Capítulo 22- Buongiorno

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Rondaban las 6:15 am y Mia comenzaba a despertarse, solamente que no podía moverse demasiado porque tenía a un Dantonio desmayado sobre ella largando pequeños suspiros entre dormido, lo cual hizo que sonriera. 

La noche anterior había sido divertida además de romántica, Dante cumplió con lo prometido horas antes de la cena y cocinó pastas, había hecho gnocchi con salsa a la bolognesa, y para la sorpresa de Mia estaban muy buenos. Cenaron con vino blanco y luego de lavar las cosas, mientras lavaban igual, juguetearon pícaramente entre ellos hasta que pasó lo obvio en el cuarto al final del pasillo, en aquella cama grande en la que cuando Mia se levantaba a D'antonio le daba frío al no tener el cálido cuerpo de ella. 

Cuando terminaron cayeron exhaustos sobre la cama que ya no estaba ni tendida ni fría, pero eso en ese momento no importaba ni valía la pena buscarle cosas; para Mia todo era perfecto cuando estaba con Dante, y para Dante el estar con Mia ya era algo perfecto. Cuando el sueño les ganó se durmieron, a eso de las 3 am. Primero se durmió Mia en un rincón que ella se hacia en el pecho de Dante y que a este le encantaba, así que ambos durmieron abrazados al otro. 

Ahora que eran las 6 am y Mia estaba despierta, se decidió por tomarse una ducha para sacarse la transpiración; así que agarro una remera que estaba doblada en el armario de Dante y se dirigió al baño.  Cabía aclarar que el armario de Dante parecía gigante de la cantidad de sacos, remeras, camisas y corbatas que lo formaban; no iba a extrañar una remera. 

Abrió el grifo de la lluvia y esta la relajaba, estuvo así por quince minutos más, y ya despabilada ahora se fue a la cocina. La remera de Dante no le llegaba ni a las rodillas pero le servía por ahora, con un tallón envuelto en su pelo, la remera de Dante y sus ganas de desayunar se fue. 

Todo estaba en completo silencio, así que antes de pasar la entrada de la habitación de Dante le echó un vistazo, y ahí se encontraba su arrogante y sexy jefe. Dormido entre sabanas blancas y con los labios semi abiertos, no entraba mucha luz, pero la poca que se colaba le iluminaba la habitación.

-Es perfecto

pensó y dijo en voz baja Mia para continuar su camino al preciado y deseado desayuno. 

De camino a la cocina se fue distrayendo con los pocos cuadros que adornaban el pasillo de Dante, su casa era moderna y grande para ser solamente él, y habían ventanales por todas partes. 

Sumida en sus pensamientos llego a la heladera y pensó en hacer un desayuno para él igual.

¿En que la estaba convirtiendo este hombre? su cabeza no paraba de pronunciar su nombre y su cuerpo no se cansaba de llamarlo en la mera oportunidad que se le presentaba, sus ojos se iluminaban al verlo y su corazón marchaba a niveles altísimos; su aroma, su risa ronca, sus gemidos y jadeos, todo eso se volvió una adicción para Mia, este hombre la estaba volviendo loca con solo su presencia y recuerdos antiguos.  

¿Acaso así se sentía el amor?

Echando cada pensamiento ajeno a la situación del momento, le puso dos cápsulas a la cafetera y cuatro panes a la tostadora, agarró algo de fruta que había en su heladera, y pudo ver la cantidad de verduras y frutas que habían; recordó el cuerpo que tenía su pareja  y pensó en que debía de llevar una rutina para tener en forma el cuerpo que tenía, porque no con cualquier comida lo podías mantener; cada centímetro de piel acaramelada, cada músculo, cada gota de su cuerpo era inimaginable. 

Y cuando estaba todo casi terminado escuchó a un somnoliento Dante llegar por la puerta, cansado, adormilado, despeinado y bostezando este hombre seguía siendo demasiado atractivo. 

-Buenos días cara- dijo sentándose en la isla de la cocina, con su voz ronca que hizo que Mia se derritiese, su mente bailó al verla con su ropa que le quedaba mejor que a él, verla parada en frente suyo en su propia casa y con esa mirada que emanaba felicidad. 

-Buenos días dormilón, como estuvo tu sueño?- dijo mirando la hora y riendo, su rostro estaba perdido en el centro de mesa que decoraba la cocina. 

-Estuvo muy bien, incluso tuve sueños preciosos, pero a eso de las seis treinta me desperté por la ducha de al lado y oí una voz que dijo que era hermoso, no sabes quién podría haber sido?- Ahora era él el que reía al ver a Mia, su rostro estaba colorado, rojo como un tomate y con sus ojos cerrados tratando de recobrar la paciencia. lo podía intuir a pesar de que esta estaba de espaldas a él cortando la fruta. Y tardó unos segundos en responderle nuevamente. 

-¡No se suponía que lo debías oír!- exclamó Mia muerta de la vergüenza haciendo reír aún mas a Dante. 

-Me encanta que pienses eso de mí cara-  Dante se levantó y dejándole un beso en la frente a Mia se dirigió al baño para ducharse, dejando también sola a Mia con su vergüenza. 

Unos minutos después de que Dante se haya ido sonó su teléfono fijo en el living, pero a pesar de que sonaba fuerte no se escuchó nada de parte de él desde el baño, por lo cual Mia tomó coraje y lo atendió, su pensamiento era de que, no creía que muchos tuviesen ese número. 

-Hola?

no se escuchó nada del otro lado

-Mia? Sei tu? 

Solo una mujer que se relacionaba con Dante y hablaba italiano conocía su nombre

-Alessa?



Por otro lado, en la mente y en el cuerpo de Dante no podía entrar más felicidad, de camino a su ducha no paraba de pensar en Mia, la que ahora se encontraba preparando un desayuno para ellos. 

Creyó oír el teléfono a la distancia pero no estaba seguro, además era  muy temprano para un sábado por la mañana, por lo que tomó sus cosas para afeitarse y abrió el grifo de la ducha para comenzar su día. 






Peligrosa obsesión [+16]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora