Capítulo 2

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El ambiente dentro del coche era bastante hostil. Clude perdió, de repente, todo interés por sus juguetes, y se quedó mirando sin pestañear a Justin y después a _______, mientras el labio inferior empezaba a temblarle.
—No pasa nada, mamá está aquí. Nadie te va a hacer daño pupa —le aseguró tiernamente, acariciándole la mejilla. El la miró con sus enormes ojos cafes, y las lágrimas se secaron al dibujarse una sonrisa en sus labios que dejaba a la vista su único diente. Justin, sentado al otro lado del niño, se puso tenso al oír las palabras, y un sentimiento de amargura y de rabia le embargó.
—Por supuesto que no le voy a hacer daño —gruñó, consciente de la necesidad de mantener un tono de voz bajo para no asustar a Clude—. ¿Qué clase de bárbaro piensas que soy para sugerir que podría hacerle daño a mi hijo?
—No creo que quieras saber la opinión que tengo sobre ti —_________ le devolvió una sonrisa y disimuló el veneno de su voz sólo por el bien de Clude—. Intentaste irte sin mí. ¿Acaso no piensas que arrancara un bebé de los brazos de su madre no le haría daño?
—No seas tan dramática. Ni siquiera estabas con él. Le habías abandonado. ¿En qué clase de madre te convierte eso?
—En una bastante buena, y no, no le abandoné. Tan sólo tiene once meses, por Dios Santo. ¿Cómo se las iba a arreglar sin mí? Me necesita.
Justin la contempló en silencio, recorriendo con una mirada despectiva su delgada figura, y ella se encogió, deseando haberse puesto cualquier cosa menos la falda hippy naranja y la camiseta de tirantes amarilla. Con el pelo recogido en una coleta con una goma amarilla, y los largos pendientes y el collar de cuentas que uno de los artistas le había hecho, era la antítesis de la mujer elegante y sofisticada que Justin admiraba. Mujeres como la tal Robyn Blake.
—No eres tan indispensable como piensas —dijo él cortante—. Pronto se olvidaría de ti y, en lugar de una madre, tendría un padre. Sin embargo —continuó, ignorando la angustia de ________—, admito que lo mejor para Clude es que formes parte de su vida, al menos por ahora.
—¿Qué quiere decir eso exactamente?
—Quiere decir que la situación podría cambiar según vaya creciendo pero, por el momento, es un bebé y, naturalmente, depende de ti. Esa es la única razón por la que he decidido llevarte con nosotros —la informó con un frío tono de voz, y _______ se quedó con los ojos como platos.
—Perdona que no salte de alegría, pero no me apetece volver. Estoy contenta con mi vida tal y como es, sin ti. De hecho —subrayó—, nunca he estado más feliz —al hablar cometió el error de mirarle, y se ruborizó al sentir la involuntaria reacción de su cuerpo a aquel encanto seductor. No quería sentirlo, no quería sentir aquella irresistible y casi obsesiva atracción sexual. Y lo peor era, que él era consciente del poder que ejercía sobre ella.
—Se me ocurren varias ideas para tenerte contenta —dijo con una sonrisa arrogante que hacía que a ________ le dieran ganas de darle un tortazo—. No recuerdo haber tenido ningún problema para satisfacerte cuando nos casamos.
Lo último que le faltaba era que le recordaran su total y completa debilidad en lo que a él se refería. Una mirada de aquellos brillantes ojos almendra, y podía hacer con su cuerpo, desesperado por sentirse poseído, lo que quisiera. Había sido poco más que una esclava sexual, pensó avergonzada, y él había ejercido su poder sobre ella sin medida, sometiéndola a su voluntad con una facilidad vergonzosa. Pensó que Justin debía de estar jugando a algún juego cruel con ella. Su insinuación de que podía hacerla feliz acostándose con ella era su forma despreciable de recordarle su vulnerabilidad en lo que se refería a él. No le sorprendía que con su increíble aspecto y su magnetismo sexual hubiera tenido tal control sobre ella durante una época, pero había cambiado durante el año que habían estado separados. Había madurado y controlado sus emociones, se había liberado del encanto y se negaba a caer bajo el hechizo de nuevo.
Clude la miraba, y la belleza de su sonrisa le partió el corazón. No se daba cuenta de la amargura que existía entre sus padres, una amargura que, si volvían juntos a la fuerza, sólo conseguirían ahondar. Por el momento era sólo un bebé, pero al crecer se daría cuenta de que sus padres se detestaban, y sufriría por ello.
