Décima parte.

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Tom miraba desde lejos el partido, si hubiera sido por él se hubiera quedado en su habitación, como lo hacía años atrás, pero este partido era especial, y no hablaba de lo especial de ganar la Copa de Quidditch, sino que Harry estaba ahí, jugando como buscador.

Debía admitir que le impresionó ver llegar a Harry con el uniforme del equipo un sábado, el cual se suponía que había estado con unos compañeros. Tom se molestó cuando se enteró que Harry había hecho la audición quitando el puesto a Zed Claudette. El ojiazul no pudo durar más de una hora enojado, no cuando Harry le prometió ganar los partidos por él.

Tom conocía a todos los integrantes del equipo, como a Heather Dallas, quien era una fabulosa cazadora, muchos decían que ya tenía contrato con el equipo de Rusia o a su compañero y seguidor Abraxas Malfoy, quien era guardián.

A Tom le gustaba ver a Harry volar en su escoba porque, si podía en una escoba, ¿qué más sabría montar?

—¡Ciento setenta puntos para Slytherin! —el grito fue seguido por aplausos y exclamaciones de euforia.

Sacando un libro de su bolsillo y anulando el hechizo empequeñecedor que le había lanzado antes, Tom se dispuso a leer sabiendo que el partido iba a ser uno de los más largos de toda la temporada.

Faltaban dos semanas para finalizar el año escolar y, aunque le gustara estar dos meses a solas con Harry, no le gustaba irse al orfanato, aunque sólo iba a ser otro año más, ya que el próximo iba a cumplir los 17 y, siendo mayor de edad, podría irse del orfanato.

La otra cuestión que lo traía distraído desde meses atrás era Harry, le gustó que lo hubiera perdonado por algo que todavía no había hecho, porque Tom nunca lastimaría a su azabache, al menos que...

Tom negó rápidamente con la cabeza, tratando de desechar esa idea, ya lo había pensado mucho y tenía muchas alternativas, pero su principal meta era no lastimar y mantenerlo a su lado, no podía permitirse ver nuevamente esa mirada que el Harry de catorce años le lanzaba en el cementerio, tampoco se perdonaría dañarle como lo había hecho su futuro yo.

Se oyeron gritos y aplausos, esta vez de la parte del estadio repleto de colores rojos y dorados. Tom puso los ojos en blanco dispuesto a volver a leer su libro, pero una figura bajando en picada llamó su atención.

La persona debía ser muy confiada para dejarse caer a esa velocidad y a esa altura. Tom aseguraba que el cuerpo que chocaría con el piso moriría al instante, un espectáculo que estaría encantado de ver sino fuera porque el estúpido de Harry era quien estaba haciendo semejante idiotez.

El ojiazul gruñó preocupado mientras se paraba y se dirigía de una manera rápidamente elegante al tubo que prevenía su caída, pocos segundos bastaron para que los demás estudiantes estuvieran parados en sus lugares o copiando las acciones de Tom.

Amalia Markov, la buscadora de Gryffindor, no se había movido de su lugar, mirando a Harry como si a éste le hubiera salido dos cabezas y alas.

El futuro Señor Oscuro se encaminó con rapidez a las escaleras, si Harry resultaba herido quería ser el primero en estar ahí y ayudarlo o, si el desgraciado sigue vivo, quería regañarlo hasta que éste se sacara los tímpanos para no oír más regaños.

Victoreos se escucharon en las gradas, llamando la atención de Tom. Al mirar atrás pudo apreciar como Harry se detenía con suavidad a centímetros del piso y bajaba de su escoba, alzando su mano con una pequeña pelota dorada en ellas.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora