Capítulo 2 - Cicatrici

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Hacía media hora Mia había comenzado a organizar los papeles, era tanto su entuciasmo que no vio que su jefe estaba comenzando a avanzar hacía ella.
La mirada petrificante de D'antonio se encontró con la tierna y dulce mirada de Mia. Hubo un intervalo en el que se intercambiaron miradas de sorpresa, hasta que rapidamente Mia entró en sí.

-Buenos días señor D'antonio- dijo poniendose de pie y extendiendole una mano -Soy Mia, su nueva secretaría.

La sorpresa en el rostro del jefe se vió opacada por su semblante frío. -Mucho gusto y bienvenida, precisaré los papeles en cuanto antes.
Mia cambió automaticamente su cara por una de sorpresa y agachó su cabeza para retirarse, en ese momento D'antonio ya estaba subiendo las escaleras.
¿Porqué mostró tan poco interés?
Se preguntaba, mientras revolvía entre sus cosas.

Quince minutos después los papeles ya estaban listos y perfectamente acomodados. Estaba por subir a entregarlos cuando del asensor salió una mujer.
Vestía un resplandeciente atuendo negro, cargado de seriedad. Unos labios rojos y su cabello rubio caía lacio y sedoso por su espalda.
A paso lento y seductor caminó hacia el escritorio.

-Buenos días, busco a D'antonio.- dijo mirandola de piés a cabeza, observandola luego amenazadoramente a los ojos.

-Claro señorita, ¿De parte de quién?

-Solo dile que lo busca Melanie.-

Mía tomó el teléfono y marcó a su oficina, tardó un segundo en atender.

-Señor Dantonio, lo busca una señorita llamada Melanie-

-dile que se vaya, estoy muy ocupado Mia.

Dijo antes de colgar el teléfono dejandola plasmada, ¿Cómo se lo diría?

-Se...Señorita- Mia tartamudeo un poco, nerviosa pellizcandose la palma de su mano -El señor D'antonio dice que no es un buen momento para recibir su visita, necesito que se retire.

-¿Cómo?- se escuchó decir antes de ver que Melanie comenzaba a subir las escaleras a paso amenazador, Mia no supo que hacer, solo llamó a seguridad y comenzó a ir tras la mujer que comenzaba a acercarse a la oficina.
Sin pudor entró dando un portazo, encontrandose con D'antonio anotando unas cosas en una carpeta.

La sorpresa no se notó en su rostro, es más, se lo esperaba.

-Lo siento Señor, no quiso escucharme, lo lamento muchísimo...- comenzó a decir Mia antes de presensiar los insultos y berrinches de la mujer.
Melanie le gritaba y apuntaba con su dedo a D'antonio, algo que le resultó sumamente raro a Mia.
¿Cómo se atrevía a hacerlo?
De un momento a otro se giró quedando frente a Mia, e intentó dar un paso amenazador. En ese momento Mia estaba aterrada, no sabía que hacer, no podía mover ni un solo dedo. Estaba petrificada.

-Alto.- solo tuvo que decir, con una voz gruesa digna de película de horror, que le sonó irresistible a Mia.
Los ojos de la secretaria comenzaron a inundarse en lágrimas cuando vió que seguridad comenzaba a intentar llevarse a Melanie. Esta se comenzó a retorser, con una mirada cargada de furia, dolor y rencor se dirigió hacia el magnate.

-Me las vas a pagar D'antonio, nadie me trata así- Tras decir esto se fue, dandole una mirada amenazadora y una sonrisa torcida a Mia, siendo perseguida por los guardias.

Mia entró en razón y comenzó a caminar apresuradamente a la puerta, hasta que se vio interrumpida por D'antonio.

-Detengase señorita- Mia se giró lentamente y madiciendo en su interior intentó poner su mejor cara, su maquillaje estaba corrido y las lágrimas no paraban.-Usted sabe bien que no puede pasar nadie por esta puerta sin que yo lo autorice, acaso no leyó la regla número dos?

