Parte 7

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Aún mareada por el beso de Marina regresé tambaleando al taxi. La chica de ojos azules veía a la ventana pero era su forma de decirme que no quería hablar. Una parte de mí se arrepiente pero la otra no lo hace, para nada. Podía sentir su perfume muy cerca de mí y sus dulces labios sobre los míos. Tardé un poco en arrancar, sin voltear a verme habló.

-A la casa de R- asentí simplemente. Se me encogió el corazón al escuchar ese tono de voz. El tono que usaba los primeros días que nos vimos.

El sepulcral silencio se hizo presente, intenté aminorarlo poniendo un poco de música pero aún con el ruido y todo se palpaba la tensión en el carro. De reojo la veía por el retrovisor pero en ningún momento dejó de ver a la ventana. Me encantaba ver su perfil porque era divino pero no así, no cuando ella estaba un poco molesta. Casi agradezco al cielo cuando llegamos a la casa de R porque no soportaba verla así. Sin decir nada bajó del auto a pesar de que la llamé. Bajé y corrí tras ella.

-Marina- se detuvo en seco.

-Aquí son Daisy, una puta- prácticamente me gritó.

-Para mí eres Marina, un dolor de culo con una preciosa sonrisa- su semblante seguía serio.

-Haz tu puto trabajo y déjame en paz- ni siquiera me dio tiempo de contestarle porque salió huyendo de ahí. Esto era una mierda, regresábamos a la Marina que no contestaba ni el bueno días.

No tenía ganas, ni cabeza para seguir en el turno así que fui por un kebab y manejé hasta el lugar donde había estado un par de veces con Marina. Dejé mi mente fluir y todo me gritaba que estaba estrepitosamente mal; todo, sin embargo el conocer los pequeños destellos de lo que verdaderamente es Marina hace que tenga un poco de esperanza. Es una buena chica. Me regañé mentalmente por haber sacado el tema de lo que le pasó Samuel y ofenderla.

Lo único que tenía claro es que estaba jodida, me gusta y mucho por lo que haré tanto como pueda por estar con ella. Aunque sea sólo como su chofer y rogar que las cosas se den a mi favor. Di un par de vueltas más por la ciudad con el casquete que dice Taxi apagado para que supieran que no estaba de servicio; busqué tranquilizarme un poco antes de llegar a casa.

Mis padres cenaban, di las buenas noches y me fui directamente a mi habitación. Sin pensarlo mucho me di una leve ducha y me tiré sobre la cama. Jugaba con mi teléfono hasta que por fin me decidí a mandarle un mensaje a Marina. Lamento lo de esta tarde. Nunca fue mi intención ofenderte. Obviamente no me disculparía por besarla, porque no me arrepentía. Unos minutos después llegó su respuesta, mañana a las diez para ir al Luxury. No llegues tarde. Ella también reafirmaba lo que había dicho cuando bajamos del taxi, debía avocarme sólo a conducir. Yo lo intentaría, aunque no prometía nada. Algo había sacado en claro esa tarde: era mejor pedir perdón que pedir permiso.

Tantas emociones me habían dejado agotada y en cuanto mi cabeza tocó la almohada caí rendida. El maldito despertador sonó haciéndome saltar en la cama. Un día iba a morir de un ataque cardiaco por culpa de ese infernal aparato.

Me levanté y me vestí. Me puse un unos vaqueros pitillo, unas converse rojas y una camiseta de Link. Seguro que Marina pensará que soy una infantil pero esta camiseta me encanta. Peiné un poco mi pelo alborotado y me puse una gorra roja. Estaba un poco nerviosa aunque haría todo lo posible para que la rubia no lo notara.

A las diez menos cinco estaba aparcando frente a la casa de R. Marina salió enseguida y yo salí para abrirle la puerta. Llevaba un vestido azul celeste de tirantes que le llegaba a la mitad del muslo. La forma del vestido hacía que su pecho se viese mucho más voluminoso. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no babear.

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