Capítulo 31: Gata encerrada.

40.6K 1.5K 134
                                    

MARCEL

Toda la semana Charlotte y yo hemos planeado cómo será la fiesta de verano este año. Nada de citas. Es la regla principal. El único chico de la escuela enterado de nuestro malévolo plan femenino es Alexis, claro. Nadie más se enterará.
Quiero ver qué hace Nicolás al respecto.
No sé cómo le hizo Charlotte, pero con los contactos que tiene en la escuela, consiguió la dirección de todas las alumnas del Instituto y gracias a ella, daremos un rol turístico por toda la ciudad para que se corra la voz sólo a las féminas.
Estoy ansiosa por comenzar esto. Será una revolución femenina sorprendente.
     —Arruinaron mi probable cita con Tamara.— nos dijo Alexis con la vista en la carretera. Él nos acompañaría pero no se bajaría del auto.
     —Ah, no te preocupes, habrá otras oportunidades.— respondí a lo que él soltó un bufido y Charlotte una risita.
     —Vamos Alexis, invítala... a... no sé, un día de campo; ¡es verano!, tienes muchas opciones.— le dijo Charlotte acariciando su hombro. 
     —Mmmm, no es mala idea... lo tomaré en cuenta.
     —Sabes... Alexis; tienes nombre de mujer.— solté de la nada a lo que él me miró por el espejo retrovisor y Charlotte rió. — ¿No te habías dado cuenta?— pregunté, él suspiró pesadamente y de mala gana; comenzamos a discutir al respecto, amo hacerlo enojar.

˜***˜

Llegamos a casa de Galilea, una chica del equipo de voleibol, le dimos uno de los folletos que hicimos, en los cuales especificaba cada parte del plan, ella lo aceptó con gusto y con una sonrisa aceptó a ayudarnos y avisar a todas las chicas del voleibol, con el cuidado medido para que los chicos no se dieran cuenta.
Pasamos por cada una de las casas de las chicas representantes para que avisaran a las chicas de cada uno de los grupos a los que pertenecen, son bastantes cabe decir: Natación, baloncesto, tenis, soccer, religión, computación, matemáticas, ciencias, idiomas, animadoras... etcétera. Son muchos, como ya había dicho, algunos más pequeños que otros, pero existen, y lo malo, es que todos son mixtos... pero confío en ellas. 
Hace un año, Charlotte era la representante del grupo de lectura de la escuela, pero cuando entró la sobrina de la directora, la escogió a ella, claro. Así que teníamos que avisarle. Algo bastante duro para Charlotte; estoy segura de esa tipa no le cuadra, ni a mi tampoco. 
Alexis estaciono el auto al otro lado de la calle, bajamos Charlotte y yo juntas, cruzamos la calle hasta la otra acera, se escuchaban pasos y risitas dentro y justo cuando iba a tocar la puerta se abrió.
Nicolás se separo de los labios de Sofía y abrió los ojos sorprendido al igual que ella, me crucé de brazos y los miré con enojo a ambos, ¿qué diablos había pasado aquí?
Ella estaba en paños menores, sólo tenia puesto un short cualquiera y una camiseta de tirantes, estaba sudada y despeinada; Nicolás estaba totalmente fachoso, su  cabello despeinado, sudado, con los pantalones cayéndose y para colmo la camiseta al revés.
     — ¿Qué diablos?— susurre confundida sacudiendo la cabeza. Mire a Charlotte, había guardado el folleto en una de las bolsas de sus pantalones y miraba expectante a los idiotas tras la puerta. Ellos no decían nada, sólo nos miraban, esperando el primer grito, y claro que iba a salir: — ¡No van a decir nada!— no respondieron. — ¡Maldición! ¡Tan tarde se te hizo como para no ponerte la camisa derecha Nicolás! Son unos...
     —No puede ser... ¿Qué hacen aquí?— preguntó Sofía con los nervios de punta. 
     —Había algo de lo que queríamos hablar contigo... pero vemos que estas muuuy ocupada.— respondí entre dientes. 
     —Marcel... Charlotte, yo... —Nicolás trató de excusarse.
     — ¡Cállate! ¡Eres un idiota!— le grité y jale a Charlotte de vuelta al auto. Cuando nos alejamos note como Charlotte tenia la respiración agitada. Entramos al auto y yo di un portazo.
     — ¿Pueden explicarme qué pasó allá?
     —Conduce.— respondí seca a lo que Alexis obedeció.
Nos había llevado al parque donde me encontré a Nick el otro día. Bajamos del auto todos juntos. Alexis se sentó frente a nosotras con las piernas cruzadas como indio.
     —Nicolás se acostó con la sobrina de la directora.— dije. Charlotte asintió y pasó saliva fuerte.
     — ¿Qué le pasa? ¡se está volviendo loco! ese no es el Nicolás que yo conozco, o ahora puedo decir conocí; ya no sé quién es, no sé, no lo entiendo.
     —Ni yo.
     —Saben, creo que tengo que hablar con él.
     —No, es su vida; y en realidad, siempre ha sido así ¿por qué cambian ahora de parecer sobre su forma de ser?— respingó Charlotte — ¿Recuerdan la vez que se acostó con una tipa en un campamento? ¿Y la vez que se acostó con una de las vecinas de su tía? Ha habido muchas mujeres en su vida, Sofía es una más.
     —No, Charlotte, todas las que nombraste son tipas que no conocemos, él nunca se involucra con chicas de la escuela. Aquí hay algo raro.— dije.
     —Sí, tienes razón; pero tampoco es anormal como dijo Charlotte.
Nos encogimos de hombros y nos quedamos en silencio, jugando con el pasto bajo nuestras piernas. El rociador se encendió dejándonos empapados a los tres. Comenzamos a reír, nos levantamos y jugamos bajo las gotas de agua, como si así se fueran a ir nuestras aflicciones, como si las gotas de agua nos limpiaran poco a poco.

