Capítulo 7- Connessione

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Se acercaba la hora habitual de trabajo y ninguno de los dos había podido pegar un ojo la noche anterior. Parecía un mar de caos en el que, en cada extremo se encontraba cada uno. Con sus orgullos parándolos, frenando toda idea que pasase por su cabeza. Tantas preguntas sin respuestas, o tantas respuestas sin preguntas quizá.
Se obligó a levantarse de la cama y caminar como pudo hasta el baño, ¿Porqué le costaba tanto pasar desapercibida una noche de sexo? Tal vez, solo tal vez, porque por primera vez en su vida no lo había sentido como solo sexo... la comunicación y la química... las llamas que despertaban uno en el otro... Debía sacarse eso de la cabeza y para aclarar sus ideas se dio una ducha fría, tal vez una mala opción por el clima, pero no tenía más remedio.
Bajo a la calle de su cuadra y pidió un taxi limitándose a solo mirar por la ventana, nada más que sumirse en sus pensamientos le llamaba la atención y la mañana era un poco más fría de lo habitual así que sus ganas se reducían a cero en cuanto a comunicación se tratase. Se acercaba el invierno y el otoño estaba dejando de calentar a la mañana, los árboles ya no tenían hojas y en el suelo no se encontraban, se las había llevado el viento, tan simple como eso.

D'antonio, Amadeo D'Antonio, ese hombre italiano con carácter fuerte y mirada seductora no había tenido la mejor de sus semanas. La barba que perfectamente crecía sobre su rostro se veía desprolija por primera vez en mucho tiempo, las ojeras comenzaban a hacerse visibles y sus ojos, sus verdes ojos que penetraban cada mirada se veían cansados, sin brillo, tristes. Todo era confuso en su mente, todo se había convertido en un caos de confusión y Mia no le daba respuestas, solamente más preguntas.

Mia llegó a la oficina antes que él, lo cual no era muy habitual. Al llegar quiso tardar todo lo posible antes de subir ya que, como de costumbre, el siempre estaba en su oficina preparando para el día laboral.
D'Antonio pasó por la secretaria de abajo antes de, sumido en sus pensamientos, dirigirse al elevador. Pero algo no andaba bien y cuando se diese cuenta iba a ser demasiado tarde.
Las personas allí dentro no sabían nada de lo que ocurría en se cubículo, y fueron bajando de a poco en sus lugares de trabajo, hasta que quedaron los últimos dos. El y ella, solos en un elevador.
Subió sin fijarse mucho quienes estaban pero, al alzar la vista ya dentro, habían 5 personas y entre ellas se encontró con los endiablados ojos de Mia; quien perpleja lo penetró.
Todo quedó en silencio y el sonido de las puertas cerrarse se hizo visible antes de que pudiese reaccionar, sus manos le sudaban y no podía dejar de pensar si debería decir algo.
Y fue ella quien hablo.

-Lo siento por lo del otro día...- en un susurro Mia habló, ni ella supo cómo pudo salir eso de ella.

-Mia..- a D'Antonio no le dieron las palabras y su reacción física le ganó a la mental. La abrazó dejándola acorralada entre él y la pared. Y ella cedió, abrazó a su jefe y se rindió ante él, parecía tan indefensa, tan tímida, tan santa... -Necesitamos hablar- fue lo que sentenció, mientras que ella solamente asentía con la cabeza.

Y así pasaron la mañana, dejando de lado todo el trabajo, defiendo, de a poco, el uno al otro.
Pero esto no significaba que todo estaría bien... esto solo determinaba el comienzo de una conexión.

-Quisiera invitarte formalmente a almorzar Mia, como mi compañera de trabajo.

¿Que podría decir ella si de su boca había salido la primer palabra? Estaba condenada.
Su mente tuvo que decidir y fue así como esa misma mañana habían puesto fecha para su primer almuerzo formal.
Al terminar la charla y de dejar ese momento de tencidad D'Antonio se dirigió a su oficina dejando a Mia con sus pensamientos.
Su mente estaba tan confundida que no pudo darse cuenta del paso del tiempo que ya en el reloj marcaban las 12:15, poniendo la hora en la que su condenado jefe bajaría con ella.

Por otro lado estaba el, que al llegar no pudo dejar de pensar en que estaba haciendo, ¿Que había hecho esa chica con él? Ella lograba que él quedara sin palabras y quisiese acorralarla contra una pared a besarla con furia, pero, a la vez besarla y tenerla entre sus brazos como si de un cristal se tratase. Pero algo tenía claro él, Mia no era una santa, aunque esto no quitase lo ardiente que era.
Tenía un cuerpo con un aroma y vista angelical, aunque esta estuviese jodidamente condenada al infierno.
De tanto pensar en ella se le pasó el tiempo y ya se hacía la hora de ir junto a ella a almorzar, debería comportarse, no debía perder la cordura nuevamente, debía contenerse ante los encantos de su secretaria.

Bajó las escaleras con cautela mientras pensaba que demonios iba a hacer, y al verla sentada con su vista hacia el, solo bastó una mirada para que tomara el impulso de levantarse y tomar su bolso.

Su rostro lucía tan delicado...

La miro una última vez antes de bajar por el elevador y esto último marcó el día. Al ingresar Mia se posicionó al lado del panel donde se marcaba el piso del edificio, y aunque ella era alta él lo era más. D'Antonio se inclinó para marcar los números, quedando muy cerca de su rostro.
Podía sentir su aroma, su respiración nerviosa, y sus ojos que hicieron contacto.
Esta vez fue Mia quien no se contuvo y lo besó, lo cual tomó por sorpresa al hombre que estaba junto a ella. Aunque tampoco pudo oponerse, la tomó por sus caderas y profundizó el beso con unas caricias traviesas, Mia no pudo evitarlo y soltó un leve gemido, no podía hacer nada para parar esta situación.

El la ponía nerviosa.
Ella hacía que él perdiera el control.

Peligrosa obsesión [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora