Epílogo.

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Las cosas habían salido a la perfección en los últimos acontecimientos, Dumbledore ayudó a sus padres a procesar la información cuando Harry les informó sobre su matrimonio con Tom, sin contar que James luchó contra el ministro para defender a su hijo de un "pedófilo", según había dicho. La comunidad mágica todavía no sabían sobre la llegada de Harry y, por ahora, el pelinegro había soltado por un fingido accidente que su esposo se había encontrado enfermo y, después de la enfermedad, debía estar en recuperación lejos de cualquier contacto que le alterase, pero que se encontraba mejor desde la pasada navidad.

La prensa había devorado toda la información posible y el querido director de Hogwarts confirmó dicha información, aunque eso no quería decir que Tom dejara de odiar a su antiguo profesor, sólo aceptaba su ayuda por el bien de su esposo, quien, por desgracia para el ojiazul del ministro, no había quedado embarazado el día de su reencuentro, dejando como escusa que la poción se había dañado, mas eso no le impedía que Tom le hiciera tomar la poción cada vez que pudiese, aunque, después de tres meses tratando de obtener un hijo, el ojiverde ya se estaba desanimando.

Esa mañana Tom tuvo que dejar a Harry para irse al ministerio a trabajar, dejando a Nagini alegre por poder estar con su cría sin ninguna intervención, cosa que al ministro molestó, ¿por qué esa serpiente no trabajaba y dejaba de joder tan solo un momento? Era tedioso tener que tolerarla y, todavía, preocuparse por si había comido o no.

El jefe de asuntos internacionales había estado arreglando algún asunto en Francia y, ¿cómo negarselo cuando su esposa e hijos viven ahí? No podía molestarse con él, no cuando era un gran trabajador y lograba hacer todo su trabajo en tiempo récord, pero ese día el señor ministro se encontraba caminando por los largos pasillos al lado del trabajador, informándose de los asuntos más relevantes de la semana, aunque usualmente lo hacían por carta o por la red flu.

—¡Tom! —el grito sacó a todos dentro del ministerio de sus mentes o trabajos, atrapando la atención hacia un joven corriendo hacia el ministro. Un trabajador nuevo, de seguro.

Todos los trabajadores rezaron por aquel joven, el ministro odiaba que gritaran o que corrieran por los pasillos del ministerio y, sobre todo, que le llamaran por su nombre.

El ministro dio media vuelta al reconocer la voz que le llamaba, terminó de dar la vuelta justo a tiempo para recibir el peso del joven que corría hacia él, pero eso no evitó que los dos cayeran al piso, el ojiazul bajo el desafortunado joven que se atrevía a hacer eso.

—¡Es positiva! —gritó mostrando un papel sin moverse de encima del mago— ¡Tom! —gritó emocionado.

El nombrado observó el papel posado frente a él con detenimiento, quedando estupefacto por la información que contenía éste, haciendo a su corazón brincar de alegría.

—¿Positiva? —preguntó incrédulo.

—¡Positiva, cierta, afirmativa, correcta! ¡Es...! ¡Tom! —chilló emocionado.

—No puedo creerlo —susurró el hombre soltando una enorme carcajada, asombrando a todos los presentes—... ¡Positiva! —gritó sentándose mientras agarraba la nuca del joven y lo besaba con amor y felicidad— ¡Vamos a ser padres! —murmuró feliz.

La última frase formó un calor bajar por el pecho de la pareja, sonriendo con cariño hacia el otro.

—Oh, claro —se quejó el jefe de asuntos internacionales—: "Derek, ¿quieres ser el padrino de mi hijo?" —imitó al azabache— ¡Oh, Harry! ¡Estaría complacido de ser el padrino del engendro! —se respondió a sí mismo.

—¡Derek! —gritó el ojiverde parándose y arrogándose a la vieja copia de su mejor amigo para abrazarlo.

—¡Harry! —respondió correspondiendo el abrazo.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora