10. Juntos

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Mel

Me subo al auto con mi madre y vamos a la clínica donde internaron a la madre de Liam ayer en la tarde. Me siento culpable de no haber sido capaz de atender el celular cuando él me llamo, pensé que querría verme y ese mensaje inesperado que recibí no me deja concentrarme en nada más.

Al entrar lo veo, contra una pared mirando hacia algún punto y con un vaso de líquido humeante en su mano.

—Lo siento mucho—digo al abrazarlo y veo que sus ojos azules están apagados pero junta fuerzas y me sonríe.

En el momento en el que me va a contestar escucho una voz chillona dirigiéndose a Liam.

—¡Liam!—dice una rubia con muy poca ropa como para estar en un hospital.

—Zoe...—dice él un poco incómodo. Genial, una puta nueva —. Ella es Mel dice y yo le dedico una mueca que quiso ser una sonrisa.

—Así que ella debe ser la chica por la que terminaste en el motel—dice muy divertida y él se ríe nervioso. ¿¿MOTEL??? Una nueva puta a la que se cogió y todavía es linda. Lo fulmino a Liam con la mirada.

—No es lo que parece Mel.

—Después de todo no me tenés que dar explicaciones, no somos nada, bueno lo fui hace tres años pero no creo que siga siendo quien para opinar—las palabras salen como vómito por mi boca —, voy a buscar a Riley—. La rubia me mira con aires de superioridad y me hace un gesto de chau con la mano.

—No es tu novia pero claramente le molesto a la chiquita esta, se ve que es de pocas pulgas —escucho que dice ella mientras me alejo. Respira profundo Mel. ¡CHIQUITA! Mide unos diez centímetros más que yo y se cree muy superior por eso. 

No encuentro a Riley por ningún lado y pregunto en el mostrador para saber si la madre de Liam está acompañada para ver si mi amiga está ahí. 

—Señorita, no puedo darle ese tipo de información si no es un fa...  

—Si Riley está con ella—me contesta una voz bastante familiar de atrás del mostrador que interrumpe a la vieja con cara de pocos amigos pero no dice nada.

—¿Sean? ¿Pero que hacés así disfrazado?

—¿Disfrazado Evans?—dice al tiempo que larga una carcajada—. Mi padre me consiguió una pasantía por el verano, ya que conoce al director de la clínica.  

—¿Doctor, de verdad Montgomery?—pregunto al tiempo que me río, imaginármelo estudiar algo me causa risa. Su vida era el rugby y nunca pensé que lo dejaría. 

—Y uno bastante sexy—dice mientras cruza el mostrador y se posiciona en frente a mi, no puedo negarle eso pero me limito a reírme. Veo de reojo como Liam nos está mirando fijo sin siquiera prestarle atención al espantapájaros que le habla.

—Así que médico, ¿cómo rayos fue que esto pasó?

—Básicamente fue un poco gracias a ti, después de que nos vimos en verano por última vez, cuando bueno ya sabés lo que pasó...  —asiento enérgicamente para que entienda que sé a que se refiere y que no necesito que termine la idea. Él asiente divertido y continúa—. No sé, me cambió mucho la charla que tuvimos y me dí cuenta de que quería más en mi vida, que seguir jugando por seguir el legado de mi familia no me llenaba mucho. Entonces empecé a buscar que hacer hasta que me decidí por la medicina. 

—Me alegro haberle servido de ayuda a una persona en mi vida—le digo y él sonríe.

—Más que eso hiciste conmigo.

—Vine lo más rápido que pude—dice mi primo exhausto y apoyándose exageradamente contra la columna—, ¿qué fue lo que pasó? 

—Verás, Jessica se empastilló. Antes de que enloquezcas la buena noticia es que está estable igualmente le tuvieron que hacer un tipo lavado de estómago.

Lavado gástrico o irrigación gástrica —me corrige Sean y levanta las manos al ver que lo miro mal.

—Se entendió doc—contesto y Sean me mira mal. Les cuento todo, el por qué y  el hecho de que no sabe donde está su marido. Nolan y Sean me miran asombrados pero ninguno hace ningún comentario hasta que termino de hablar. 

—Uhh... y ¿ahora dónde están?

—Riley está con ella y a Liam lo vi salir para afuera hace un rato—Sean le responde y miro hacia todos lados, la verdad es que no me di cuenta de que salió.

—Voy a ver como está chicos, vuelvo en un rato.

Salgo afuera y no lo encuentro por ningún lado hasta que después de unos minutos lo veo sentado en el cordón con la cabeza entre sus manos.

—Ey...—le digo tocándole uno de los hombros pero ni siquiera me mira.

—Ahora no, déjame solo—su voz es ronca como si hubiese estado llorando y se aparta ante mi tacto.

—Dijiste que jamás ibas a dejarme ¿recuerdas? Bueno yo jamás te dejaré a ti tampoco aunque me lo pidas—me siento a su lado en el cordón y lo abrazo—. No estás solo ¿si?—digo levantando su cara con mis manos veo que sus ojos están hinchados e inyectados en sangre—, y no quieras estarlo, llorar de a dos es más fácil—el asiente y me abraza fuerte siento como su perfume penetra cada parte de mi ser y como su respiración en mi cuello me provoca millones de sensaciones por todo el cuerpo.

—Entonces nunca me dejes Mel, aunque no seamos nada y tengas esa maldita costumbre de elegir por los dos


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