-Por supuesto que la leí señor, pero no pude pararla, solo llamé a seguridad y vine de inmediato.- El miedo se vió reflejado en su mirada, se sentía tan pequeña e insignificante, tan indefensa.

-No me interesan los motivos, no quiero que se vuelva a repetir.-Dijo mirandola directamente a sus ojos, atravezandola y erizando cada bello de su piel. Eso basto para que Mia se disculpara nuevamente y saliera. Pero eso mismo acaparó la atención de su jefe. La falda se le había subido mostrando una cicatriz que le resultó extrañamente familiar.
Ni bien se fue no dudó en intentar recordar de donde era.
No le costó mucho descubrir que se asemejaba inmensamente a la de la mujer del video pornográfico. Pero no podrían ser las mismas, Mia parecía una joven discreta, modesta y demasiado tímida para eso.
Pero algo más tenían en común y había pasado desapercibido todo éste tiempo, el colgante que llevaba Mia era idéntico, o eso creia.
No sabía bien cuál era la causa de su semejante atracción hacía la mujer del video. No sabía nisiquiera quién era. Solamente sentía la necesidad de conocerla, así que cuando Mia trajera las carpetas la observaría bien.

Mia se encontraba llorando en silencio en su escritorio, mirando la ciudad por los ventanales. Las cosas ya estaban listas, pero no se animó a mover ni un solo dedo cerca de las escaleras. El miedo era notable, ella se veía sumamente intimidada por su jefe, y sin saberlo, algo dentro de ella comenzaba a despertarse.

Cuando por fin se armó de valor e intentó subir hacia la oficina de su jefe, se percató de lo desarreglada que estaba su ropa.

¡No podría permitirlo!

Si algo tenía Mia era que siempre estaba impecable. Lo poco que tenía lo sabía utilizar.
Luego de acomodarse su ropa subió, por las eternas escaleras. Al llegar se encontró con una escena que no pensó que vería en esta empresa. Su jefe yacía dormido sobre el escritorio.
Esto alegró su día, no iba a tener que hablar ni dirigirle ni una sola mirada luego de esto. Así que caminó sigilosamente hacía su escritorio, y cuando iba a dejar las carpetas vió en el ordenador del hombre algo que le quitó el aire de sus pulmones.
Un video pornográfico que ella había grabado hace dos meses se encontraba pausado en el ordenador. Su jefe había visto todo de ella, menos el rostro. Su cuerpo se volvió a ver diminuto y las piernas parecían gelatina. Y pasó lo obvio.
Las carpetas cayeron en el suelo, provocando un estruendoso ruido y haciendo que D'antonio se levantara.
Este sería su fin
La mirada cargada de reproches de D'antonio se encontró con la mirada llena de temor de Mia. Rápidamente se agachó a recojer las carpetas.
Y eso bastó para que se sonrojara, pensó en mil maneras de salir corriendo.
¡Pero cómo lo haría si su jefe ya sabia la verdad!
Y fue en ese momento que se le ocurrió una maravillosa idea.
En el video no se le veía la cara, era genial ya que podría actuar como si no supiera nada de eso.

-S..Señor D'antonio, disculpeme haberlo interrumpido, solo quería dejarle las carpetas.

Los ojos de su jefe se dirigieron al pecho de la joven, desde su cuello caía una fina cadena dorada. Idéntica a la del video.

-No se preocupe, y no mal interprete la situación. No la obligaré a creerme pero esto no es de su incumbencia- las palabras salieron de su boca sin pensar que podrían llegar a herir a Mia, y eso mismo logró.

-No se preocupe, no es nada de otro mundo. Con permiso- esto lo dijo en un susurro antes de irse por las escaleras.

Una sonrisa se vio plasmada el rostro del italiano, su introvertida secretaria tenía cosas detrás. Ya no la vería como una joven tímida, no después de descubrirlo.
¿Qué otros secretos ocultarás, Mia?

Peligrosa obsesión [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora