Capítulo 6- Limbo

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Mientras Mía rezaba por que todo fuera un sueño, algo que no pasaba en realidad ni algo a lo que más tarde se tuviera que enfrentar descaradamente, D'Antonio era guiado por sus impulsos, por su deseo y su suspicacia directamente a el taxi en el que ahora iba su secretaria.

Todo era un caos en la mente de ambos, pero, en la de Mía, era más que nada tristeza y, por más que lo quisiera, no podría decir que se sorprendía del magnate.

Las lágrimas caían por el rostro de ella, sus ojos se veían opacos, tristes. Pensaba en porque había sido tan estúpida como para enredarse con un hombre, uno que encima era su jefe, una persona que, si hubiera estado sobria, probablemente no se habría acostado con una chica tan común como ella, teniendo a tantas a sus pies. Pensaba, igual, en que pasaría con su trabajo, lo quiera o no lo necesitaba muchísimo, no podría vivir toda su vida con cosas de medio tiempo, ni tampoco podría mantenerse a si misma. Su estómago comenzó a gruñir, su garganta a doler y su mente era una maraña de pensamientos malignos. Había sido tan insípida como se la imaginaban la mayoría de hombres que la veían, había sido descuidada solo por entrar en confianza.

El taxista comenzaba a inquietarse al ver que otro auto lo perseguía o lo seguía muy de cerca. Al notar esto, le pregunto a Mia si conocía al mismo, a lo que ella voltea y se sorprende al ver que es el auto de D'antonio. Todo fue en cámara lenta, cruzó miradas y se despertó algo en ella, su cuerpo comenzó inquietarse y si ya de por si no estaba tranquila, ahora había empezado a ponerse nerviosa. las manos le sudaban y no dejaba de pensar que todo iba de mal en peor. 

Mientras tanto en el otro vehículo, el incansable hombre que perseguía a aquella inusual muchacha comenzaba a preocuparse al ver en los lugares que se estaban metiendo. lugares en los que el no había estado ni pesaba hacerlo, se estaba metiendo al lugar donde vivía Mia. Llegado este punto no sabía que hacer, no podía darse por vencido y dar la vuelta, algo en el decía que no había venido por curiosidad, algo en el, muy dentro, decía que debía seguir adelante.
Y así lo hizo, vio bajar a la chica en una pequeña casa de dos pisos blanca, no tenía árboles o plantas, pero algo de ahí tenía algo que gritaba y decía hogar. La mirada de Mia no fue de asombro, sino más bien de vergüenza, se sentía mal por lo que estaba sucediendo y no quería que sintieran pena por ella, menos de su jefe.

-Mia...- hubo un silencio, ella estaba cabizbaja y los ojos cargados de intensidad de D'Antonio no ayudaban.

-¿Qué más quieres? - su voz sonaba cansada, triste, apagada; no tenía nada en común con su voz los primeros días que parecían que era una chica cargada de emociones y timidez. Un ángel. -No trabajaré más para ti si es lo que vienes a buscar, no estorbaré más-

Pero eso no era lo que él buscaba, ¿A caso iba a dejar que se marchara así tan fácil?

D'Antonio no soporto más y se lanzó a ella. Nada en él le pedía hacerlo, pero tampoco nada se oponía. Al principio fue duro y estructurado, pero el abrazo se extendió a un hombro en el que Mia pudriera apoyarse y lloró.
Lloró por aquella noche, lloró por su situación, lloró por su vida y sus deseos. Lloró por él.
Pero ningún llanto en ese día, ni en ese momento fue por amor. El llanto se transformó en ira, en confusión.

-Véte.- la voz cortante y definida de Mia fue lo que hizo que él se confundiera aún más, ella no sabía lo que quería pero sabía lo que no quería en ese momento, y ahí supo que no quería que D'antonio forme parte de su historia de esta manera. Pero un susurro de piedad y consuelo volvió a salir de sus labios, unos labios que ahora estaban agrietados y partidos. - Por favor sólo vete.- y así lo hizo, no se atrevió a mirar atrás, ni a despedirse, solo siguió su camino como si nada hubiese pasado. O eso hubiese querido hacer. No pudo evitar mirarla y largar un sollozo de dolor, como una puntada en el pecho sin sentido alguno, pero supo ahí, con ese dolor en su pecho, que debía irse si quería arreglar algo que no sabía siquiera si lo había roto él. Se fue pero si se despidió, a su manera.

Esa noche solo sus corazones supieron lo que era perder algo que ni siquiera habían tenido entre sus manos. Una atracción de días, o quizá, solo quizá, de hace mucho tiempo atrás.
D'Antonio entró a su casa, a esas paredes cargadas de lujuria y solo pudo acostarse a pensar con la mente confundida. ¿Que había pasado? Sus manos no se contuvieron y sus nudillos se vieron afectados al recibir un fuerte impacto contra la pared, una y otra vez hasta el cansancio.
En el otro panorama Mia no había salido de la ducha, el agua corría por su cuerpo y su mirada, su mirada estaba cargada de confusión y dolor. Nunca, en ningún momento de la noche supo porque había llorado, aunque muy en el fondo lo sabía.
Esa noche ninguno de los dos pegó un ojo, y tampoco sabían que iban a hacer al otro día, ¿Que se supone que debe hacer alguien con este grado de confusión? Ninguno de los dos conocía al otro, pero en el aire se sentía esa carga emocional y sexual, en cada bello de sus pieles y en cada palpitar de su cuerpo, ellos se atraían como si estuviesen hechos de lo mismo. La mirada dulce de Mia con el cuerpo dominante de D'antonio daban lugar a tantas emociones sin siquiera tocarse. Sus corazones marchaban más rápido y algo me hace preguntar, ¿La noche anterior habrá sido producto del alcohol?

La realidad le cayó a Mia a la vez que notificaciones de extraños le llegaban a su ordenador, querían el espectáculo de cada día, la querían a ella. Y esta noche había un espectador furioso y deseoso de verla como la había tenido la noche anterior; desnuda con cada sentido de la palabra y tan lista para él, como si toda su vida lo hubiese estado esperando, como si el alcohol aligerase las aguas que se volvían turbias por cada cosa que saliera de sus labios. Pero algo esa noche cambio dentro de ella, por primera vez iba a decepcionar a su público por un hombre que ni siquiera la anhelaba.
El problema ahora era hacerle entender a su corazón que todo lo que sentía no sería suficiente, que los ojos deberían de dejar de ser tan demandantes y su sonrisa debería dejar de delatarla, todo por un italiano cargado de odio en su mirada y que para empeorar el asunto, demandaba demasiado.

Pero, ¿En verdad era así?

Peligrosa obsesión [+16]Where stories live. Discover now