Prólogo

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Me refugié en un punto. Ni yo sabía hacia donde miraba. No sentía el calor de sus manos ni tampoco lo escuchaba hablar. No sentía. Ni frío ni calor, tampoco el dolor en el pecho tan característico de cuando nos traicionan. Dejé de sentir. Debe ser como dicen que nuestro cuerpo trata de protegernos de las amenazas del exterior, librándonos del dolor, dejándonos en un estado de semiinconsciencia. Yo no estaba en esa playa  mi alma estaba en un lugar lejano. Mi cuerpo seguía sentado en el muelle. Y cuando se levantó y se fue mi corazón lo acompañó.

Cada día que pasaba era más difícil que el anterior, sentía que nada podía doler más que estar lejos, a veces amar duele, duele la distancia, la soledad. Y ahí fue que mi cuarto se volvió mi refugio contra todo tipo de amenazas del exterior. La oscuridad se volvió mi confidente y mi almohada testigo de mis noches de insomnio y lágrimas. A veces me encontraba a mí misma llamando a su celular para escuchar a una voz robótica recordarme  "ese número no existe o no tiene servicio". El poco orgullo que me restaba me impidió pedirle a su hermana su nuevo número.

Hoy lo agradezco porque él nunca llamó.

Las personas cumplen ciclos en nuestras vidas. Y con el paso del tiempo comprendí que el mío en la suya había terminado. No después de esa discusión, sino desde ya hace mucho tiempo, cuando decidió ir a cumplir sus sueños y en esos planes yo no tenía lugar. Cuando dejamos de imaginar juntos. Cuando pasamos meses sin saber uno del otro y eso estuvo bien.

Después de un tiempo pude juntar los pedacitos restantes que el dejó y unirlos con unos nuevos. Jamás volví a ser la misma pero sí me hice más fuerte. Y como por arte de magia de un momento a otro dejó de doler y la vida supo ser linda otra vez.

Volver a sentirWhere stories live. Discover now