—Esto es ridículo —susurró—. Por el bien de nuestro hijo, ¿no podemos darnos tregua y esperar conseguir un divorcio amistoso, en lugar de pelearnos por él? Lo más importante es criar a Clude lo mejor que podamos.
—Estoy de acuerdo, y es por lo que no habrá ningún divorcio. Nuestro hijo se merece ser criado por dos padres que le aman, aunque no se amen mutuamente. Seguirás siendo mi esposa, chérie, en lo bueno y en lo malo. Y no cometas ningún error —le advirtió con determinación—, será un verdadero matrimonio, en todos los sentidos de la palabra.
—No esperarás que... me acueste contigo —balbuceó __________, temporalmente enmudecida por la ira producida por el significado de aquellas palabras.
—¿Por qué no? Puede que nuestro matrimonio tenga sus problemas pero el sexo siempre ha sido bueno entre nosotros. Has sido la amante más receptiva que he conocido —le dijo, causando cierta conmoción y tristeza en ella por la forma tan indiferente en que hablaba de algo que había sido tan preciado para ella.
—Bueno, te tomaré la palabra en vista de tu experiencia, pero me temo que ésa no sea una experiencia que yo quiera repetir.
—¿De veras, ma petite? —el repentino regocijo de su voz la enfureció—. El tiempo lo dirá, aunque espero que no sea mucho. La paciencia no es una de mis mayores virtudes.
—Antes me moriría que volver a soportar tus caricias —dijo ______ apretando los puños y sintiendo un escalofrío al pensar en la subsiguiente humillación si alguna vez bajara la guardia.
—No bromees con esas cosas, sobre todo porque ambos sabemos que mientes —le dijo mirándola, y ella volvió la cabeza bruscamente, asustada por el rencor de sus ojos—. Puede que te hayas envuelto en un manto de timidez como una monja se envuelve en su hábito, pero en la cama eras muy fulana. No es que me queje —añadió suavemente cuando ella se volvió a mirarle pasmada y dolida—. Puede que esté dispuesto a aguantar tu presencia en mi vida por el bien de Clude, pero creo que tengo derecho a ciertas compensaciones —se volvió a mirar por la ventanilla, y durante el momento de silencio que siguió, __________ no pudo hacer otra cosa que quedarse mirando su duro perfil.
Con un sentimiento de dolor y pánico, se dio cuenta de que, realmente, la odiaba. Durante los escasos meses que compartieron después de casarse, ella pudo entrever esa vena despiadada en su trato en los negocios. Bajo su carismático encanto se escondía una despiadada indiferencia hacia cualquiera que se cruzara en su camino y, a pesar de su insistencia en que su matrimonio continuara, veía en ________ a un enemigo. Por un momento se acobardó, pero de alguna parte salió al rescate su orgullo y levantó la barbilla...
—En realidad no quieres que vuelva, ni jugar a la familia feliz con Clude. Tengo la intención de pedir el divorcio, Justin, y lucharé con uñas y dientes por mi bebé. Nunca lo quisiste, y puedo demostrar que mientras estuve embarazada tú estabas demasiado ocupado acostándote con tu maldita secretaria como para interesarte por tu futuro hijo o por mí. Esto no tiene nada que ver con Clude, ¿verdad? —siguió presionándole, ignorando la creciente tensión de su mandíbula, señal de su creciente furia—. Se trata de tu obsesión por ganar, tu necesidad de ejercer tu poder. No me querías y, quizás, te habrías divorciado de mí en su momento, pero no puedes soportar que fuera yo la que te dejara. Te desafié, y ahora quieres castigarme reclamando al niño que nunca quisiste que naciera.
—¡Basta! —su voz estalló como el chasquido de un látigo al volver la cabeza para mirar a ________, y ella se estremeció visiblemente, pero se negó a bajar la mirada. Hubo un tiempo en que se había sentido intimidada por él, pues su falta de autoconfianza no estaba a la altura de la brillante mente y agudeza de Justin, pero ahora tenía que luchar por Clude, así que miró enfurecida a través del coche, decidida a no dejarse intimidar—. ¡Mon Dieu! Has desarrollado una lengua viperina. Estoy intentando ser justo, que es bastante más de lo que mereces, puesto que nunca me dedicaste la misma consideración. Me robaste a mi hijo y lo escondiste. Déjame que te aclare algo de una vez por todas, ________. Siempre he querido un hijo, y he anhelado tener al bebé en mis brazos, pero todos estos meses me has negado incluso las noticias sobre su existencia. Ahora, por fin, le he encontrado y nada en este mundo hará que le deje marchar de nuevo. Si insistes en solicitar el divorcio, no te lo impediré, pero lucharé por Clude con todos los medios a mi disposición, que económicamente son considerables. Si quieres guerra, adelante, pero espero que tengas estómago para ello, porque será una guerra que yo ganaré.
La lujosa tapicería de cuero del coche, el chófer uniformado y el discreto pero bien aprovisionado bar indicaban un nivel económico que haría de cualquier batalla legal entre ellos una pérdida de tiempo. Justin podía permitirse a los mejores abogados y, si decidía conseguir la custodia de Clude, ella no tendría ninguna posibilidad, al menos por el momento. Justin, como siempre, había ganado, y eso la enfurecía.
—Te odio —dijo, y él se encogió de hombros.
—Estoy destrozado, chérie, pero no te forzaré a soportar mi compañía. Si Clude y lo que es mejor para él no pueden ser tu prioridad, entonces mejor que te vayas ahora. No tienes más que decirlo, y le diré al conductor que pare y te deje en cualquier parte.
________ echó un vistazo al inhóspito y desértico paisaje. La carretera, vacía, se deslizaba entre sobresalientes pedruscos y enormes cactus y, de nuevo, se apoderó de ella el miedo.
—No nos abandonarías aquí, a kilómetros de cualquier lugar —susurró, y Taylor le dedicó una sonrisa escalofriante.
—Por supuesto que no. Ya te he dicho que, de ahora en adelante, Clude se queda conmigo. Pero tú eres libre de ir a donde quieras y cuando quieras, mon amour.
—No me llames así —dijo bruscamente, apretando los puños en respuesta a las indiferentes palabras de amor que, incluso ahora, tenían el poder de hacerla anhelar la luna. Nunca había sido su amor—. Tu crueldad es absolutamente increíble —susurró, y él soltó una carcajada.
—El que me acuses de crueldad cuando tú me robaste a mi hijo también resulta increíble, pero créeme, _________, no perdono fácilmente, y nunca, olvidó —el rencor apenas disimulado de su voz la sacudió, y suspiró profundamente mientras se concentraba en el paisaje que discurría ante ella.
Lentamente, su pánico se fue desvaneciendo al imaginarse el ajetreado aeropuerto. En teoría, Justin iba a volar a Inglaterra, pero apenas podría obligar a ella y a Clude a subir al avión. Si se mantenía alerta, habría una oportunidad para arrebatarle a su hijo y escapar.
Trató de relajarse, pero en el tenso silencio, sus ojos se volvieron involuntariamente hacia el hombre cuya presencia dominaba el coche para examinar su perfil. Sus facciones podrían haber sido esculpidas por uno de los grandes maestros clásicos. Aunque tenía treinta y muchos, su piel morena se extendía tersa sobre su rostro, y no tenía ni rastro de canas en su espeso pelo negro. ____________ cerró los ojos al recordar el tacto de sus dedos, sus labios, que se deleitaban recorriendo cada centímetro de su cuerpo, y su lengua, ese malvado instrumento de placer durante las largas horas de amor que la dejaban completamente saciada. Pero de eso hacía mucho tiempo. Fue en las primeras embriagadoras semanas de su matrimonio, cuando casi se convence de que había acertado casándose con el enigmático francés y que algún día aprendería a amarla como ella le amaba a él. Su ilusión saltó por los aires rápidamente. Pasaron el primer fin de semana después de su boda en París, demasiado absorbidos por su pasión mutua para hacer turismo. Al volver a Londres, Justin la tomó en brazos cuando subían en el ascensor que les llevaba a su lujoso ático, pero en lugar de llevarla directamente al dormitorio, vaciló en la entrada al acercarse a saludarles la mujer más guapa que __________ había visto jamás.
