Capítulo 17: Compras navideñas.

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INICIA ESPECIAL DE NAVIDAD ♥
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CHARLOTTE

¿Podía haber sido más estúpida?, ¿Podría haber sido más ilusa?, ¿Podría haber sido más... tontamente tonta de lo que fui?; ¿Cómo le pude creer a Marcel que... esa bebida moradita era jugo de uva?, tomarme unos cuantos  —muchos— y lo peor ¡ni siquiera me gusta el jugo de uva! Dios, no puedo estar más avergonzada, sino fuera porque mis hermanos se están riendo a carcajadas de  mi estado de embriaguez…; oh, esperen sí puedo.
     — ¿Jugo de uva, en serio Charlotte?— preguntó entre risas Josh. —Se nota que nunca habías asistido a una de esas fiestas.
     — ¿Alexis es mitad estilista?, no me la creo- dijo Meri. — ¿”Charlie, no es nombre de chico”?— continuó tratando de contener una carcajada que… salió apenas terminó con la pregunta.
Gracias por los ánimos queridos hermanitos.
Sólo me limitaba a asentir con la cabeza, ya que no tengo ánimos para nada, por la vergüenza y… el dolor de cabeza. Ayer estuve dormido todo el día, sólo desperté en la noche para tomar un aperitivo, pero hoy, estoy pagando las consecuencias.
Y se preguntaran ¿Cómo llegue a casa? En realidad ni yo lo sé. Lo único que supe fue que dormí en casa de Nicolás; que por la mañana Marcel pidió “prestado” el auto de su primo y... recogimos a Alexis en algún lugar que ya no recuerdo. Regresamos a casa de Nicolás —el aún no estaba despierto—, Marcel también pidió “prestadas” sus llaves; tomamos el auto de Alexis, nuestra ropa… y volvimos al auto. Me quedé dormida en el trayecto. Desperté en casa de Eduardo, pero ya todos estaban dormidos.
Josh y Meri me obligaron a contarles todo lo que pasó en esa fiesta, o mejor dicho, lo que recuerdo.
Marcel debe de estar en mí mismo estado, así que no me molesté en llamarla, si lo hubiera hecho, sería capaz de maltratarme con todas las malas palabras existentes en este planeta, además me gritaría y... no quiero escuchar más gritos. Con las risas imparables de mis hermanos tengo.
     —Mamá dijo que hoy iríamos a las compras de navidad— comentó Meri tratando de respirar normalmente otra vez.
     — ¿Tres días antes de navidad?, pensé que ya tenían los regalos— respondí tapando mi cara con una almohada.
     —Pues… sabes que nos gusta dejar todo al último— agregó gracioso Josh. 
     —Eso no es cierto, es solo que… pasó algo— dijo Meri mirando a Josh, él le rogo con la mirada prácticamente, pero ella lo que hizo fue sonreír burlonamente y yo… me confundí.
     — ¿Qué fue lo que hicieron?— pregunte mirándolos con los ojos entrecerrados. Meri tocio falsamente para agregar un: Hizo, refiriéndose a mi hermano.
    — ¿Qué hiciste Josh?— le pregunte con los labios y el entrecejo fruncido. Él se rasco la nuca con nerviosismo y abrió la boca para hablar, pero se calló. Pareciera que buscase las palabras más sutiles.
     —Josh le dijo a Mad que el niño Dios no existe— intervino Meri.
     — ¿QUÉ?— grité con los ojos como platos.
     —Le… dije a Mad, que el Niño Dios, no existe— dijo avergonzado.
     — ¿Por qué? ¡Ella sólo tiene cuatro años!— pregunté pasando una mano por mi cabello
     —.Fue un accidente— explicó.
     —Dile todo— interrumpió Meri. Él tocio y se dispuso a hablar.
     —Ayer estabas dormida— comenzó —… y Eduardo no quería despertarte para que cuidaras a Madeleine, entonces decidió que la llevaríamos; Mamá llamó a la abuela (la abuela compró una casa hace poco aquí en la ciudad, así que ya no está tan lejos de nosotros) y todos nos fuimos al centro comercial; en el camino, Mad iba diciendo TODO lo que le iba a pedir al Niño Dios en su carta, y yo iba pensando en qué le compraría a cada uno, incluyéndola; llegamos al centro comercial y todo estaba normal, entramos a muchas tiendas de juguetes y ropa —miró a Meri— y entonces vi el regalo perfecto para Madeleine, ¿recuerdas la cocinita que había estado pidiendo desde hace mucho tiempo? —yo asentí y él siguió—: bueno, pues... estaba frente a mi cara, y... yo pensando en que Mad estaba en otra tienda con la abuela, tome a “mamá” del brazo, y le dije ¡ese es el juguete que quiere Mad!, ¿podemos pedirlo por encargo?, digo, para que no se dé cuenta de que nosotros ponemos los juguetes; entonces voltee y... no era mamá, era la abuela, con Mad tomada de la mano... y, me escuchó y... se lo tomó mejor de lo que imaginé— concluyó mirándome. Esperando mi respuesta. Yo estaba perpleja.
     — ¡No puede ser Josh!, ¿no sabes distinguir entre la mano de…  la abuela y la de Emma?— pregunté obvia —digo, HAY DIFERENCIA, pero... no hay más que hacer— recalque levantándome de la cama —ahora, si me disculpan, quiero cambiarme de ropa—ellos asintieron y salieron de mi habitación. Abrí mi armario y escogí lo primero que vi.

¿Apostamos?Where stories live. Discover now