˜***˜
«Déjame hablar contigo», decía el texto que me había enviado Nicolás ya más tarde.
«Ven a mi casa» le respondí.
Son las dieciocho horas con cuarenta y cinco minutos, justo diez minutos después, y él ya estaba sentado en mi sillón.
Lo miraba de reojo mientras daba vueltas por la habitación pensativa; sostenía la mano sobre mi barbilla, y él quedaba con las manos entrelazadas sobre su nuca.
     — ¿Por qué lo hiciste?— comencé. 
     —Ella me obligó. —dijo en su misma posición.
     — ¿Te violó?— pregunté sarcásticamente.
     —Por favor Marcel.
     — ¡Fue una estupidez!
     — ¡Lo sé! ¡ya lo sé mierda! ¡pero no quería que ella le hiciera daño! ¡¿de acuerdo?!
     — ¿Qué no le hiciera daño a quién?
     —Dijo que se encargaría de dejar bien abajo a Charlotte si no me acostaba con ella. 
     — ¿A qué te refieres con bien abajo?
     —Calificaciones... reputación, la haría quedar como una puta frente a todos, y además frente a la directora, arruinaría su reconocimiento de alumna sobresaliente.
     — ¡¿Tan desesperada estaba la malnacida?! ¡Por qué no se fue a un bar de mala muerte!— golpee mi cama lo más fuerte que pude con mi puño cerrado —Hay tipos más buenos que tú en esos lugares.
     —Ya, no juegues.— me miró y frunció el seño —¿Tu que sabes de esos lugares?
     —Osss, sé más cosas de las que te imaginas. Pero, ahora no hay que pensar en eso; hay que pensar en cómo le voy a hacer la vida imposible a esa idiota desde ahora, deseará no haber nacido, o por lo menos llegado a esta escuela.
Troné mis nudillos y tome mi teléfono.
     —Dame su teléfono.— le ordene. Él saco el suyo de su bolsillo y me lo extendió, teclee rápidamente el número en mi teléfono y marque.
     — ¿Hola?— respondieron del otro lado de la línea. Sólo con escuchar su voz la sangre me ardió.
     — ¿Te divertiste?— le dije seca. 
     — ¿Quién habla?
     — ¿Era tan bueno como esperabas? ¿Fue para el antojo?
     — ¿De qué hablas? ¿Quién eres?
     — ¡Lo amenazaste! ¡maldita perra! ¡vete a un bar de mala muerte! creo que ni las más desesperada de las prostitutas hacen eso. Ni te molestes en ir a la escuela mañana Sofía.
Y colgué. La sangre me arde, no sabe quién es la que va a quedar bien abajo ahora.

¿Apostamos?Where stories live. Discover now