Capítulo 44

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¡HOLA, MIS QUERIDOS LECTORES! PERDONAD POR TARDAR, PERO SI LEEIS MIS NOTAS A PRINCIPIO DE CADA CAPÍTULO SABRÉIS QUE TENGO UNA VIDA Y RARA VEZ PUEDO PONERME  A ESCRIBIR. AUN ASÍ, NUNCA HE DICHO QUE LA VAYA A ABANDONAR. 

ÉSTE CAPÍTULO ES UN POCO IRRELEVANTE, PERO OS VA A ENCANTAR. ESTABA DESTINADO A SER MÁS LARGO, PERO IBA A TARDAR VARIAS SEMANAS MÁS EN ACABARLO. Y COMO SÉ LO IMPACIENTES QUE ESTÁIS, HE DECIDIDO PARTIRLO EN DOS. ASÍ QUE TENDRÉIS LA SEGUNDA PARTE DE ÉSTE CAPÍTULO PRÓXIMAMENTE. 

SIN MÁS PREÁMBULOS, A LEER ;)



Capítulo 44

(Elías)

Lo sentía como una rutina del día a día, como una costumbre, como un pasa tiempos. Incluso se le estaba antojando monótono, monocromo, siempre lo mismo. Se había dado cuenta de que últimamente su cama siempre estaba ocupada, de que el sofá de piel casi se había desgastado de tanto usarlo, que los libros de sus estanterías cada vez tenían menos olor a papel y más fragancia a Noel. Y sin embargo esa rutina monótona era siempre bienvenida en su casa y en su cama, esa alegría de vivir sería siempre bien recibida entre sus brazos si con ello seguía contagiándole un poco de esa fuerza.

Últimamente Elías había empezado a experimentar una sensación que se parecía, de alguna manera, a la efímera felicidad que había sentido durante el escaso tiempo que pasó al lado del amor de su vida.

Hacía dos días que su hermana, Laura, le había visitado de nuevo, e incluso su presencia se le había hecho más amena y tolerable gracias al pelinegro, que había estado sentado junto a ellos, participando de vez en cuando en la conversación con risas y anécdotas de su infancia. Las miradas que su hermana le echaba a Elías eran muy significativas, parecían decir algo como "¿Te lo estás follando, verdad?". El rubio esperaba nunca tener que responderle alguna pregunta semejante, porque en ese caso dejaría de hablarle por completo como había hecho con gran parte de su familia. Era muy reservado con respecto a su vida privada, esa era su única excusa. Bueno, también tenía la excusa de que podían matarle si hablaba de ciertos temas candentes con personas que no debía.

Elías giró el cuello, con el cigarrillo colgándole de los labios. Al final el chapero le había vuelto a contagiar el vicio. Noel se encontraba a su lado, en la cama. Estaba boca abajo, el brazo colgando de la cama, la cara enterrada en la almohada. Emitía pequeños ronquidos, lacio, con los labios entreabiertos. Hacía menos de media hora que, con las persianas bajadas y la habitación sumida en penumbras, habían estado haciendo el amor como los amantes. Noel encima suyo, las piernas abiertas con las rodillas hincadas una a cada lado de su cuerpo. El miembro hundiéndose en sus entrañas, un cuerpo estremeciéndose entre sus brazos. Los ojos grises mirándole encandilados, brillantes y llorosos, llenos de vida y esperanza. Los hinchados y mojados labios, rojos por los intensos besos y mordidas. Cuatro manos que no sabían dónde posarse, donde acariciar y dónde arañar.

-No me sueltes- le había dicho Noel entre respiraciones convulsas, estrangulándole con los brazos y las piernas para contener el gimoteo de sus extremidades.

Y Elías le había prometido que no lo haría. Que no le soltaría. Y no se arrepentía de sus palabras. Estaba bien. ¿Por qué no se arrepentía de ello? ¿Por qué le había prometido tal cosa? Lo único que tenía claro, era la calidez de la paz burbujeándole en el corazón, apaciguándole cuando estaba entre los brazos del aquel chapero. Ya daba igual que fuese un chapero. Ya daba igual. Los ratos que pasaba con él eran los únicos en los que podía experimentar un poco de aquella alegría tan lejana y nublada que había creído olvidada.

MUERTE DE UN CHAPERO (homoerótica) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora