Capítulo 2

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Capítulo 2

Al día siguiente, Noel se levantó para llegar temprano a su primer trabajo, en una frutería. El cielo parecía color pastel encima de una hoja y los pajarillos cantaban. Se despidió de sus hermanos y les pidió que se prepararan para el colegio, luego se fue caminando a paso lento. Todavía faltaba media hora para que abrieran la frutería así que se sentó en un banco de piedra blanca que estaba en un parque vacío. Apoyó sus codos en las rodillas y se sujetó la cabeza con las manos, sintiendo que no podía con su vida. Cada día le costaba más sobrellevar su situación, no tenía los recursos suficientes para vivir en condiciones; había días en los que dejaba de comer para que lo pudieran hacer sus hermanos, hacía mucho tiempo que no se compraba ropa, no se podían permitir capricho alguno, las deudas crecían y él apenas las podía pagar. Además del horrible trabajo que tenía… Intentaba ocultarlo, pero ya no podía con aquella situación, estaba estresado. Él nunca fue un alumno brillante, y no tenía una mente privilegiada, muchas veces no sabía qué hacer.

-Perdone- una voz masculina hizo que levantara su cabeza a punto de estallar.

Al enfocar su vista en el hombre, no pudo evitar que le pareciera atractivo; su cabello era rubio pálido, sus ojos verde esmeralda, su piel levemente bronceada y su cuerpo algo trabajado. Pero lo más curioso eran sus hoyuelos y su expresión aniñada.

-¿Se encuentra bien? Está llorando…- dijo el rubio con cierta mueca de preocupación.

Y era cierto, Noel empezó a llorar sin darse cuenta, de tan sumergido en sus pensamientos que estaba. Se limpió las lágrimas frunciendo el ceño, y luego volvió a mirar al sujeto, que esta vez estaba sentado a su lado.

-No quiero ser entrometido, pero a mí me puede contar…

-No me trates de usted, sólo tengo veintiún años- dijo Noel. ¿Tan demacrado estaba su rostro para que lo confundieran con un cuarentón o cincuentón?

-¡Que joven! Yo tengo veinticinco- dijo el hombre con admiración- Me llamo Elías, encantado- extendió la mano y Noel la estrechó.

-Perdona, pero no te diré mi nombre- Elías frunció el ceño- Comprende que sea desconfiado a estas alturas.

Se quedaron en silencio unos instantes, Noel mirando al suelo con un cigarro en la boca que se acababa de encender, y si, el fumaba de vez en cuando.

-Trabajas en las calles, ¿verdad?                                                 

Noel se sobresaltó, tanto, que se atragantó con el cigarro que al final cayó al suelo. Luego miró al rubio, que se mostraba muy tranquilo con aquel tema.

-Te he visto algunas veces- continuó el rubio- Puede que la próxima vez vaya por ti.

Noel se levantó cabreado, y pisó el cigarro del suelo aún encendido para luego girarse a Elías de nuevo. ¿Qué se creía? Para una vez que encontraba a alguien que parecía interesante de verdad, resultaba ser otro depravado sin vida propia que vaga por los callejones en busca de algo de placer.

-Haz lo que quieras, rubito- dijo comenzando a andar- A propósito, ya que puede que nos volvamos a ver, todos por esa zona me llaman Scream. 

Ya en la frutería, le esperaba una mujer regordeta y estatura menuda con los brazos en jarra. Muy energética a pesar de sus casi ochenta años.

-¡Cinco minutos tarde, ya te vale!- la mujer ordenaba la fruta moviendo su trasero de un lado a otro.

-Perdona Carmen, estás muy guapa hoy- dijo el castaño divertido, ganándose una tierna sonrisa por parte de la mujer.

Carmen y él se cogieron mucho cariño des del primer día en el que pisó la tienda, aceptó ayudar a la mujer a cambio de un pequeño sueldo. Él la ayudaba por la mañana, mientras que el resto del día ella estaba sola.

-¿No es hoy tu cumpleaños niño?- preguntó la mujer después de atender a un cliente.

-Sí, anda que no se han puesto pesados mis hermanos esta mañana.

-Felicidades muchacho, cumples los veintiún. ¿Hoy también se quedarán tus hermanos en mi casa?- dijo la mujer algo más seria.

-Si no te molesta, por favor, pero no quiero causarte problemas.

Carmen era una de las pocas personas que sabía de su situación, el trabajo que tenía, si a eso se le podía llamar trabajo. Le transmitía confianza, y por esa razón no tardó mucho en contarle su vida. Cuando estaban más necesitados, la mujer les daba algunas frutas y verduras, para que al menos pudieran comer algo, pero como ella tampoco era rica, no los ayudaba todo lo que quería. Y sus hermanos se quedaban todas las tardes en su casa, ya que él estaba trabajando.

-No me dan problemas, son unos niños muy buenos, y los quiero mucho- dijo la mujer con nostalgia.

Carmen tuvo un marido, y un hijo que le dio nietos. Pero su hijo y toda su familia  murieron en la carretera, y poco después les siguió su marido por culpa de un cáncer. Estuvo sola desde entonces, y Noel y sus hermanos eran muy importantes para ella.

-Pues me alegro, porque últimamente no doy a vasto- dijo Noel pesadamente.

-Si te pudiera ayudar más lo haría, pero yo tampoco estoy para tirar cohetes.

-He pensado en dejar mi otro trabajo, pero no puedo, no los podría mantener, y la seguridad social me quitaría la custodia de mis hermanos- Noel se estaba poniendo nervioso de nuevo, pero no podía permitirse perder los estribos.

Él luchó porque sus hermanos se quedaran con él, buscó trabajo y pudo demostrar que podía mantenerlos, pero de hacía un tiempo le costaba horrores poder mantener la cabeza sobre los hombros.

-Sabes que yo te ayudo en lo que puedo, no permitiré que os pase nada- dijo Carmen con ternura posando una mano en el hombro del joven- Tómate el día libre, no consentiré un no por respuesta, hoy no hay muchos clientes.

-Gracias Carmen, luego te traigo a Uriel y Gabriela, adiós- dijo dándole un sonoro beso en la mejilla.


MUERTE DE UN CHAPERO (homoerótica) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora