Narra Sebastián.
Lo que sentía que sentía en estos momentos era enorme, no había palabras suficientes para poder describir la dicha y felicidad que tenía la oportunidad de experimentar. Alice aún no se encontraba bien, ella intentaba siempre sonreír y parecer fuerte, pero no podía engañarme, sabia a la perfección que aún se encontraba débil, sin contar que su recuperación y el movimiento de sus piernas tardaba más de lo esperado en volver. Comenzamos a hablar de la boda, nunca la había visto tan feliz con algo tan mundano como los preparativos de nuestra boda. Me alegra que esto le ilusione tanto como a mí, desgraciadamente se quedó dormida a mitad de nuestra conversación.
Permanecí recostado a su lado, mientras admiraba su bello rostro, aun no podía creer que una chica tan hermosa, fuerte y especial me hubiera elegido a mí, un simple vampiro con ataques de pánico. En ocasiones me sentía tan patético al hecho de que mi don no es del todo especial, por lo mismo Alice siempre tendría que estar protegiéndome, a mí y a nuestra familia.
Las horas pasaron, la noche cayo en su totalidad. A lo lejos logre escuchar cómo se acercaban los chicos, parecían haberse divertido en la feria, ya que podía escuchar sus sonrisas y sus comentarios, sus palabras derrochaban emoción, alegría. Me alegro bastante sentir su dicha, no se compraba con la mía, pero estaba seguro que hacer cosas como los humanos, les había devuelto la felicidad y quizás la motivación por seguir con esto, estoy seguro que todos quisiéramos ser siempre de esta manera, salir de casa, de fiesta o a comer con amigos, sin preocuparnos de ser asesinados ese mismo día. Elizabeth y los demás integrantes llegaron pocos minutos después, podía sentir sus pasos en la planta baja, todos expresando lo mucho que habían disfrutado de este día.
Los latidos del corazón de Gabriel hicieron acto de presencia, segundos después alguien toco la puerta para después entrar en silencio.
-Hola-Susurro Elizabeth-.Este pequeño se ha quedado dormido, quieres que lo recueste en su cama-Asentí al instante, mientras confirmaba con la mirada que se encontrara bien.
Observe los pasos de Elizabeth, se acercó a la cuna que me había encargado de comprar personalmente. Supuse que si no lo hacía yo, Alice lo haría en cuanto se sintiera mejor, siempre preocupándose por los demás, antes que por ella.
Lo recostó con sumo cuidado, evitando que despertara, lo cubrió con una manta en color azul, evitando que la fría noche pudiera afectar su salud, aunque sinceramente dudo que eso suceda, ese pequeño es tan especial como Alice, posiblemente fue una de las razones por la cual ella se vio intrigada por aquel pequeño tan alegre y entusiasta hacia la idea de vivir, conocer el mundo y las personas que lo rodean.
Elizabeth se acercó a la puerta, la abrió evitando hacer mucho ruido, pero antes de salir giro rápidamente a nuestra dirección.
- ¿Cómo está? -Comento en sus pensamientos, teniendo en cuenta que podía escucharla.
-Mucho mejor, ha logrado mover sus brazos, aunque aún no puede caminar. Supongo que necesita más tiempo, aún se encuentra débil-Le hice saber de inmediato, sin evitar que mi rostro mostrara preocupación.
-Entonces los dejo, no quiero que despierte por mi culpa... Espero que pronto se sienta mejor y po....-Guardo silencio, elevo su mano derecha y apunto hacia Alice-. Eso es lo que creo que es... En serio, ¿Lo hiciste? -Baje la vista observando a que se refería Elizabeth.
Asentí sin poder evitar sonreír, supongo que nadie creía que pudiera lograrlo. A decir verdad me costó trabajo el decidirme, no por falta de amor o motivación, todos conocen las inmensas ganas que tengo de estar casado con ella y unirnos de una manera tan especial, ser marido y mujer. Pero mi nerviosismo evitaba que lo hiciera, intente hacerlo hace tiempo, pero no tuve suerte, me paralice, agradecía en gran manera la accesibilidad de Alice, y por tener paciencia, sin ella hubiera sido imposible que lograra hacerlo.
CZYTASZ
Alma Perdida (Pausada)
FantasyContinuación de "ALMA DE UN DEMONIO" Pasos firmes y feroces. Avanzan con impaciencia hasta un cuerpo inmóvil, una manta invisible en color carmesí, cubre sus extremidades. Donde su figura empapada reposa sobre el frío suelo. Manos ásperas y grandes...