Robyn Blake, una ex modelo famosa en el mundo entero, era la cuñada de __________, y su asistente personal. Era exquisita, no había otra palabra mejor para describirla, y __________ se sintió inmediatamente torpe, consciente de que su cadena de tiendas de ropa no estaba a la altura de los trajes de diseño de Robyn. Al principio, se había dejado llevar por su aparente simpatía. Al haber pasado su niñez a la sombra de sus hermanas, le faltaba confianza en sí misma, y había seguido a Robyn a todas partes como un perrito faldero. Había buscado su opinión en todo, desde ropa y maquillaje, hasta los problemas que estaban surgiendo en su matrimonio, y le llevó mucho tiempo darse cuenta de que Robyn era el origen de muchos de esos problemas.
Pero tenía que admitir que no podía echarle toda la culpa a Robyn. Su propia inseguridad y falta de confianza tampoco habían ayudado, así como tampoco había ayudado la toma de conciencia de que Justin Bieber era incapaz de amar a nadie. Desestimó sus sospechas sobre la verdadera naturaleza de su relación con su secretaria personal diciéndose que ya era hora de que madurara y dejara de comportarse como una niña. En su interior, _________ aceptó que él nunca había sentido más que cariño, y ahora tenía la prueba de que sus razones para tomarla como esposa habían sido bastante más prosaicas que el amor.
Con un suspiro, se volvió para ver a Justin observando a Clude. Parecía completamente absorto, como si no pudiera apartar la mirada de su hijo, pero debió de sentir su estrecha vigilancia, porque levantó la cabeza para dirigirle una dura mirada. Su orgullo le decía que se diera la vuelta, pero se sentía atrapada por la sensualidad que emanaba de él. Se concentró en sus labios, recordando su sabor, su roce. De repente, el aire dentro del coche se hizo sofocante a pesar del aire acondicionado, y pequeñas perlas de sudor se formaron sobre su labio superior. Sacó la lengua discretamente para atrapar las saladas perlas con la punta. Justin entrecerró los ojos al ver el nervioso movimiento de su lengua, y ella sintió que podía leer sus pensamientos.
¿Qué demonios le estaba ocurriendo? La detestaba, su desprecio era patente en su fría mirada. Sólo la toleraba por el bien de su hijo, así que ¿por qué la consumía ese deseo salvaje de sentir sus labios? Le odiaba, odiaba ese poder despiadado, pero parecía que su cuerpo tenía voluntad propia. Finalmente, consiguió apartar la mirada. Justin era un embustero y le había roto el corazón. Por su propio bien era importante que lo recordara...
No me mires así —le exigió, tratando de refugiarse en su ira—. Perdiste el derecho a mirarme como si fueras mi dueño cuando ampliaste las funciones de tu asistente personal.
—Veo que aún te ciegan tus ridículas inseguridades —murmuró Justin. Siempre había sido enormemente insegura, especialmente en lo que a él se refería, y odiaba el hecho de que él fuera consciente de su vulnerabilidad.
Con ________ dándole la espalda, la mirada de Justin se posó en la curva de su mejilla y en su pequeña oreja. Un largo pendiente resaltaba la fina columna de su cuello. Su cabello castaño recogido la hacía enormemente joven. Unos pocos mechones rizados le caían sobre la mejilla, y tuvo que esforzarse para no apartárselos para agarrarle la barbilla y girar su rostro hacia el suyo. ¿Qué estaba pensando?, se reprendió. Aquella mujer, su esposa, le había abandonado sin mirar atrás, provocando toda clase de cotilleos y especulaciones entre la sociedad londinense. Él se había quedado aterrorizado, sin saber si estaría viva o muerta, pero resultaba que todos esos meses había estado viviendo bastante cómodamente en su refugio español.
Su acusación de que no quería a aquel hijo era ridícula. Había deseado aquel niño con intensidad, pero también había sentido miedo de que la misma historia se repitiera otra vez, y eso había hecho que se mostrara distante. Pero su desinterés le había costado caro. Suspiró profundamente, y miró al niño que estaba sentado tranquilamente en la sillita de bebé. Clude, su hijo. Aún le parecía increíble que aquel precioso bebé de enormes ojos fuera de su propia sangre, pero no había duda de su parecido. Le acarició los sedosos rizos, tan negros como su propio cabello, y cuando Clude levantó sus largas pestañas para mirarle con unos enormes ojos dorados, fue como si se estuviera mirando en un espejo. Su hijo, el niño que temía no ver jamás. Le quiso inmediatamente, y sintió una oleada de adoración recorriéndole, y se juró que nada volvería a separarle de aquel niño jamás.
