Prólogo

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La noche transcurria tranquila, tanto que desbordaba paz y serenidad, algo totalmente ajeno al mismo, al barrio de mala muerte de la ciudad.
Mia se encontraba sentada en el borde de su balcón observando la infinidad del cielo que se extendía estrellado esa noche, una melodía tranquila se lograba distinguir del sonido ensordecedor de los autos. Sobre el piano se encontraba un reproductor musical repleto de grandes exitos.
Mía tarareaba la canción hasta que el sueño comenzó a intoxicar sus sentidos. Los ojos le pesaban y la necesidad de recostarse la invadían, su pequeña cama se volvía un arma mortal, que la cegaba atrayendola hacía ella.
Casi sin pensar, y por instinto se fue desvistiendo, dejando que cada prenda se deslizara sin problemas por su suave piel, hasta que tocara el frío suelo. Con pasos torpes llegó a la cama, se acostó sobre todas las sabanas sin siquiera moverlas, ni se percató  de la delgada brisa otoñal que comenzaba a sentirse y casi desaprencibida se colaba por la ventana. Estaba dormida, nada la podía despertar.

Del otro lado de la ciudad, en los barrios de los abogados, políticos y empresarios no podía pasar desapercibida la mansión del magnate D'antonio, que con tanto esfuerzo y esmero habia conseguido.
En el piso más alto, y en la habitación más lujosa se encontraba el mismo. Tan arrogante, tan cínico, con todo su aire de superioridad, que no dudaba en dejar saber por donde quiera que vaya. Esto significaba una gran debilidad para la mayoría del género femenino, un hombre apuesto, adinerado y con unas ansias de sexo dificiles de saciár, era sacarse la lotería. Su política, o mejor dicho, su orgullo, le impedia  estar con personas sin caracter, personas sin dedicación y astucia, personas que para él, eran vividoras; lo convertían en alguien inalcanzable para la clase media y baja. Era un magnate, un exclusivo, era la debilidad de cualquiera.
La noche estaba, como siempre tranquila, pero sus ganas de conocer que hay mas allá lo estaban consumiendo. Días atrás había encontrado a uno de sus socios y viejo amigo, hablando de la plataforma pornográfica en la web, de lo lucrativas que se estaba volviendo. Y eso le llamó la atención.
A sus casi 30 años nunca había encontrado la necesitad de masturbarse, o de ver gente teniendo sexo, por esto mismo se hacía una pregunta cuando lo oía.
¿Porqué a la gente le pagan tanto dinero solo por acostarse con otros?
Esa pregunta invadía su cabeza la mayoria de las noches éste ultimo tiempo.
Con miedo y curiosidad entró a la primer página que salió como resultado luego de buscar porno.

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Ese cartél había acaparado toda su atención, pero al entrar un anuncio blanco se instaló en su ordenador pidiendole su cuenta de google. Con desconfianza puso todo lo que le pedía, y antes de darle al ok pensó
¿Qué podría salir mal?

Lo primero que observó al entrar fue una mujer o joven sentada en una posisión que le permitía ver toda su intimidad pero no su rostro. Se podía ver su vagina sin ningún rastro de pelo púbico, rosada y con un vibrador insertado en ella, con el título de little pussy. Eso fue más que sificiente para que llamara su atención,
¿Que no debían tener sexo? ¿Porqué solo se estaba masturbando? 
Al entrar recordó que el video podría ser en vivo y automáticamente tapó el campo visual de su webcam con un postip que se encontraba en su escritorio.
Al ingresar podía oír los pequeños gemidos que atravesaban los parlantes de su ordenador, la vagina de la joven estaba muy dilatada, muy mojada, y eso despertó un cosquilleo dentro de él. Dejó de ver como la chica se retorcía de placer y bajó a la sección de comentarios. Pudo observar lo obsenos que eran algunos, diciendo que querían cogersela duro, o que deseaban eyaculár en sus pequeños y delicados senos.
Al leer esto último volvió a subir y se dió cuenta de una cosa, sus senos eran preciosos. Tenían un color rosa y estaban erectos, señal de lo excitada que ella se encontraba.
Se relamió los labios y buscó el nombre de la actriz, esto le habia comenzado a llamar la atención.
El usuario de Your little princess se extendía por su ordenador. Que nombre tan curioso, pensó.
Pasaron unos pocos minutos en los que estuvo pensando en nada, en un estado de somnolencia que era habitual a esta hora de la madrugada, seguido de estó decidió que ya era suficiente y rondaban las 3 am, mañana debía recurrir a su trabajo muy temprano aunque preferiría que no fuera así.

Se dirigió a su cama que esta noche yacía vacía.

Peligrosa obsesión [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora