Parte 8

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Constantemente volteaba a ver a la preciosa chica a mi lado quien estaba hundida en sus pensamientos viendo por la ventana. Me alegraba verla sosteniendo la rosa y de vez en cuando llevándola a su nariz para olerla. Me estaba dejando entrar, por alguna razón estaba confiando en mí y sólo rogaba no echarlo a perder. En una de esas tantas veces que volteé me atrapó viéndola y juro que poco faltó para que se paralizara mi corazón al verla sonreír tan tiernamente.

-Te ves muy bonita- dije rápidamente para regresar mi vista a la carretera.

-Gracias, Nat- otro vistazo rápido y estaba sonrojada.

-¿Por qué te sonrojas? Lo has de escuchar muy a menudo.

-Los que lo dicen quieren algo de mí.-

-¿Cómo sabes que yo no quiero algo de ti?- Cuestioné viendo mi camino.

-Simplemente lo sé- sonreí.

-Me alegra.-

-A mí también.-

No fueron necesarias muchas palabras durante el camino, las sonrisas y las miradas fueron nuestras compañeras. Aunque éstas eran diferentes a las que nos hacemos en la ciudad; aquí estábamos por nuestra cuenta y sin nadie de quién cuidarnos. Ambas siendo nosotras mismas sin necesidad de aparentar.

-Jade es todo para mí- habló de pronto Marina. –Desde hace muchos años sólo hemos sido ella y yo.-

-¿Sabe lo que haces?- Giré a verla un momento. Negó.

-Cree que soy bailarina en un club nocturno, no sabe que me prostituyo y quiero que se quede así.-

-De mí no sabrá nada- suspiró audiblemente. Encendí las intermitentes y aparqué a un lado de la carretera.

-Hey, ¿qué pasa?-

-No sé qué haría si ella lo llega a saber. No quiero que se decepcione de mí- agachó la cabeza.

-Lo has hecho por ella, por sacarla adelante y por darle una vida digna. No has hecho más que preocuparte por su bienestar. No hay manera de que ella se decepcione por el enorme sacrificio que estás haciendo.-

-¿Lo crees?- Tomé su barbilla e hice que levantara la cara.

-Lo sé- en un dos por tres se quitó el cinturón de seguridad y se echó a mis brazos. Correspondí tanto como la posición me lo permitía.

-Gracias, Natasha- sonreí.

-Un placer, señorita gruñona- se separó y golpeó mi hombro –¡ouch!-

-No soy gruñona- reí.

-Claro que no.-

-No uses ese tono sarcástico conmigo- amenazó.

-¿O qué?- Sus ojos adquirieron un brillo mientras ella sonreía.

-O tendrás problemas.-

-¿Y si me gustan los problemas?- Nos veíamos directamente a los ojos.

-Ya lo veremos- me sonrió. –Andando que odio llegar tarde- asentí levemente y nos pusimos en marcha nuevamente.

La enorme ciudad se comenzó a vislumbrar a lo lejos. Los enormes edificios reflejaban la luz del sol y detrás el inmenso lago que acunaba a la ciudad. Recuerdo haber venido aquí algunas veces con mis padres pero cuando el trabajo de papá comenzó a fructificar dejamos de salir. A pesar de ser una ciudad grande era relativamente tranquila; la buena organización del lugar impedía las enormes filas de tráfico.

Almas CapturadasWhere stories live. Discover now