—Se parece a ti —dijo ___________ de mala gana al ver a Clude sonriendo a su padre. Desde el momento en que su hijo abrió los ojos y la miró, se sorprendió de su parecido con Justin. Era como si el destino estuviera de parte de Justin, decidido a que no fuera olvidado.
Clude observaba al extraño. Con sólo un año, ya sabía distinguir a quien le gustaba de quien no le gustaba, y __________ se sintió celosa cuando extendió sus brazos regordetes hacia Justin. ¿La traicionarían todos los hombres Bieber?, se preguntaba amargamente. Y enseguida descartó aquella mezquina idea. Quería que Clude tuviera una buena relación con su padre y parecía que ahora Justin también compartía ese deseo. Quizás cuando se hubiera calmado podría abordar el tema del divorcio de nuevo. Estaba segura de que no la quería como su esposa, y si le aseguraba su voluntad de compartir la custodia de Clude, podrían separarse de manera amistosa.
—Clude y yo tenemos un billete de avión para un vuelo a Londres esta tarde —murmuró—. Sería una tontería desperdiciar esos billetes pero me reuniré contigo tan pronto como sea posible... mañana si quieres —añadió cuando no recibió respuesta de Justin, que simplemente la observaba.
—No le llevo a Londres —respondió finalmente, y ella se quedó mirándole confundida,
—¿Entonces adónde vas? —odiaba la casa de Justin en Chelsea, pues tenía el mismo encanto que la sala de espera de la consulta de un dentista, y nunca se había sentido en casa en ella. Pero Justin siempre había parecido encontrarse a gusto allí.
—A Francia. Clude es un Bieber, mi hijo y heredero. Será criado en mi tierra natal, como es natural —la informó, sorprendido por el hecho de que hubiera alguna duda al respecto.
—Naturalmente —dijo ella sarcásticamente—, pero ¿qué pasa con mi tierra natal? ¿No se te ha ocurrido que a mí me gustaría criarle en Inglaterra?
—Pero no lo estabas haciendo —señaló suavemente—. Por alguna extraña razón, parece que pensabas que el mejor lugar para nuestro hijo era una comuna de artistas en medio del desierto en España. Pero de ahora en adelante, Clude disfrutará de los beneficios de su herencia en mi château en el Valle del Loira. Los Bieber son una antigua familia francesa. Estoy seguro de que no querrías privarle de sus derechos de nacimiento, ¿verdad?
—Ni siquiera sabía que tenías un château. Otra cosa más que no mencionaste. ¿Y qué pasa con la herencia británica de Clude? —argumentó ________, asediada de nuevo por el pánico ante la expresión de determinación de Justin—. Los Dyer también son una familia antigua. Heston Grange ha sido su residencia durante cientos de años hasta que tú lo compraste. Dime —inquirió con una risa falsa—, ¿sabías que mis padres siempre habían esperado que una de sus hijas se casara contigo para que los Dyer pudieran mantener algún vínculo con la herencia de la familia? ¿Te ofrecieron Heston por parte de su valor si accedías a casarte con una de nosotras? Y si eso es verdad, Taylor, ¿por qué demonios me elegiste a mí? Yo era la menos atractiva, la Dyer más apagada, la que pasaba más tiempo en casa con los caballos que con la gente. Mis hermanas son guapas, listas y sofisticadas, cualquiera de ellas habría sido una esposa más apropiada para ti, pero supongo que pensaste que yo era más fácil de manipular, la que tenía menos probabilidades de armar un escándalo cuando retomaras la relación con tu amante —a los veinte años había sido una persona tímida y carente de confianza, incapaz de ocultar su amor por aquel guapo y enigmático francés que había alterado sus vidas. Pero para él, ________ había sido el títere en un juego mucho más serio.
—Siempre te has infravalorado —murmuró Justin secamente al mirar el rostro sonrojado y los enormes ojos azules de ________—. Admito que hubo una serie de razones por las que te elegí...
—Todas relacionadas con el dinero y el prestigio, ninguna con el amor —terminó ____. No quería escuchar cada frío y calculador detalle de por qué había decidido casarse con ella. Ya sabía que había sido porque sus padres le habían ofrecido Heston Grange a un precio exageradamente reducido si se casaba con una de las hermanas Dyer, para así mantener el lazo familiar con su herencia. Se sintió como una yegua vendida con una dote apropiada. Pero Justin ni siquiera la había querido por su capacidad para procrear. Nunca había querido niños, lo que hacía su repentina determinación por ganar la custodia de su hijo más sorprendente aún.
