Parte 6

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Salimos de la habitación en total silencio; únicamente los tacones de Marina hacían eco por el desértico pasillo. Tenía muchas dudas después de su pequeña confesión. Esto no era exclusivo para hombres. Y a pesar de estar acostumbrada a las estoicas respuestas de la mujer, el hecho de que haya pasado de mi comentario acerca de mis propias inclinaciones levantó mis sospechas. Puede que esté un poco perdida del mundo que me rodea pero definitivamente confío en mi gaydar y suena fuerte con Marina. O al menos eso espero.

Mi mente entraba en caos porque tenía un gran conflicto de intereses, ¿cómo confiar en mis instintos cuando me gritan que la quieren a ella? Puede que ellos hagan el sabotaje para que vea cosas que no hay. Esto era demasiado frustrante, en todos los aspectos posibles. No sabía nada de Marina, un poco de su pasado pero eso no me da un panorama tan claro de su presente, un presente en el que de alguna manera estoy envuelta.

-¿Eres feliz?- Escupí de pronto. Odiaba cuando divagaba porque como que mi cerebro no pide permiso y habla antes de meditar.

-Feliz...- dijo en un tono casi burlesco -¿qué es felicidad, Natasha?-

-Felicidad es sonreír...-

-No- cortó de inmediato –puedo mostrarte una sonrisa ahora mismo y te puedo asegurar que no estoy ni cerca de estar feliz.- No me veía. –La sonrisa es la máscara más usada en el mundo; la cubierta perfecta para vidas llenas de dolor, amargura e hipocresía.-

-Así que no eres feliz.- Se echó a reír.

-¿Podrías ser feliz en el fango?-

-Los cerdos lo son.-

-Natalia, no sé si eres muy ingenua o muy estúpida.-

-Un poco de ambos quizá pero lo que es mierda para unos para otros es felicidad, sólo es cuestión de verlo desde otro ángulo.-

-Soy feliz porque gano muchísimo dinero y puedo darle una buena vida a mi hermana, ¿algo así?-

-No me refería a lo material...-

-No hay nada más aparte de eso. –Amagué con decir algo. –Fin del tema. De regreso a la casa de R vamos por esa puta cinta que tanta falta te hace.-

-Y algo para la bipolaridad también.- No fue necesario que me dijera algo, su fría mirada me lo hizo saber todo.

Está de más decir que el camino a la casa de R estaba tan animado como un campeonato de ajedrez para personas de la tercera edad. De reojo la veía por el retrovisor y un par de veces la encontré lanzando dardos a mi espalda. Era linda como se lo proponía pero era un demonio cuando algo la molestaba.

Esperaba ganarme puntos al bajarme a abrirle la puerta pero la muy desgraciada pasó de mí. Me quedé con los ojos cerrados absorbiendo el aroma de su perfume; cuando regresé a la realidad corrí para escoltarla a la puerta de la casa.

-Sé cómo llegar.-

-Cuido a la gema preciosa de ese hijo de puta.-

-No le pertenezco.- Espetó molesta

-Lo sé pero parte del juego es hacerle creer que sí.- Le sonreí. -¿Tienes otro trabajo hoy?- Negó. –Bien, descansa y come algo de fibra para que se te baje en mal humor.-

-Vete a la mierda, Natasha.-

-Gracias, también cuídate mucho y pasa una linda tarde.- Le guiñé el ojo y ella a cambio me mostró el dedo de en medio.

Debo confesar que aunque los ataques de ira de Marina me daban un poco de miedo también era divertido ver lo volátil que era y con qué facilidad se molestaba. Era una parte de disfrutaba mucho y muy a pesar de la chica de los ojos azules, sé que una parte de ella también lo disfruta.

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