Capítulo 9

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—Por favor, Justin —rogó. No podía dejar que la controlara de ese modo. Una caricia era todo lo que hacía falta para encenderla. El abrió sus piernas a la fuerza y se colocó en medio. Deslizó la mano debajo de la falda, y ella contuvo la respiración en el momento en que él descubría la evidencia de que estaba desesperada por saborearle. Avergonzada, dejó escapar las lágrimas mientras seguía atrapada en el beso—. Por favor, no hagas esto —susurró de forma entrecortada.
—¿Porque no me quieres? —la desafió furioso—. ¿Porque quieres tu libertad? Eres mi esposa, chérie, y por el bien de todos, te sugiero que lo aceptes —se apartó de ella, y se fue hacia la puerta.
—¿Adónde vas? —gritó, y se sintió encoger ante su mirada de ira.
—¡Al infierno! Es donde te gustaría mandarme, ¿no? —dijo antes de desaparecer. Y al oír los pasos de Justin en las escaleras, hundió la cara en sus manos y empezó a llorar.

____________ se pasó el resto del día cuidando de Clude, a quien le estaba saliendo un diente, y estaba decidido a que todo el mundo lo supiera. Justin había desaparecido, y el humor de __________ había ido variando entre la tristeza y la ira. Se había comportado como una tonta inmadura, y había reaccionado de manera exagerada, pero tenía la esperanza de que él escuchara sus disculpas. Sin embargo, su esperanza murió cuando entró en el comedor para cenar, y vio que sólo había un cubierto en la larga mesa de caoba.
—¿El señor Bieber no me acompañará? —le preguntó a Philippe.
—Me temo que no, madame. Se ha ido a Orleans, y no espera volver hasta mañana.
—Entiendo —ya se había ido, y la consternación de __________ era evidente—. En ese caso, creo que cenaré con una bandeja en el cuarto de la televisión. Iré a cambiarme antes. Estoy demasiado arreglada —dijo en un intento de poner una nota de humor. La usual impasible expresión del mayordomo se iluminó con algo parecido a una sonrisa, que sólo hizo que ella se sintiera peor.
Subió las escaleras preguntándose por qué había decidido ponerse el vestido de seda azul que Justin le había regalado. Había querido complacerle, reconoció mientras lo colgaba en el armario y sacaba sus vaqueros, para agradecerle que escuchara sus ideas sobre la empresa de ropa de bebé que esperaba establecer, y a la que inicialmente se había opuesto tanto. Le había jurado que quería darle a su matrimonio otra oportunidad, y crear el taller era la prueba de su compromiso pero de nuevo, se habían alejado debido a un malentendido y su maldita inseguridad.
Philippe le llevó la bandeja al cuarto de la televisión, Sylvie había preparado su bouillabaisse favorita, pero al levantar la tapa del plato, sintió náuseas, y salió corriendo de la habitación. Aquello no era un malestar de estómago normal, pensaba diez minutos después, cuando se tumbó en la cama. Las náuseas se le habían pasado, probablemente porque no le quedaba nada en el estómago, pero se sentía débil y llorosa, y le dolían los pechos. Sólo había una manera de quedarse tranquila, decidió saltando de la cama. Sacó el test de embarazo del fondo del armario del baño en el que lo había escondido.
Fueron los cinco minutos más largos de su vida. ¡Un bebé! ¡El segundo hijo de Justin! No sabía si reír o llorar, e hizo ambas cosas, pasando de la alegría a la desesperación ¿Qué pensaría él? ¿Se alegraría o se enfadaría? ¿La acusaría de haberse quedado embarazada a propósito y se alejaría de ella como ocurrió con Clude? Necesitaba saberlo. No podía esperar hasta que volviera de Orleans para darle la noticia y ver su reacción. Corrió al despacho, al lugar sagrado de Justin. Encendió la luz e, inmediatamente, le llamaron la atención las fotografías que había sobre el escritorio. No eran de Clude, sino de ella. Una en los establos de Heston Grange, otras de su mágico fin de semana en París. Brillaba de amor, y la emoción se podía ver en sus ojos. ¿Por qué razón se había rodeado de su imagen? Al dejar las fotos en su sitio, vio un nombre escrito en su cuaderno. La Fayette debía de ser el nombre de un hotel, suponía, rogando que el recepcionista hablara inglés mientras marcaba el número.
—Sí, el señor Bieber ha reservado la Plaza suite, pero está en una reunión, y dejó instrucciones para que no se le molestara.
—Soy su esposa. Conmigo hablará.
—Pero el señor fue muy claro —dijo el recepcionista vacilante.
—Es una emergencia. Insisto en que me pasen con él —después de unos minutos de silencio, oyó la tensa voz de Justin al otro lado de la línea.
—___________, ¿qué pasa? El recepcionista me dijo que era una emergencia. ¿Se trata de Clude? —ante el temor evidente de su voz, ___________ se apresuró a tranquilizarle.
—Clude está bien. Sólo quería hablar contigo de... —se detuvo al oír un suspiro impaciente.
—Estoy ocupado, chérie. ¿No puede esperar?
—Sí —susurró, perdiendo el entusiasmo ante la realidad—. Lo siento, no debí haberte molestado.
—Llego mañana —dijo más suave al notar su angustia—. Hablaremos entonces, te lo prometo.
—De acuerdo —colgó y se quedó mirando las fotos. Qué tonta, todo lo que había deseado era un poco de amor, pero parecía ser pedir demasiado.
Las escaleras le parecían una montaña, y sus piernas hechas de plomo. Y las perfectas facciones de Sabine parecían burlarse de ella. Al llegar al dormitorio y ver el almohadón en medio de la cama, se echó a llorar. Estaba atrapada en un matrimonio sin amor, atada por su hijo y la nueva vida que llevaba dentro. Se sentía triste y sola, y tenía miedo.

Esposa cautiva Justin Bieber y _________Where stories live. Discover now