—Clude es un Bieber —repitió Justin con cabezonería—, y desde ahora el château Montiard será su hogar, no un mugriento lugar cualquiera en medio de la nada.
—Santa Antonia no está mugriento. El cortijo es precioso, y a Clude le encantaba.
—¿De veras? —Justin elevó las cejas mientras murmuraba con ironía—: Debe de ser un prodigio infantil para poder expresar sus opiniones cuando ni siquiera ha cumplido el año. Dime, chérie, ¿qué habrías hecho si hubiera enfermado? El hospital más cercano está a kilómetros de distancia. Para alguien que expresa tanta devoción maternal, pareces tener poca consideración por su bienestar.
—Claro, tú eres un experto en cuidados infantiles —dijo ________ furiosa—. Clude estaba perfectamente cuidado, pero no es fácil ser madre soltera, y la ayuda de otros miembros de la comunidad era bienvenida.
—Has sido madre soltera por propia elección —señaló duramente—, pero jamás le diste elección a Clude. Le forzaste a vivir su vida con un solo padre, y me negaste relación alguna con mi hijo. Ahora te ha llegado el turno de sufrir a ti —le dijo, provocando un escalofrío en ella con el desprecio de su mirada.
—Por Dios Santo, ¿no podemos comportarnos como adultos en esto? —gritó desesperada, y él soltó una áspera carcajada.
—Sería la primera vez para ti, chérie, eso tenlo por seguro, pero me temo que me has empujado más allá de los límites de la razón. Ahora que tengo a mi hijo, no tengo intención de alejarme de él, y no hay nada que puedas hacer al respecto.
El coche estaba disminuyendo la marcha, y __________ miró por la ventanilla buscando las señales de llegada al aeropuerto, pero no vio ninguna. Cruzaron las puertas de lo que parecía un aeropuerto privado. ¿Cómo podía haber olvidado que Justin tenía su propio avión privado? No había bullicio, ni colas en las mesas de facturación, donde podría haber habido una oportunidad para tomar a Clude en brazos y salir corriendo. El avión de Justin estaba preparado y esperando en la pista. El pánico la invadió. Justin había dicho que estaba dispuesto a llevarla al château por el bien de su hijo, pero ¿podía forzarla a retomar su papel de esposa? Dejó su orgullo a un lado, y se quedó mirando a Justin suplicante en el momento en que el coche se detenía.
—Por favor, no hagas esto —le rogó—. No puedo vivir sin Clude, pero tampoco contigo. Tienes que ser capaz de verlo.
—Estoy seguro de que, si tienes algún sentido de la justicia, debes ser capaz de ver que ahora es mi turno de tenerle —respondió Justin fríamente—. Clude se viene conmigo, con o sin ti.
—¡Pero tú no lo querías! —gritó ________, elevando la voz con frustración—. Desde el momento en que supiste que estaba embarazada dejaste claro que no tenías interés por ninguno de los dos. Te ibas a dormir a otro dormitorio, si venías a casa —le recordó—. No te implicaste en mi embarazo. Ni siquiera apareciste por el hospital para la ecografía. ¿Tienes la más mínima idea de cómo me sentí aquella mañana? —le preguntó con amargura al recordarlo—. El hecho de que pasaras la noche con Robyn era imperdonable, pero pensé que... esperaba que nuestro hijo te importara lo suficiente como para querer ver su primera fotografía. Me senté en la sala de espera sola, rodeada de felices parejas ilusionadas, y rogando por que aparecieras —susurró con voz entrecortada—. Cada vez que decían mi nombre, dejaba que otra persona pasara en mi lugar hasta que ya no quedó nadie, sólo yo y una amable enfermera que intentó bromear sobre que los hombres eran terribles cronometradores. Pero tú no te habías equivocado de hora, ¿verdad, Justin? Simplemente no te importábamos ni el bebé ni yo, y por eso me fui. Sabía que ya no era bienvenida.
—Eso no es verdad —empezó él, con una mezcla de emociones en el rostro que _______ ya se negaba a intentar descifrar.
—Sí lo es —gritó enfadada—. No necesitaba más pruebas de tu indiferencia. ¿Cómo puedes culparme ahora por dudar de tus motivos? —terminó con voz entrecortada.
