha.
—Bastardo, sabías que venía —sollozó al abrir la puerta trasera mientras Justin no hacía ni el más mínimo esfuerzo por pedirle al chófer que parara. Consiguió entrar en el coche y cerrar la puerta jadeante—. Tengo la intención de acusarte de rapto —soltó, pero la irónica sonrisa de Justin le decía que sabía tan bien como ella que no tenía ninguna posibilidad de llevar a cabo tal amenaza. Había caído en la trampa. Se dio cuenta de que estaba a su merced y la invadió un ligero temor al oír el casi imperceptible sonido de los cierres automáticos de las puertas.
—Prefiero la palabra «reposeción» a la de rapto —murmuró tranquilamente, mirando el rostro enrojecido de ____________—. ¡Y te prometo, chérie, que esta vez no escaparas...!

Esposa cautiva Justin Bieber y _________Where stories live. Discover now