Justin se detuvo un momento al abrir la puerta. ________ parecía tan joven e inocente como el primer día que le miró y una flecha le atravesó el corazón. Durante el año pasado, había tratado de convencerse muchas veces de que la detestaba, pero ahora que le miraba con esos expresivos ojos dorados, en los que entreveía su vulnerabilidad, se le oprimió el corazón. Tenía que reconocer que nunca había sido bueno expresando sus sentimientos, una secuela de su niñez, y que sus secretos temores le habían hecho parecer frío y poco comunicativo. No había olvidado la ecografía. Por Dios, habría dado cualquier cosa por estar con ella, pero Robyn tuvo un ataque de angustia, y él se sintió dividido a la hora de atender las dos urgencias. Para cuando consiguió llamar para explicar cuál era la situación, ________ ya se había ido al hospital. Llegó demasiado tarde, pero en aquel entonces no se dio cuenta de la dimensión del daño que su decisión había causado y nunca trató de arreglar las cosas.
—Espera aquí mientras veo si todo está preparado —gruñó al salir del coche—. He contratado a una niñera para cuidar de Clude. Será mejor que la conozca antes de subir al avión.
—No necesita niñera —señaló ________ bruscamente—. Yo puedo cuidarle sola perfectamente.
—¡Por Dios! ¿Tienes que protestar absolutamente por todo? —ya estaba cruzando la pista, y ella no dejó de observarle mientras le subía la adrenalina al golpear con los nudillos el cristal que la separaba del chófer para llamar su atención. Pensaba que lo más probable era que fuera un coche alquilado, y que el conductor fuera español.
—Por favor, póngase en marcha —le pidió en un tono de seguridad que no reflejaba el miedo que sentía en su interior. Los meses que había pasado en España le habían permitido adquirir cierta fluidez en el idioma, y sonrió tranquilizadoramente al conductor—. Ha habido un cambio de planes, y el señor Bieber desea que me lleve al aeropuerto internacional.
—Sí, señora —respondió el joven chófer devolviéndole la sonrisa con un brillo de osadía en los ojos que no se esforzó en ocultar. El coche empezó a deslizarse, y ella dio un profundo suspiro.
—Tan rápido como pueda, por favor —pero ya era demasiado tarde. Justin debió de desplazarse a la velocidad de la luz, y ya estaba abriendo la puerta.
—Zorra —maldijo con la cara contraída por la ira. Le gritó al conductor que parara el motor, y rápidamente soltó el cinturón de seguridad de Clude para tomarlo en sus brazos—. Estaba dispuesto a ser justo, tratarte con un respeto que, claramente, no te mereces. Pero se acabó —gruñó al tiempo que la agarraba por el brazo.
—¿Va todo bien, monsieur Bieber? —la mujer que había junto a las escaleras que conducían al avión parecía tranquila y profesional con su uniforme gris. Sería la niñera que había contratado Justin, pensó ___________, desesperada al tratar de librarse de sus garras—. ¿Me permite al bebé?
—Merci —Justin le pasó a Clude para, inmediatamente, centrarse en ____________, viendo con sus oscuros ojos carentes de pasión una lágrima rodar por su rostro.
—No puedes hacer esto —susurró mientras él la tomaba en sus brazos.
—Mírame —y antes de poder darse cuenta de sus intenciones, su cabeza bloqueó la luz del sol. Sus labios, cálidos y tersos, forzaron a los suyos a abrirse. __________ estaba tan sorprendida, que simplemente se apoyó sobre su pecho ante el temor de que le fallaran las piernas. Fue tan rápido como cruel, y cuando la liberó, se quedó mirándole con sus dedos temblorosos sobre los labios. Por unos segundos se había apasionado, su cuerpo había reaccionado a su sexualidad, y sus mejillas ardían. El sabía el efecto que tenía sobre ella, sabía que durante esos pocos segundos la había hecho olvidar todo, incluso a su hijo, y el saber era poder.
—Quítame las manos de encima —exigió ella con la voz temblorosa de furia, y él echó la cabeza hacia atrás soltando una carcajada.
—Eres una buena actriz, tengo que reconocerlo. Pero no me engañas, chérie. Te conozco demasiado bien, y no he olvidado lo que te complace —respiró junto a su oído, y el calor de su aliento le causó un temblor que no tenía nada que ver con el miedo—. Bienvenida, mi dulce esposa —la impulsó suavemente por la espalda para que subiera la escalerilla del avión.

Esposa cautiva Justin Bieber y _________Donde viven las historias. Descúbrelo ahora